Video | Fuego desbordado, bomberos logran mitigar incendio pese a limitaciones

María Ruiz

El sol apenas comenzaba a calentar el cielo potosino cuando un estruendoso incendio estalló en un terreno de la zona metropolitana de Soledad de Graciano Sánchez, a espaldas del Motel VIP, a unos metros de la carretera Matehuala, en un lugar donde se almacenaban miles de tarimas de plástico.

Ahí las llamas ascendieron más de diez metros, cubriendo el cielo con una neblina densa de humo negro. Mientras tanto, una historia de heroísmo, incompetencia y abandono se desplegaba ante los ojos de la comunidad, dejando al descubierto una red de urgencias mal atendidas.

La fuerza del fuego y la desprotección a los bomberos

A las 10:30 de la mañana, el H. Cuerpo de Bomberos de Zona Metropolitana fue el primero en responder al llamado de emergencia, sin embargo, pronto se hizo evidente que no estaban preparados para enfrentar tal magnitud.

Con mangueras de agua y un equipo básico, los bomberos comenzaron a combatir las llamas que devoraban rápidamente las tarimas de plástico, un material que alimentaba el fuego con rapidez. Las temperaturas alcanzaban niveles insoportables, y el riesgo de que el incendio se propagara a las viviendas cercanas era inminente.

A pesar del trabajo y la valentía, los bomberos no tardaron en darse cuenta de que sus esfuerzos eran insuficientes.

“No tenemos el equipo necesario para esto”, admitió uno de los bomberos mientras miraba impotente el avance de las llamas. “El fuego es tan intenso que el nivel de radiación es capaz de tumbar a cualquiera”, agregó otro, uno de los primeros intoxicados en la zona del siniestro.

En ese momento, la ayuda parecía lejana y la magnitud de la tragedia, imparable. A medida que las horas pasaban y el fuego continuaba su avance destructivo, los bomberos decidieron pedir ayuda a los especialistas en incendios de Pemex, Protección Civil Municipal y autoridades del Gobierno del Estado.

Mientras se observaba cómo el incendio seguía extendiéndose sin control. La escena era desgarradora: un pequeño ejército de bomberos luchando contra un monstruo de fuego con las manos atadas por la falta de recursos.

Ante esta escena fue fácil recordar las promesas de apoyo de las autoridades, y al verlos, estas palabras y rostros políticos que alguna vez prometieron ayudarles, se diluían en la realidad, y la urgencia de la situación era palpable.

El gobierno estatal y de la capital de San Luis Potosí, que en sus discursos había afirmado que respaldaría a los bomberos, parecían muy lejanos.

En su caso, el edil Enrique Galindo Ceballos tan solo envió una pipa de agua, y Gobierno del Estado hizo presencia con camiones cisterna de la Comisión Estatal del Agua, pero aún era insuficiente el equipo para que los bomberos pudieran realizar su trabajo sin arriesgarse. El contraste era evidente, palabras grandilocuentes, pero poca acción.

Los vecinos: el desgaste de la esperanza

Mientras los bomberos peleaban con sus recursos limitados, los vecinos observaban desde lejos, atónitos y preocupados.

Las llamas crecían sin cesar, y el humo se expandía a lo largo del perímetro de esta bodega, dentro de la colonia San Francisco.

“Nunca había visto algo así. ¿Y esos bomberos con qué luchan? Con mangueritas, nada más. Esto está fuera de control”, comentó un residente mientras veía las llamas consumir todo a su paso.

El calor era tan intenso que los edificios cercanos temían verse alcanzados por el fuego en cualquier momento.

La crítica a la falta de recursos era feroz.

“Estamos viendo cómo el gobierno no está preparado para esto. Necesitamos ayuda inmediata, no promesas vacías. Este fuego podría arrasar todo. Los bomberos no tienen respaldo. Ahora vemos la ayuda para ellos es necesaria, cómo arriesgan su vida sin tener alguna garantía”, decía otro vecino.

Aunque la zona fue acordonada, la imprudencia de algunos habitantes no tardó en aparecer. Muchos se acercaron al perímetro, que fue realizado tan solo 40 minutos después de presentarse el siniestro.

Todos se acercaron para tomar fotos, como si el peligro fuera una atracción más.

“La gente no entiende la magnitud de esto. En cualquier momento puede explotar algo”, comentó uno de los elementos de la Guardia Civil Municipal de Soledad de Graciano Sánchez, entre cansancio y desesperación.

La evacuación: un esfuerzo bajo condiciones extremas

La situación empeoró rápidamente. Ante el riesgo de que las llamas afectaran las viviendas, las autoridades decidieron evacuar a los residentes de al menos dos complejos habitacionales y una escuela primaria cercana.

La decisión, aunque necesaria, mostraba la falta de previsión ante la magnitud del desastre. La evacuación fue realizada a toda prisa, sin la presencia suficiente de vehículos ni personal capacitado para asegurar que la zona se despejara con la urgencia que requería la situación.

“No sabemos si hay productos químicos en el aire. Lo único que queremos es salir de aquí antes de que el fuego se acerque más”, comentó una madre de familia que recogía a sus hijos en la escuela primaria, también evacuada.

La incertidumbre reinaba en el ambiente, mientras los residentes, angustiados, buscaban un lugar seguro para resguardarse.

Cruz Roja: los héroes silenciosos

En medio de todo el caos, la Cruz Roja se destacó como una de las pocas instituciones que respondió con rapidez y eficiencia.

Los paramédicos estaban atentos, al pendiente de atender a los bomberos intoxicados por la inhalación de humo.

El trabajo de la Cruz Roja fue fundamental en esta emergencia, pero también evidenció las carencias de un sistema de salud y rescate que se enfrenta a una constante falta de recursos.

“Si no tenemos lo necesario para cuidar a los bomberos, ¿cómo vamos a cuidar a los civiles?”, reflexionó uno de los paramédicos mientras ayudaba a un compañero. Las horas pasaban y la desesperación se hacía cada vez más evidente.

El papel de las autoridades: la falta de respuesta real

A lo largo de toda la emergencia, las promesas de las autoridades no se tradujeron en acciones concretas.

El alcalde Enrique Galindo Ceballos, quien había asegurado en entrevistas previas que la capital brindaría apoyo a los cuerpos de bomberos, dejó claro con su inacción que sus palabras carecían de peso real.

La pipa de agua enviada fue insuficiente para mitigar el impacto del incendio, y los bomberos luchaban contra un gigante de fuego sin las herramientas necesarias.

Por su parte, el director de Protección Civil Municipal de Soledad, Martín Bravo Galicia, intentó explicar la situación a los medios, mencionando que se habían desalojado varios edificios y que ya se trabajaba para evitar la contaminación del aire.

Sin embargo, las respuestas oficiales no lograron calmar la creciente preocupación de los residentes.

“Nos dicen que todo está bajo control, pero yo lo único que veo es fuego y más fuego. ¿Y qué pasa si esto se sale de control? ¿Dónde está el apoyo real? En Soledad se la pasan dando despensas, pero cuando hay problemas de este tipo no hay reacción inmediata, no se apoya a los bomberos, no hay revisión oportuna de estas bodegas”, expresó un vecino mientras se alejaba de la zona afectada.

Un llamado urgente a la acción

Las horas avanzaron, hasta que el incendio pudo controlarse. La falta de recursos, la inacción gubernamental y la incompetencia a nivel local y estatal fueron evidentes en cada paso.

Los bomberos, aún con su valentía y esfuerzo sobrehumano, no pudieron evitar que la situación dejara al descubierto las fallas de un sistema de emergencias que, lejos de ser el pilar de protección que debería ser, se encuentra tambaleante y desbordado.

Mientras tanto, ellos arriesgan su vida y la gente sigue esperando respuestas que nunca llegan.

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