Ciudad de México (08 de diciembre de 2015).- Dicen que el que a hierro mata a hierro muere, así que al humano se le ocurrió que era una buena idea castigar a los asesinos matándolos. En un mundo lleno de violencia, donde la indignación crece día con día ante atroces actos inhumanos, la solución resulta igual de salvaje, la muerte.
La pena capital ha estado presente casi desde que se estableció un sistema penal en la sociedad, es decir se remonta a principios de la historia. Si bien una idea cruel, nadie dijo que no hemos sido creativos, así que las formas de castigo pasan desde las apedreadas, la crucifixión, la hoguera y la guillotina, hasta las más tecnológicamente avanzadas silla eléctrica, cámara de gas e inyección letal. Usted elija, si de matar se trata, los humanos no reparamos en gastos ni imaginativas ideas.
Aunque actualmente esta práctica está abolida en la mayoría de los países del mundo, varias naciones siguen implementando la pena de muerte para condenados a delitos graves. En Estados Unidos, por ejemplo, el método más utilizado es la inyección letal.
Se utilizó por primera vez en el estado de Texas el 7 de diciembre de 1982. De inmediato fue adoptada en otros estados pues las autoridades la consideraron más “humana” que la silla o la cámara de gas (aunque en realidad se ha descubierto que el prisionero muere casi dos horas después de haber sido inyectado y aún no es claro si sufre o no).
Se trata de un procedimiento en donde el condenado a muerte recibe una dosis mortal de una mezcolanza de drogas, un coctel del otro mundo. Y aunque se le conoce como inyección la realidad es que el procedimiento consta de tres inyecciones:
- La primera tiene como objeto dejar inconsciente a la persona y se utiliza Tiopentato de Sodio, un anestésico de acción rápida.
- La segunda es para detener la respiración del prisionero por lo que se le inyecta un relajante muscular, Bromuro de Pancurnio, para detener los movimientos respiratorios.
- La tercera y última es Cloruro de Potasio, para detener el corazón del condenado.
Para evitar cualquier error, se usa el triple de dosis necesaria, ya saben, por si las moscas.
La aplicación puede ser de dos maneras: de forma manual donde hay unas personas encargadas de inyectar al condenado (y están en otra habitación para no tener que convivir con el muerto), y la forma automática donde existen dos módulos, cada uno con la capacidad de accionar la cadena de las tres inyecciones (sólo un módulo envía la señal correcta, así los que lo activan no saben si fueron ellos o no los que dieron la orden, un consuelo para el ejecutor). Lo que sí es que ningún doctor participa en el proceso por aquello de su juramento hipocrático.
El Centro de Información sobre la Pena de Muerte, con sede en Washington, indicó que ese método ya se utilizó para ejecutar a 901 personas en los Estados Unidos.
Fuente: Click necesario.
