El dinero del “cártel de la chatarra” compra gobiernos

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Ciudad de México, (28 de marzo).– Perú es uno de los pocos países en el mundo que ha iniciado una batalla directa con las grandes industrias productoras de comida chatarra, alta en azúcares y ultra procesada, y no ha sido fácil: el principal enemigo es el dinero que esos corporativos reparten entre funcionarios de gobierno para impedir etiquetados justos y con información suficiente para alertar a los consumidores sobre lo que comen, los efectos nocivos que tiene para su salud y que incluso derivan en muertes de millones de personas, afirmó el Diputado peruano Jaime Delgado Zegarra.

El proceso, que ha durado más de dos años no sólo ha estado respaldado en el Congreso por legisladores de diferentes partidos; la sociedad civil, las universidades, los médicos y algunas escuelas de educación básica, se han pronunciado a favor de las reformas al etiquetado que permitan al consumidor estar informado sobre lo que contienen los alimentos que encuentra en el supermercado.

El legislador Delgado Zegarra, quien es un experto en el tema, expuso en entrevista paraSinEmbargo cómo, durante este proceso de cambios, las industrias no se han quedado con los brazos cruzados, aunque en el afán de proteger sus intereses tuvieron el efecto contrario al que buscaban: la sociedad está dispuesta a defender sus derechos como consumidores.

Las industrias tienen un modus operandi, expuso Delgado, ya que en todos los países que buscan establecer leyes que modifiquen el etiquetado actual y que ni siquiera los estudiantes de nutrición comprenden, pues el dinero de las grandes corporaciones se pone a funcionar para contratar a los mejores abogados y emprender campañas masivas en medios de comunicación. Otra característica es el cabildeo internacional, en el que, también con dinero, incitan a los gobiernos de países a emitir recomendaciones en contra de un etiquetado avanzado.

México es uno de los países que se acomodó al discurso empresarial y a través de la Secretaría de Economía (SE) emitió una serie de recomendaciones en contra del etiquetado semáforo de Ecuador. Este tipo de acciones no pueden provocar que se elimine el etiquetado que se critica, pero sí funciona para desincentivar a otros países que busquen una reforma alimentaria.

El Diputado calificó el acto como penoso y, agregó, cuando un país recibe dinero de las industrias, pierde toda legitimidad y queda atado en todas las políticas que busque implementar, incluso en aquellas que beneficien la salud de sus ciudadanos.

–¿Cómo es que se logra en Perú una ley general de etiquetado que sólo existe en dos países, Perú y Chile?

–Ha sido un proceso muy complejo y que la discusión ha tomado más de un año. En primer lugar ha tenido un fuerte respaldo social, lo que resultó muy importante. Numerosas instituciones privadas se involucraron en el tema, de tal manera que le dio un respaldo en los momentos más apropiados, es decir, cuando la industria arremetió  e hizo presión para que no se aprobara. Finalmente, una encuesta reveló que el 84 por ciento de la población respaldaba la ley y esto dio el aire suficiente para que el presidente  de la República no cediera a las presiones de las empresas para frenarla. También ha sido importante el trabajo previo que se vino realizando durante muchos años en el cuestionamiento a todo el sistema de etiquetado y de publicidad, con denuncias permanentes sobre publicidad engañosa, sobre etiquetado engañoso. Todo eso puso en evidencia que el sistema actual no estaba funcionando, no cumplía con el cometido para el cual estaba destinado el proyecto. En las etapas previas, nosotros en Perú tenemos un código de protección al consumidor, que se aprobó en el año 2010. En este código, que sólo tenemos dos países, Brasil y Perú, ya adelantamos en cuanto a algunos temas importantes, como en la naturaleza de los productos alimenticios, en los que se procura destacar un elemento que no es el principal en el alimento, por ejemplo, en los refrescos en los que no hay otra cosa más que saborizantes y de pronto podrían tener un poco de fruta, prácticamente como saborizante; sin embargo, lo que se destaca es la fruta. Entonces, en el supermercado lo que encuentras es el jugo de naranja, todo es el atributo a la naranja, pero su composición es agua, azúcar, saborizantes y lo mínimo que tiene podría ser algo de naranja. El error es que en la caja se vende jugo de naranja. Lo mismo pasa con la denominación de los productos. ¿Qué es el chocolate? Un producto elaborado esencialmente con cacao, pero hay algunos productos que con sólo tener uno o dos gramos o que incluso no tienen cacao, ya tienen el nombre de chocolate. Una de las primeras cosas que hicimos con el código de protección al consumidor, es que la marca coloque el nombre del producto la verdadera denominación. Si quieres llamarle chocolate a algo, no se debe hacer por capricho, tiene que corresponder a la verdadera naturaleza y ahí remitirte a la norma técnica y si no cumple no eso, la empresa no puede nombrarlo y, por lo tanto, ofertarlo de esa manera.

Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

–Entonces se trata de un trabajo que se hizo en conjunto. ¿Qué instituciones participaron para elaborar estas reformas que pararon el engaño comercial?

–Nos juntamos los parlamentos de distintas bancadas y todos vinculados al tema de salud, consumidor, alimentación, etcétera. Eso fue importante. No se hizo un tema partidario, sino que se trata de un tema que compromete la salud, por lo que no debe haber diferencias partidarias. Fue importante que congresistas de cuatro grupos parlamentarios diferentes pudieran integrarse en una sola propuesta. En segundo lugar, fue importante armonizarse con lo que se está pensando y sintiendo a nivel internacional, es decir, los organismos internacionales, ya que es un tema global, no es sólo de Perú o de México, sino que es transversal a todos los países. Hubo información sobre lo que se está estudiando, las evidencias científicas, los avances, las propuestas internacionales. Es decir, no se tienen que estar inventando las cosas, hay que tomar las mejores experiencias internacionales y en función de eso realizar propuestas que sean coherentes y eso hicimos: dijimos qué funcionaba en el mundo y las propuestas más razonables. En tercer lugar, la participación de la sociedad civil, desde asociaciones en defensa del consumidor, de nutrición, colegios profesionales, universidades, centros de investigación. Toda la población terminó estando involucrada en el proceso de discusión.

–Ante todo esto, ¿cómo fue la reacción de las empresas?

–Su reacción nos ayudó mucho, ya que fue furibunda, insultante, agraviante. A mí me sacaron caricaturas en los medios, 30 editoriales en contra, ridiculizándonos, etcétera. Pero, contrario a lo que esperaban las empresas, eso ayudó a poner el tema en la agenda pública, ya que estuvo ahí, la gente dijo “ustedes pueden decir lo que quieran, pero aquí nuestros hijos están resultando afectados y creemos que esa propuesta puede contribuir a mejorar las condiciones en la que se produce la alimentación”. Les salió, como decimos, el tiro por la culata. Tanta agresividad en nuestra contra terminó victimizándonos y dándonos la razón con nuestras propuestas. También contamos con mucho apoyo internacional, porque en los momentos más duros, hemos recibido el respaldo de muchas organizaciones internacionales que están trabajando por el tema de la salud. Todo este proceso fue necesario, porque los parlamentarios que quieran embanderarse con esto, no les será fácil porque van a recibir todo el ataque de las empresas, ya que ellas defienden sus propios intereses, entonces en ese momento es importante mencionar que los parlamentarios cuentan con el respaldo del país y que están defendiendo los intereses de la población.

–¿Qué opinión le genera que tanto grupo parlamentarios y la sociedad se hayan unido en contra de las grandes industrias?

–No es algo muy común, sobre todo porque las industrias tratan de tener de su lado a la población con argumentos falaces. Por ejemplo, quieres prohibir o regular la publicidad, comida chatarra, ellas salen con argumentos en los que se pone en riesgo la transmisión de los partidos del mundial de futbol, porque la empresa no va a poder poner publicidad en los medios y en consecuencia, los canales no van a poder difundir el mundial, qué lástima, nos van a privar del mundial. Otra cosa que nos dijeron es que se está cuestionando la libertad de expresión, la libertad de prensa está en peligro, porque si tú prohíbes este tipo de publicidad, los canales de televisión sólo van a poder recibir la publicidad estatal, lo que significará que estarán supeditadas a lo que diga el gobierno y dicen “se acabó la libertad de expresión en este país”. Tratan de tener una serie de argumentos para decirle a la población que esas iniciativas son peligrosas, ponen en riesgo a la democracia, la libertad de expresión, la posibilidad de ver campeonatos mundiales. Eso evidencia que hay mucha astucia y además, de que tiene muy buenos voceros porque ¡tienen toda la plata del mundo! Y con todo eso, acceso a los más grandes bufetes de abogados, consultores económicos, expertos en marketing y comunicación a su disposición, y van a salir una serie de voceros, técnicos, especialistas “independientes” que van a cuestionar estas iniciativas. Ese es el momento en el que los médicos deben salir, la gente que trabaja el tema de salud. En Perú sí salieron. Los abogados van a salir en defensa de las empresas, del régimen económico, a defender la libertad de empresa, expresión y entonces, ¿quién está defendiendo la salud de la gente, la vida de la gente que se está muriendo? Ese es el momento en el que se deben confrontar las dos posiciones.

LA CULPA ES DEL ETIQUETADO

Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

–Esta fue la discusión en los medios, ¿pero hubo presiones dentro del Congreso?

–Claro, hubo tanta presión que en el momento más difícil, las bancadas que respaldaron la ley y que algunos incluso elaboraron, no votaron por ella. A ese nivel.

Los partidos exigieron a sus parlamentarios que suscribieron la ley que retiraran su firma, ese es el tamaño de la presión que se recibe en esos momentos. Uno tiene que saber y tener las estrategias del caso para poner en acción las leyes y para ver si se tienen los votos suficientes, porque ejercen todo tipo de presión. Durante varias semanas tuvimos a gente de las empresas haciendo lobby en el Congreso, conversando con todos los parlamentarios para neutralizarlos, porque finalmente está el financiamiento de los partidos políticos de las campañas, ¿de quién reciben financiamiento? De Coca-Cola, Nestlé, Bimbo. Entonces, al final tienen que pagar los favores. El problema es cuando los parlamentarios llegan al Congreso financiados por la industria, porque no tienen libertad.

–¿Cuánto tiempo se llevó todo este proceso y en conclusión, cómo es el etiquetado que hoy maneja Perú?

–Nos tomó dos años aprobar la ley, pero tampoco está completamente vigente, ya que ahora está la necesidad de un reglamento que establezca los niveles de azúcar, sodio, grasas trans y grasas saturadas, porque en el tema del etiquetado se ha establecido que efectivamente, tiene que haber un etiquetado frontal que advierta la presencia de alto contenido de esos elementos, pero esos niveles nosotros los queríamos poner ya en la ley, sin embargo no fue posible porque no se logró tener el consenso y la mandaron a reglamento. Vino la etapa del reglamento y la industria siguió con la presión, entonces terminó el Ministerio de Salud publicando un proyecto de reglamento, estableciendo niveles de azúcar cuatro veces más altos de lo establecido en las instancias internacionales. Con ese proyecto hasta Coca-Cola sería saludable, esa es la presión que el sector comenzó a sentir. Sin embargo, ante ese escenario hubo una intensa movilización social en protesta, la gente no comprendía porqué el gobierno quería aprobar un reglamento que violaba la ley y ante eso, el Ministerio de Salud no tuvo de otra más que retroceder en esa pretensión. Después se solicitó la opinión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) que ratificó los niveles máximos para los alimentos, porque no es que se vaya a prohibir el producto, sino llamarlo alto en azúcar, alto en sodio y alto en grasas. Están por publicarse esos niveles de acuerdo a los parámetros de la OMS y de la OPS. Sólo en ese momento podremos obligar a las empresas a que comiencen a regular todo el tema que conlleva a cuestiones como los kioscos (tiendas) escolares, ya que está prohibida la venta de comida chatarra, y pasa lo mismo con los centros hospitalarios.

–¿Cómo ha sido la reacción ante eso?

–Las empresas continúan reaccionando, siguen haciendo presión. Hace pocos días la Presidenta del Congreso recibió una carta que cuestionaba los parámetros de la OPS. La industria quiere sus propios parámetros que son los que permitirían el 80 por ciento de azúcar. Ahora han comenzado con una campaña en la que dicen que el azúcar no es “tan” mala como se dice, a pesar de que haya bastante evidencia científica que demuestra lo contrario. Sin embargo, aprovechan la ignorancia y la desinformación de funcionarios públicos.

–¿La industria ha argumentado obstáculos de comercio?

–Todo lo que sea posible imaginar. Esto ha tenido que pasar por todas las consultas internacionales, ya que se encargan de presionar a algunos países para que presenten observaciones en contra.

–Como México.

–Exacto. Ellos son expertos haciendo lobbys (cabildeo) de esa naturaleza.

–Entrando en este tema, ¿qué opina de que México, con los índices más altos de obesidad en el mundo, haya emitido un documento a través de la Secretaría de Economía criticando el etiquetado de Ecuador?

–Es penoso. Yo no soy el indicado para juzgar las decisiones de un gobierno, pero es una lástima que mientras internamente México ha dado un ejemplo de decisión en materia tributaria con el impuesto que colocó a la comida chatarra, lo que es un ejemplo y una apuesta por la salud de la población, al mismo tiempo cuestione las herramientas que no hacen otra cosa más que informar a los consumidores, lo que es además, un derecho fundamental en todo el mundo, que las personas sepan qué es lo que están consumiendo y esto se logra a partir de una etiqueta sencilla, entendible, que los ayude a tomar una decisión correcta. Lo que sucede es que el actual sistema de etiquetado no funciona porque la gente no lee las etiquetas porque no son atractivas y las que las leen no las entienden. Eso significa que para la gente, el leer 3 miligramos de sodio en cada porción de 30 gramos de galleta, es algo que está en chino. El semáforo nutricional (etiqueta implementada por Ecuador) tampoco es la panacea ni la salvación absoluta, sí, ayuda a que el consumidor tenga referencias, pero tampoco convierte al alimento en saludable, podrías encontrar un producto que tenga puros índices verdes (bajos en azúcares, sodio y grasas) pero es un alimento chatarra, porque es ultra procesado, utiliza edulcorantes que también pueden ser cuestionados, o también puede ser transgénico.

–¿Cómo ayuda un mejor etiquetado?

–Ayuda a que las empresas comiencen a bajar esos cuatro elementos detonantes de la obesidad en el mundo: el azúcar refinada, industrializada, el sodio, que promueve la hipertensión arterial, las grasas saturadas y las grasas trans. La OMS se ha concentrado en esos cuatro elementos que son los detonantes, más no los únicos. Yo sostengo que podríamos avanzar en otro sistema que se encamine al de valor saludable que está inspirado en una propuesta norteamericana, de la Universidad de Yale, que consiste en que junto al registro sanitario que debe obtener cada empresa aparezca un valor saludable que está constituido por dos variables, una puntuación de uno a 100 que indiquen que mientras más natural sea el producto es mejor, mientras más ultra procesado sea, es peor. Por otro lado, qué cantidad de micronutrientes tiene el producto que sean saludables, vitaminas, antioxidantes, proteínas, etcétera. Entonces, mientras más natural sea y más aporte nutricional tenga, es de mejor calidad y a partir de eso se le da una puntuación. Entonces si junto al registro sanitario y en la parte frontal de la etiqueta se le coloca el valor saludable de la escala del uno al 100, es más informativo. No podemos pretender que los consumidores se conviertan en expertos en nutrición, es imposible. Tenemos que dar información sencilla y digerida. En las etiquetas te ponen una serie de ingredientes que la gente desconoce su significado, te ponen una manzana cuando sólo es el saborizante de manzana. Tiene que haber un mecanismo a través del cual se establezcan las variables de todos los ingredientes y que arroje resultados de cada uno de ellos. Así, las empresas comenzarán a cuestionarse la calificación que quieren obtener. Lo mismo con el consumidor, cuando esté en el supermercado, valorará el cómo quiere alimentarse, con chatarra o productos con valor saludable. El actual sistema de etiquetado de productos es para nutricionistas, aunque ni siquiera ellos lo entienden.

–¿Qué sigue para Perú en materia de políticas de salud?

–A partir de esta ley se ha generado toda una corriente en materia de la alimentación saludable. El sólo haber desarrollado toda esta discusión pública durante dos años, ha generado una inquietud y una preocupación, y así, el tema ya está en la agenda pública, los medios de comunicación se ocupan del tema cotidianamente, han surgido programas de radio, de televisión y en prensa, hay secciones que se ocupan sólo del tema de la salud. Eso ya es una tremenda ganancia. También, en el sistema educativo ha comenzado a ponerse el tema. Hemos hecho durante dos años consecutivos un concurso escolar de kioscos y loncheras saludables, donde participan más de 5 mil escuelas que se sumaron a todo este proyecto, además de que también hay una mejora en los contenidos educativos. La industria está haciendo las cosas por su cuenta. Se han filtrado en algunas escuelas públicas y privadas con materiales, como benefactores y dicen que ellos trabajan en el tema de la educación saludable, pero ponen helados en las tablas nutricionales. Algunos profesores incluso corrigen, que a la comida chatarra no se le debe decir así, sino “comida ocasional”. La industria no se ha quedado quieta, ha intentado colgarse de todo esto y como resultado tenemos a Coca-Cola que ahora es socialmente responsable y recomienda realizar 20 minutos de actividad física, con los que quemarás todas las calorías que ingeriste al tomar su bebida. Todo eso es falso. La industria siempre apela a que la gente es ignorante en estas cosas. Hay que tener mucho cuidado, porque cuando se empieza a recibir plata de las empresas, se pierde toda la legitimidad y quedan capturados también a los colegios profesionales, colegios nutricionistas, de médicos, crean fundaciones que de pronto aparecen respaldando un producto. Eso yo lo he visto en México.

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