Activismo y autocuidado: romper con el mandato de sacrificio

Fátima Alvizo

Hace unos años, mientras preparaba una carta de contenidos para que un colega facilitara un taller sobre autocuidado para personas defensoras de derechos humanos, me encontré con una cita que no he podido sacar de mi corazón desde entonces. Provenía de un manual elaborado por la Iniciativa Mesoamericana de Defensoras de Derechos Humanos (IM-Defensoras):

“A pesar nuestro, consciente o inconscientemente, las activistas reproducimos uno de los roles más poderosos asignados para las mujeres por el Patriarcado: ser para otrxs. Por ello, aún ante el cansancio, el estrés, el hambre, el sueño y demás, seguimos trabajando. Tenemos tan interiorizado este mandato que incluso las feministas más radicales admiramos a las defensoras que dan su vida por ‘la causa’ y criticamos a aquellas que ponen límites”.

En su momento, la cita me descolocó, pero tardé muchos años en reflexionar realmente sobre lo que implicaba. La defensa de los derechos humanos, particularmente para las mujeres, no solo significa enfrentar un sistema injusto, sino hacerlo mientras se carga con la responsabilidad del trabajo doméstico, del cuidado de otres y de la constante demanda de estar disponible. Esta lucha es una doble jornada, una que es visible y otra que permanece oculta en la estructura misma de nuestras organizaciones y movimientos.

La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI permite dimensionar cuántas personas hay en las organizaciones de la sociedad civil (OSC), gremio conocido también como tercer sector, donde se considera a todo aquello que no es gobierno ni empresas. Este cálculo, al tercer trimestre de 2022, muestra que en México hay 1.04 millones de personas ocupadas en este sector, de las cuales, 64% son mujeres.

Y aunque no hay un estimado parecido entre quienes integramos movimientos sociales o colectivos de personas defensoras de derechos humanos, lo cierto es que las mujeres seguimos reproduciendo en el terreno de lo político y social el rol reproductivo que nos han asignado. Somos quienes organizamos, quienes sostenemos los espacios, quienes cuidan que todas estén bien, quienes nos preocupamos por la estabilidad emocional y logística de los procesos, además de militar y trabajar incansablemente por nuestras causas.

Quisiera traer esta discusión porque de frente al 8 de marzo pareciera que es el único momento donde quienes nos dedicamos a promover y garantizar los derechos humanos de las mujeres y las niñas somos visibles y nuestro trabajo es necesario. Ahora es ese momento del año donde nos exigen mayores cantidades de horas dedicadas al movimiento, a la visibilización de causas, a coadyuvar en talleres, eventos, marchas y protestas, pero poco tiempo al descanso y al autocuidado.

Pero la resistencia también debe ser sostenida. No podemos permitir que el mismo sistema que combatimos nos consuma. Si queremos transformar nuestra realidad, también debemos cuestionar la forma en la que nos involucramos en la transformación social. Aprender a ponernos al centro no es abandonar, sino garantizar que podamos seguir aquí, presentes y en pie, a largo plazo.

Es momento de reconocer que el activismo, como cualquier otro trabajo, debe sostenerse desde el autocuidado y el cuidado colectivo, no desde la entrega absoluta que nos consume. Necesitamos un movimiento donde la lucha no signifique agotamiento, sino también alegría. 

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Fátima Alvizo. Feminista a veces pero siempre mujer con consciencia de clase y cuya red flag es ser habitante de twitter desde 2009. Graduada en Derecho y maestra en Derechos Humanos y Democracia, especialista en violencia contra las mujeres basada en género, docente, investigadora y analista criminal. En sus ratos libres defiende derechos humanos con sus amigas en Lúminas, Centro de Derechos Humanos AC e intenta que sus gatitas le agarren cariño.

Lúminas, A.C. es una organización sin fines de lucro dedicada a la promoción y defensa de los derechos humanos con especial atención en las mujeres y las infancias y sus Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales (DESCA). La integran Olga Elizabeth Lucio Huerta, Gabriela Alejandra Rodríguez Cárdenas, Mónica Reynoso Morales, Fátima Patricia Hernández Alvizo y Maritza Aguilar Martínez.

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