Por Victoriano Martínez
“¡Hagan las cosas bien! ¡El Ayuntamiento hace un cochinero!”, vociferó el sábado 7 de diciembre Eloy Franklin Sarabia frente a una casilla de la elección de Juntas de Participación Ciudadana ubicada en el Barrio de San Sebastián, sobre la Calzada de Guadalupe.
A una gran mayoría de los muchos a quienes les llegó el video que se hizo viral sobre los reclamos de Franklin Sarabia esa escena parecía fuera de tiempo. ¿Una casilla de votación? ¿Elecciones? Sí, tan poca difusión se ha dado a la renovación de las Juntas de Participación Ciudadana que, de no ser por ese escándalo, no se hablaría un poco más del tema.
La convocatoria, publicada en la Gaceta Municipal número 13, del 31 de octubre, y en un micrositio con vínculo de acceso en un carrusel colocado hasta la parte final de la página de inicio del Ayuntamiento, habría pasado prácticamente inadvertida, de no se por la histérica intervención del exdiputado y exdirigente del PVEM.
Haya tenido razón o no, la vociferación de Franklin Sarabia ante los sorprendidos funcionarios de la casilla representa un indicio más de la forma en que la politiquería contamina procesos democráticos para elegir a quien represente los intereses de la ciudadanía.
Si el ayuntamiento se considera la autoridad más cercana a la ciudadanía, las Juntas de Participación Ciudadana están llamadas a ser prácticamente la expresión directa de la ciudadanía… salvo porque su elección ha estado contaminada, desde que se les llamaba juntas de mejoras, por intereses partidistas que pretenden instrumentalizarlas.
Quizá el cochinero al que se refirió Franklin Sarabia exista, pero su señalamiento no está libre de ser impulsado por otro cochinero.
“¿Quieres entonces gente que venga del barrio? Te la voy a traer, te voy a traer gente del barrio”, respondió Franklin Sarabia a quien le señaló que el no pertenecía al barrio.
“Te voy a traer gente del barrio” es una advertencia que denota, por un lado, la poca participación de los habitantes de la demarcación, en tanto que, por el otro, una amenaza de Franklin Sarabia de aplicar la técnica que mejor sabe utilizar la gallardía en su papel de PVEM: el acarreo.
Si los habitantes del barrio seguidores del PVEM están tan interesados en esa elección, ¿por qué no acompañaron a Franklin Sarabia? ¿Por qué tendría que traerlos?
La vociferación del gallardista es una mala noticia: si de por sí desde que eran junta de mejoras se les veía como una vía de fortalecimiento de las estructuras partidistas, ese desplante de la gallardía presagia que la elección de las Juntas de Participación Ciudadana se volverá una lucha tan encarnizada y viciada como los procesos electorales en general.
Tanto se cuida, al menos en la Ley de Juntas de Participación Ciudadana, que ese proceso de elección no se vicie, que no se habla de campañas para obtener el voto, sino de etapa informativa, en la que las planillas participantes podrán “realizar actos de difusión de su plan de trabajo dentro de la demarcación, en la que participara”.
“En ningún caso las personas aspirantes a integrar Juntas de Participación Ciudadana, o sus simpatizantes podrán otorgar despensas, regalos o dádivas de cualquier clase o naturaleza”, señala el segundo párrafo de la base séptima de la convocatoria. Una prohibición que resultaría muy valiosa en las elecciones constitucionales.
Si la acusación por parte de Franklin Sarabia resulta una mala señal en el sentido de que vuelve previsible que en el futuro se compita por la Juntas con los mismos vicios que en los procesos electorales, que el propio gobernador Ricardo Gallardo Cardona recurra al mismo calificativo de cochinero para el proceso en curso potencia esa posibilidad.
“La verdad que muy mal el Ayuntamiento, se les ve la avaricia, ojalá que esa avaricia no termine por acabarlos”, señaló Gallardo Cardona, como si lamentara no poder tener el control en esa competencia de avaricia politiquera.
Este próximo fin de semana continúan y concluyen las votaciones en las 258 demarcaciones que se definieron para elegir Juntas de Participación Ciudadana, sin que se promueva el voto.
Tan nula es la difusión de ese proceso que la convierte en la elección de la representación más cercana al ciudadano (incluso más que las autoridades municipales) y sobre la que menos se incentiva a que la gente participe.