La crisis del juguete

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Ciudad de México (05 de enero de 2016).- Con el Día de Reyes a la vuelta de la esquina, los regalos para niños se venden en cantidades regulares y con esto, muchos adultos sienten nostalgia por los juguetes que en su niñez los hicieron felices. Roberto Shimizu no tiene este sentimiento.

Los videojuegos, las tabletas, y los smartphones han venido a sustituir, en gran parte, a los muñecos, los carros de pedales, y los trompos, que hace años hicieron tan feliz a Shimizu, que decidió empezar a conservarlos todos. Hoy tiene una colección de alrededor de un millón de juguetes.

“Hoy un niño tiene juguetes, pero prefiere ponerse a jugar con el teléfono de su mamá. Hay muchos niños que todavía no saben hablar, pero ya saben manipular el control de la televisión. Desde los  dos años ya saben moverle a la tableta”, explicó Shimizu, quien en 2006, con su colección, abrió el Museo del Juguete Antiguo.

Para Shimizu el juguete mexicano, que fue muy popular a mediados del siglo XX en el país, es una expresión de la felicidad de los mexicanos en esos tiempos.

“Yo empecé a guardar todo lo que me hacía feliz. Mi papá me apoyó, porque decía que tenía que conservar esos recuerdos, porque a este país se lo iba a llevar la fregada. El juguete no es sólo el pedazo de madera, es mucho más, es la ilusión de quien lo construyó y la ilusión de un niño cuando juega con él”.

Para Shimizu los juegos de hoy no activan la imaginación y no promueven la convivencia. “Antes te subías a un carrito de pedales, se subían todos ahí, hacías ejercicio. Hoy los niños se suben a un Hot Wheels, le pisan y sólo avanza, y el niño a las dos vueltas ya  se aburrió y se baja.

“Le compran a un niño un juguete carísimo, que te lo venden como coleccionable, y el papá le dice ‘no lo saques de su caja, porque después va a valer más’. No sé si después va a valer más, pero sé que en 25 años va a dejar de ser niño y nunca va a jugar”, señaló.

En 2006, al pensar en el problema que representaría que su colección terminara sin que nadie le apreciara, Shimizu, junto con sus hijos, decidió abrir un museo.

“Quise abrir el museo para que mis hijos entendieran el valor de la colección. El riesgo de un coleccionista es no tener a quién dejarla y se pierda. Mis hijos hubieran dicho ‘mira qué cochinero dejó mi papá. Remátalo, regálalo’”.

Shimizu cree que la tecnología tiene en riesgo que el juguete se extinga, pero cree que los padres de familia  lo pueden rescatar.

“Creo que el juguete se va a morir. Para los papás es más sencillo que vean la televisión, que jugar con ellos.

“Los papás tienen que enseñar a sus hijos a jugar. Un niño no sale del vientre y va a la universidad. Tampoco debe empezar a jugar con una tableta”.

Fuente: Excélsior.

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