Antonio González Vázquez
El Partido Verde Ecologista de México le queda como anillo al dedo a la Gallardía. Están hechos el uno para el otro: simulan, condicionan, chantajean, especulan, operan, falsean y engañan para, según ellos, hacer política.
La rémora verde y la Gallardía se complementan, son el uno para el otro; juntos dañan y empeoran la de por sí decadente política.
Entre pollos y tucanes te veas.
Desde su nacimiento en 1986, al Verde se le critica por ser el partido de las cuatro mentiras, porque ni es partido, ni defiende una agenda verde, ni es ecologista, ni lucha en favor de los intereses de la nación.
Durante la primera década de su vida no fue más allá de ser una minoría más a la sombra del Partido Revolucionario Institucional, que mantenía su hegemonía en México. A mediados de los años 90 al incrementar su votación y presencia en la Cámara de Diputados, pasó a convertirse en un partido “satélite” del tricolor.
Con la presunta transición del 2000, cuando el PRI perdió por primera vez la presidencia de la república, el Verde consolidó sus lazos con el neoliberalismo y según sus intereses, hizo alianza política y electoral con el PAN y PRI.
La rémora se pegó a la piel azul o a la tricolor y a cambio de apoyarles, de a poco empezó a exigirles más que simples migajas del poder, de modo que gracias al chantaje obtuvieron candidaturas y espacios de influencia.
Así, convertido en un partido depredador que apoyaba la irracional y profunda explotación neoliberal de la naturaleza, consiguió en 2012 su primera gubernatura, la de Chiapas con Manuel Velasco Coello que sigue posicionado como el mandamás de ese presunto instituto político.
El politólogo e historiador, Lorenzo Meyer ha definido al Verde así: “el PVEM nunca ha sido verde. Éste surge en la necesaria coartada de que México era un sistema democrático y pluripartidista; pero se trata de un partido sin estructuras ideológicas: se dice verde, pero nunca lo fue: tomó esa postura porque era un nicho vacío en México. Buscó dónde podía tomar una idea, una bandera; se envolvió en ella y sigue en ella, pero nunca la defendió”.
En el año 2021 el verde dejó atrás su etapa prianista y se sumó a Morena y PT para formar la coalición Juntos Hacemos Historia.
Por todos lados, el obradorismo rechazaba al Verde, pero se impuso la estrategia con el objetivo de lograr la mayoría calificada en el Congreso de la Unión. La cuarta transformación dependía de los votos verdes en el legislativo para sacar adelante reformas constitucionales obstaculizadas por el PRIAN durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
El plan funcionó y el partido de las cuatro mentiras alcanzó más poder y una influencia inusitada sobre la 4T. Con la llegada de Claudia Sheinbaum Pardo a la presidencia de la república y como parte de la mayoría calificada, votaron a favor de las 18 reformas constitucionales que antes habían sido rechazadas.
La coalición de corte legislativo tiene su costo para la cuarta transformación, al grado de someterse a las exigencias del aliado.
Y eso fue lo que ocurrió con la reforma constitucional de la presidenta para prohibir el nepotismo electoral: el chantaje prosperó en la Cámara de Senadores.
Sorpresivamente y con el riesgo de exhibir a la presidenta, las y los senadores de Morena, PVEM y PT, modificaron la iniciativa presidencial en materia de nepotismo electoral en beneficio de la chantajista rémora verde.
Los cómplices y artífices principales del chantaje: Adán Augusto López Hernández, Coordinador de la fracción parlamentaria de Morena y su par de cargo por el PVEM, Manuel Velasco Coello.
La disyuntiva era simple: el PVEM tenía especial interés en San Luis Potosí, reveló el presidente de la Mesa Directiva del Senado, Gerardo Fernández Noroña.
Los tucanes condicionaron su permanencia en la alianza a que se pospusiera hasta 2030 la prohibición del nepotismo electoral.
La desmesurada operación verde fue para salvar el proyecto de la Gallardía, a fin de que el gobernador José Ricardo Gallardo Cardona herede el cargo a un familiar.
El proyecto transexenal estaba al borde del precipicio, pero Manuel Velasco y Adán Augusto López lo salvaron.
La ambición gallardista sigue viva. La siguiente parada de la reforma es la Cámara de Diputados, donde ya se revisa la minuta enviada por la colegisladora.
Para las y los legisladores de Morena y PT no será sencillo tomar una decisión: o ratifican lo aprobado por el Senado, o atienden lo dicho por la presidenta Sheinbaum respecto de prohibir el nepotismo electoral desde 2027.
El Verde repetirá su treta del Senado en la Cámara Baja y amagarán otra vez con el prurito de romper la alianza legislativa. Ese es el chantaje, son sus intereses por encima de los de la nación y del mandato presidencial.
Hace unos días, la 4T no habría sacado adelante las reformas constitucionales en materia de soberanía nacional, ni las leyes secundarias del sector energético sin los votos del Verde.
A esa posición de partido “bisagra”, históricamente el PVEM le ha sacado provecho y lo seguirá haciendo; es una franquicia diseñada para chupar del presupuesto vía cargos de elección popular.
Gracias a su alianza con Morena a partir de 2021, el PVEM ha observado un crecimiento inusitado y aunque son minoría, sacan provecho a sus 14 votos en el Senado y a los 64 en la Cámara de Diputados.
Los necesitan y regatean su respaldo, de manera que sin desdoro exigen y chantajean con la élite en los sótanos de la 4T.
El PVEM y la Gallardía se parecen tanto que cuando el gobernador Gallardo se mira en el espejo, se refleja Manuel Velasco, a quien se refiere y considera como “hermano”.
No hay diferencia entre los pollos y los tucanes, su ADN es engañar.
Para no olvidar: en las elecciones federales de 2018, la Gallardía, entonces apropiada del PRD, formó parte de la coalición “Por México al Frente” integrada junto con el PRI y PANAL.
El talante caradura, convenenciera y falaz de la Gallardía quedó ilustrada cuando el entonces candidato a diputado federal, Ricardo Gallardo instó a sus seguidores a que no votaran por el candidato presidencial, el panista Ricardo Anaya Cortés.
En las candidaturas donde iba alguien de la Gallardía, ahí sí a votar, pero en el resto, no.
En esos comicios, Morena ganó la presidencia con Andrés Manuel López Obrador y la Gallardía abandonó al PRD y al PAN para sumarse a la nueva mayoría donde tendrían su futuro asegurado.
Y ahí están, en San Luis Potosí se apropiaron del PVEM por la sencilla razón de que son idénticos.
Ambicionan la gubernatura, sea para Ruth Miriam González Silva o Ricardo Gallardo Juárez, esposa y padre del mandatario, respectivamente. Por lo pronto, salvaron el primer escollo menester a algo que saben hacer muy bien: chantajear, una de sus tantas especialidades.
La esposa del gobernador acaba de dar una muestra más de lo anterior, al descartarse con frivolidad como futura candidata, aunque enseguida acotó: si las encuestas y el pueblo lo deciden buscará suceder a su marido, pues dijo que las urnas mandan.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha sido docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación durante 25 años. Además, durante 30 años se ha desempeñado como periodista en medios como El Heraldo, El Mañana de Ciudad Valles, Pulso, Milenio San Luis, Diario Digital San Luis, Librevía, La Jornada, Global Media y actualmente en Astrolabio Diario Digital y Periodismo Político.com. También ha sido corresponsal de medios nacionales como Agencia de noticias Notimex, La Jornada y Milenio.