Los ejecutados

 

Por: Antonio González Vázquez.

 

Al cumplirse el primer semestre de gobierno de Juan Manuel Carreras la inseguridad y la violencia no variaron mucho desde que inició la administración. De hecho, en cuanto a inseguridad, el actual es una extensión negativa del sexenio anterior.

El 26 de febrero, al empezar sexto mes carrerista, la policía dio a conocer que una osamenta localizada en Tamuín el 24 de diciembre de 2015, correspondía a Isidro Rivas, un comerciante del municipio de Ébano que había sido secuestrado y por quien sus plagiarios, exigían el pago de dos millones de pesos. Isidro que tenía una tienda de abarrotes lo convirtió en víctima de la delincuencia que creyó que la familia tenía mucho dinero. No pudieron juntar los dos millones y don Isidro fue asesinado y sepultado en un baldío del rancho Los Huastecos en Tamuín. Por cierto, Isidro no estaba en las estadísticas de secuestros que, para el gobierno, en 2015 solo sumaron ocho.

 

Un hombre de aproximadamente 30 años de edad que se supo tenía oficio de chofer y que también se supo había sido “levantado” por la tarde del 25 de febrero de 2016, fue ejecutado con disparo de arma de fuego en la frente. Su cuerpo apareció el 26 de febrero cerca del periférico norte. El cadáver fue arrojado a las aguas negras que corren por un canalón. La cabeza estaba sumergida en la corriente y el resto del cuerpo yacía en la orilla, así lo encontró la policía y el agente del Ministerio Público que estimó, tendría apenas unas horas de haber muerto.

 

Ya no hay donde poner la capacidad de asombro que se ha ido perdiendo con el actuar de los criminales. Ahí tienen que arrojaron un cadáver en la azotea de la casa de una anciana en la colonia Independencia. Vaya a saberse cómo fue eso, pero en la calle República de esa colonia, luego de convivir con el cadáver, alguien se dio cuenta de que había un olor fétido y no se sabía su origen. Era 29 de febrero. Tras buscar por todos los rincones de la casa la fuente del apostadero, subieron a la azotea de la casa de doble planta y ahí estaba, el cuerpo en descomposición de un hombre. Pero luego de que avisaron a la policía vino otra sorpresa mayor: dijeron en la Procuraduría que una vez que se realice la necropsia se definiría si hay delito que perseguir, como si el hecho de encontrarse un cadáver en la azotea de la casa no sea ya suficiente como para ponerse a investigar.

 

Le dieron un balazo en la cabeza, murió y luego arrojaron el cuerpo en plena carretera por la noche del primero de marzo. El cadáver quedó de lado sobre su costado derecho en el acotamiento de la supercarretera San Luis-Villa de Arriaga-Ojuelos. Lo encontraron en el kilómetro nueve esa rúa y la policía no lo puso identificar porque no portaba absolutamente nada en las bolsas del pantalón. Tendría unos 25 años calculó la policía antes de ser ejecutado el día primero de marzo.

A la una de la tarde del día dos de marzo la policía estatal en el municipio de Matehuala recibió una llamada extraña. Les dijeron que a la vera de un camino vecinal estaba un cajón grande en color negros de esos que utilizan para colocar un montón de bocinas en autos y camionetas, pero que parecía haber algo dentro. Los policías se trasladaron a la comunidad de Encarnación de Abajo y en un camino solitario dieron con el cajón, le dieron vuelta, lo abrieron y se encontraron el cadáver de un hombre de unos 30 años de edad. Lo habían ejecutado y estaba maniatado de pies y manos, mientras que la cabeza estaba cubierta con una bolsa de hule. No se le encontró identificación alguna por lo que se recogió el cuerpo en calidad de desconocido.

 

Unas horas después de haber sido secuestrado, Alfonso de 29 años de edad, dueño de un negocio de venta de autos usados, fue ejecutado al recibir siete disparos, dos de ellos en la cabeza. Su cuerpo fue abandonado en un camino desolado por el rumbo del Periférico Norte. Cuatro sujetos fuertemente armados lo habían privado de la libertad luego de que terminó su entrenamiento en un gimnasio en la plaza comercial Wal Mart de la carretera que conduce a México. Se lo habían llevado a las once de la noche del primero de marzo y su cuerpo fue localizado el día dos aproximadamente a las seis de la tarde, luego de que la policía recibió aviso de que cerca de la comunidad de El Hacha, había un cuerpo de un hombre semidesnudo y con un disparo en la frente. Junto al cuerpo, la policía encontró un narcomensaje en una cartulina en donde un presunto grupo de la delincuencia organizada se hacía cargo del crimen. La policía no dio detalle de la autoria del mensaje. Sobre esa ejecución y otras en esos mismos días, el Secretario de Seguridad, Arturo Gutiérrez le dijo a la prensa que su “apreciación” es que San Luis “sigue siendo un estado seguro”.

Samantha Jocelyn quería ser doctora pero la muerte la recogió en su seno. A sus escasos 21 años estudiaba en la facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Por la mañana del seis de marzo encontraron su cadáver en el estacionamiento de un edificio de departamentos ubicado en Río Nazas en Lomas. La joven originaria de Guanajuato habría caído desde una altura de diez metros y murió, pero llamó la atención que presentaba huellas de haber sido maniatada puesto que tenía lesiones en las muñecas y tobillos. Cayó ¿o la arrojaron? por un pozo de luz.

A Jorge Luis de 20 años de edad le aplastaron la cabeza. Murió en el rústico zaguán de su humilde casa con piso de tierra en la colonia Satélite. Minutos después de la una de la mañana del domingo seis de marzo, Jorge Luis y algunos de sus compañeros habían sostenido una pelea callejera con un grupo y cuando huía, lo alcanzaron hasta su casa donde lo golpearon salvajemente y al final, le dejaron caer una piedra de gran tamaño en la cabeza para matarlo.

El día doce de marzo murió César. Tenía 26 años y trabajaba como valet parking en el antro de nombre “Titanium”, mismo que había sido atacado por hombres armados cerca de la medianoche del lunes siete. Ese día cinco antros fueron atacados y aunque aún se mantenían cuatro heridos más, la Policía Ministerial no tenía resultado alguno acerca de los responsables.

Un asaltante fue abatido por elementos de la policía durante un enfrentamiento en plena avenida Himno Nacional, esquina con Independencia. Al filo del mediodía del viernes 18 de marzo, también Viernes de Dolores, un empleado del diputado José Luis Romero Calzada salió de BANORTE tras hacer efectivo un cheque por 40 mil pesos. Unos sujetos se lanzaron sobre él para arrebatarle el dinero, pero con tan mala suerte que unos policías estatales que andaban por la zona se percataron y como se dice los cacharon con las manos en la masa; instantes después llegaron unos ministeriales, que también extrañamente andaban por esa zona y pues ya está, se armó la trifulca y el desigual enfrentamiento acabó pronto con la eliminación de un delincuente, otros dos huyeron como diría el clásico de la nota roja “con rumbo desconocido”.  Luego del suceso, el gobernador Juan Manuel Carreras resumió lo sucedido: “esto muestra de que estamos trabajando”. En serio, eso dijo.

 

A Celestino Alvarado lo mataron de tres tiros: uno en la cabeza, otro en el abdomen y uno más en su antebrazo derecho. Sus asesinos se lo encontraron en un camino del ejido La Hincada. Estaba tirado junto a su camión de transporte de caña y unos jornaleros de la región al verlo dieron aviso a la policía, era la madrugada del 26 de marzo, apenas empezaba el sábado de Gloria, ese fue el día que ejecutaron a Celestino y como la policía no tenía ni pistas ni idea de quien habría sido el o los asesinos, convinieron en que pudo haber sido un “lío de cantinas”. La brillante deducción en realidad no fue confirmada.

Skip to content