Narrativas

Carlos Rubio

Es muy fácil percibir el antes y el después de Andrés Manuel López Obrador, no sólo porque su mandato cambió muchos paradigmas sobre la administración pública, sino porque su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo, es casi un polo opuesto del expresidente, y vive una relación totalmente distinta con los medios de comunicación y las narrativas que se implementaron durante el gobierno del tabasqueño.

Si bien López Obrador no cumplió con su promesa de acabar con la corrupción, sí modificó la forma en la que la población percibe el actuar y las decisiones de los presidentes. Es decir, hoy en día ningún ciudadano aceptaría la compra de un nuevo avión presidencial valuado en más 200 millones de dólares.

Antes de octubre de 2024, no había día en el que no se hablara del expresidente y su mañanera en cualquier noticiero de las principales televisoras del país. Llámese Televisa e incluso Tv Azteca.

La fórmula era sencilla: presentar un desliz que el mandatario federal tuvo con la prensa (que ocurrían casi a diario) y/o una declaración polémica que lanzó en contra de un actor de la oposición.

Una estrategia que, si bien servía para sacar de sus casillas a López Obrador y lograr que semana con semana arremetiera contra la prensa, dando material para que los medios criticaran su actuar, en lo electoral no fue de mucha utilidad, pues, no sólo la popularidad del mandatario no se vio afectada, sino que Claudia y Morena consiguieron una victoria mucho más aplastante que la de 2018.

La popularidad de Andrés Manuel no se dio únicamente por su figura, mantenerlo en lo más alto de la conversación también fue trabajo de los medios de comunicación. La crítica termina siendo un arma de doble filo. Mantener a alguien siempre en las primeras planas, aunque sea en forma negativa, le trae más reflectores que mantenerse todo el tiempo en las penumbras.

Lo peor que le podría pasar a cualquier político, es que no se hable de él. Sea cual sea el sentido.

Para este nuevo sexenio, al parecer los medios han entendido que su estrategia de sumarse a la oposición no les retribuirá en nada más que en perdidas presupuestales y una enemistad con el gobierno federal que de poco les sirve, pues el pretendido objetivo de influir en la cuestión electoral ya puede descartarse casi en su totalidad, por los hechos vistos en la última elección.

Actualmente, la presidenta ha dejado de ser el blanco fácil de los medios de comunicación. La crítica se despresuriza con los miembros del gabinete, el Poder Legislativo e incluso la elección judicial, pero hoy en día ya no es tan fácil ni común que se arremeta en contra de Claudia; su carácter y temple también le juegan a su favor: ya no es fácil presionarla para sacar un comentario incomodo, como sí lo era con López Obrador, que reaccionaba a la mínima provocación.

Después del primero de octubre pareciera que México entró en una tregua entre el oficialismo y los medios de comunicación, lo cual abonaba mucho a la famosa polarización de la que se hablaba y que se hacía presente en redes sociales y hasta en cualquier mesa de hogar a la hora de la comida.

Lo que queda abierta es la posibilidad de que esa tregua acabe y entre en marcha una nueva estrategia para derribar al oficialismo, porque si bien ahora hay cierta “paz”, esto tampoco quiere decir que las cúpulas informativas estén a gusto con ella, sino más bien ocurrió que tuvieron que ajustarse para seguir existiendo.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Actualmente es jefe de información de Astrolabio Diario Digital, con interés y experiencia en Transparencia y el Derecho de Acceso a la Información Pública. Formó parte de la tercera generación del MásterLab en edición de investigaciones organizado por Quinto Elemento Lab.

Skip to content