Octavio César Mendoza
Resulta que no lo creían cuando avisó: Donald Trump va en serio con sus amenazas de purificar la vida pública del planeta, como lo buscan hacer todos los autócratas del mundo cuando el pueblo les entrega la carta blanca de las mayorías electorales. Ese poder absoluto se convierte en un agujero negro y revierte tendencias, anula progresismos o destruye la arquitectura de los Derechos Humanos. Lo único que cuenta es la supremacía, la hegemonía y el absolutismo. El dique de contención de toda dictadura es el equilibrio de poderes, el cual se pierde cuando una mayoría apuesta el todo por el todo de un cambio radical por el león más salvaje de la selva. Y eso ya ocurrió en muchos países de LATAM y, ahora, en los EUA.
Sucede que toda negociación sin margen de autoridad moral o fuerza militar ante Donald Trump, resulta nula. Hay que obedecer al matón del barrio, porque no importa diplomacia, plan o discurso: importa la fuerza. En este momento, la gran fuerza de México debe ser la de aquel antiguo llamado a los ejércitos en aparente desventaja: firmes y dignos. Hay que mantenerse en la posición defensiva durante las primeras fases de la negociación que incluyen las deportaciones masivas de migrantes, el alza de aranceles y el ataque directo a sitios estratégicos de los cárteles mexicanos. El gobierno norteamericano está conformado por ultra capitalistas, ultra supremacistas y ultra belicistas, y eso no es para tomarse a juego.
Ante el descontrol sobre los procesos de negociación entre un ser físicamente débil y su contra parte dominante, la inteligencia persuasiva radica en el acercamiento a los enemigos del segundo, siempre y cuando ésto se dé gradualmente, porque la dependencia de la economía mexicana del estado de ánimo de los gringos se volvió comodina y llegó a su fecha de caducidad: ellos apretarán más fuerte y, si no nos ponemos las pilas, terminaremos en el ahogo de una revuelta interna. Mantener la unidad es preciso -o agarrar de salva sea la parte a los estados “independentistas” también vale, de una vez.
Habrá quienes duden que eso puede pasar, pero está pasando: México posee una de las riquezas naturales subterráneas más pródigas del planeta, eso se le antoja a cualquier depredador del fin del mundo, y Estados Unidos tiene una agenda de eterna expansión, sin duda, basada en la explotación de los recursos naturales de las naciones débiles. La lucha por la defensa de la soberanía no será fácil, pero de eso ya teníamos aviso y no se hizo mucho ni para construir autonomía económica, detener el tráfico de emigrantes y el trasiego de drogas, ni para evitar la vinculación del crimen organizado con gobiernos y empresarios. Alguien pensó que esto era un paraíso sin poner en duda que se volvería un infierno si Trump regresaba a la Casa Blanca. Ahí están los resultados de una carencia de visionarios en el poder: el estado se vuelve un auténtico gólem hecho de amasijos de intereses individuales o grupales, tribales, incapaz de reaccionar con reflejos suficientemente ágiles como para evitar los golpes.
Oh, amigos, me acusaréis de derecha, pero qué razón tenía Porfirio Díaz Mori: pur mecsicou. Llegó el momento de ver si estamos hechos de verdadero mexicanismo, de ese nacionalismo que comienza por defender la identidad, los valores históricos y culturales, mejorando todo aquello que se ha mantenido medianamente bien, y haciendo lo necesario para construir una nueva relación con el mundo y, especialmente, con el matón del barrio. Hay que aprender artes marciales, geopolítica y, ante todo, autocrítica honesta: esto es consecuencia de una lamentable mentalidad de lucro, abuso, corrupción y ojos cerrados ante una realidad que ahora nos supera.
Por lo pronto, firmes y dignos, dignos y firmes.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es poeta, escritor, comentarista y consultor político. Actualmente ocupa la Dirección General de Estudios Estratégicos y Desarrollo Político de la Secretaría General de Gobierno del Estado. Ha llevado la Dirección de Publicaciones y Literatura de la Secult-SLP en dos ocasiones, y fue asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, en el Ayuntamiento y Gobierno del Estado de SLP, y en Casa de Moneda de México. Ganador de los Premios Nacional de la Juventud en Artes (1995), Manuel José Othón de Poesía (1998) y 20 de Noviembre de Narrativa (2010). Ha publicado los libros de poesía “Loba para principiantes”, “El oscuro linaje del milagro”, “Áreas de esparcimiento”, “Colibrí reversa”, “Materiales de guerra” y “Tu nombre en la hojarasca”.