CAJA NEGRA

Todo es culpa de la lluvia

 

La lluvia, presunta responsable de agredir impunemente a la ciudad con un aluvión torrencial, no satisfecha con el daño causado amenaza con sentar plaza en la ciudad de la que parece no tener quien le haga frente. La lluvia en su faceta más destructiva y actuando con absoluto dolo atacó a una ciudad indefensa y a miles de ciudadanos vulnerables.

 

Densas nubes se arremolinaron y crearon un techo plomizo sobre San Luis Potosí en algo considerado como asociación delictuosa y descargaron oncéanos, muros de agua, trillones de feroces gotas de lluvia. La autoridad pese a sus loables esfuerzos y a su ya clásica preocupación por provenir contingencias se vio ampliamente superada por el ejército líquido que hacia parecer que se desplomaba el cielo.

 

Ni siquiera cuando el alcalde Mario García puso en practica todas sus habilidades tratándose de fenómenos naturales, ni toda su sapiencia y virtudes para resolver problemas, fue suficiente para enfrentar la furia desatada de la naturaleza.

 

Se agradece el encomiable empeño del alcalde y de todos sus colaboradores por atenuar el caos que abrumó a la ciudad, por supuesto que se aplaude puestos de pie que todo lo que hicieron Mario y su equipo para impedir que las aguas cubrieran totalmente a la ciudad; de no ser por su oportuna y valiente actuación, a estas horas estaríamos lamentando una afectación de tintes tan dramáticos y dolorosos como históricos: gracias alcalde, usted ayudó a superar con creces la emergencia provocada por las aguas turbulentas..

 

En efecto, todo es culpa del agua. Aquí el tamaño del gigantesco fenómeno: 28 milímetros de lluvia inclemente, es decir un diluvio de proporciones bíblicas. No hay obra de ingeniería hidráulica capaz de dar salida a tan terrible torrente.

 

Nadie, absolutamente nadie, puede decir que Don Mario no se ocupó ni se preocupo del meteoro. Al frente de su equipo de colaboradores trabajo sin descanso todo el sábado y hasta entrada la luz del siguiente día. Ordenaba, sugería, aconsejaba, daba aliento al equipo municipal que enfrentó infranqueable el alubión.

 

Es la lluvia la enemigo número uno de San Luis. Ya lo dijo el gobernador con tino doctoral: por la lluvia ha sido imposible terminar obras de beneficio social, la ingrata lluvia no nos dejó terminar la ampliación del bulevar Santiago. Que la historia juzgue agua el tremendo daño que nos ha hecho el agua.

 

A esas gotas cantarinas, frescas, alegres y puras se les debiera cargar el delito de asociación delictuosa pues con tal de hacer quedar mal a Don Mario y para destruir la ciudad y dañar a las familias potosinas, es que se unieron en cientos y luego en millones para formar mares sobre nuestras hermosas avenidas y nuestras impecables calles.

 

Parecían uno de los jinetes del Apocalipsis esas gotas de lluvias que en su furia inundaron el puente Manuel José Othón, ilustre obra municipal recién reparada y ahora recién cubierta por cinco metros de ignominiosa agua.

La verdad, los que escriben poemas, canciones y sonetos al agua, no tienen idea de lo que esa malvada es capaz de hacer, pues sin tentarse el corazón ha pretendido dividir a nuestra querida capital, perversidad que habría logrado de no ser por la agraciada y pertinente y atinada y bendita presencia del señor presidente municipal.

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