Esperando  la Prosperidad

Por Antonio González Vázquez

Fotografía: Julieta  Díaz de León Rentería

El gobernador en turno habla de prosperidad y dice que en los próximos años seremos prósperos: vamos a administrar la prosperidad. Como en los cuentos de hadas, todos viviremos felices por siempre jamás. Al menos esa es su intención, que la prosperidad esté con todos ustedes.

Pero mientras llegan esos días de felicidad, hay que vérselas con demonios más presentes e intimidantes. Pobreza, marginación, miseria, segregación, olvido, indiferencia. La prosperidad puede tardarse al menos un par de años, cosa que no es tan grave si se piensa en el futuro halagüeño que nos espera, de modo que este hombre decidió esperar sentado.

Mira hacia un lado y otro e intenta abarcar su vista lo más lejos posible por si hay alguna señal de la prosperidad, pero su mirada cansina dice que no, que la prosperidad aun no asoma las narices por la esquina.

Ahí lo tiene, en una fría noche potosina en la víspera de las posadas, esperando a la prosperidad. Se le ve demacrado, como cansado de llevar una vida de pata de perro. Parece que no le ha ido del todo bien y todo hace indicar que es uno de los 41 mil potosinos que al día de hoy no tienen trabajo.

Sentado en la acera, decidió tomar la gorra y extenderla para ver si algún alma piadosa le da unas monedas, puede que la prosperidad se tarde algún tiempo más y entonces con qué va a comer.

Mira en la distancia como quien ve venir la oscuridad absoluta, de seguro no tiene a donde ir a dormir y tampoco confortable hogar decorado con luces de colores en la ventana. No deja de ver hacia un punto indeterminado de la calle, está buscando la prosperidad y piensa que tal vez es como la navidad y que de lo que se trata es de ponerse alegre y baliar de alegría, igual y eso es la prosperidad.

Él no lo sabe, pero el gobernador que ha prometido prosperidad a caudales para todos, recibió de aguinaldo 126 mil  763 pesos. Es bueno que no lo sepa, pues de ver su gorra vacía de limosnas seguramente estaría doblemente acongojado pero mil veces más encabronado; pero que se le va a hacer, no hay de otra sino seguir esperando a que llegue la prosperidad.

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