El donut o dona, como se le conoce en México, llegó a Nueva Ámsterdam -hoy Nueva York- bajo el nombre holandés de olykoek, que significa “bizcocho aceitoso”. Corría el siglo XVII y aún no tenía agujero. A mediados del siglo XIX, Elizabeth Gregory, madre del capitán de un barco de transporte de especias, usó la canela y la nuez moscada que le proporcionó su hijo, además de piel de limón, para crear un bollo frito al que le puso en medio -la parte que no se acababa de cocer- nueces y avellanas. Así aguantaba largas travesías sin estropearse, y de ahí su nombre: dough, que significa ‘masa’, y nut, ‘fruto seco’ o ‘nuez’.
Según la versión popular, en 1847, el vástago de la señora Gregory Hanson, le puso el agujero a la dona, al clavarlo en uno de los radios del timón de su navío durante una tormenta, ya que necesitaba usar las dos manos. En una entrevista posterior, el marinero explicó que había creado el primer donut “al hundir un pimentero en su centro”, lo que solucionaba el problema de la falta de cocción en ese punto.
Finalmente, este dulce se popularizó en la Primera Guerra Mundial, cuando mujeres estadounidenses se desplazaron al frente para preparárselo a los soldados de su país, a los que llamó doughboys. De vuelta a casa quisieron más… Y así surgió toda una industria.
Fuente: Muy Interesante.