La ciencia demuestra que la tortura es inútil y contraproducente

 

Estados Unidos (10 de mayo de 2016).- A principios de 2003, Glenn Carle, un interrogador de la CIA, llegó a una instalación secreta de detención en el extranjero para interrogar a un sospechoso de Al-Qaeda recientemente capturado. La cárcel, cuya localización no ha sido revelada, era fría y oscura, tan oscura que Carle no podía ver sus propias manos, y una estridente música se escuchaba a un volumen muy alto por todas partes. Dentro de la celda, un hombre yacía temblando bajo una delgadísima manta; Carle lo llamó y él miró lentamente hacia arriba, agotado y confundido, mientras Carle entraba. Al ser interrogado, el hombre únicamente pudo musitar una confusa e incoherente respuesta. “El hombre era un desastre,” señala Carle.

El devastado estado mental del hombre fue resultado de un programa sistemático de tortura infligido por la CIA a sospechosos de terrorismo después del 9/11. Desnudez, temperaturas extremas, privación del sueño y sensorial, manipulación de la alimentación, waterboarding (ahogamiento simulado) y otras “técnicas de interrogación mejoradas” que tenían la intención de quebrantar la resistencia al interrogatorio de los detenidos. Se creía que el estrés y la desorientación provocados por estos métodos les obligarían a cooperar y revelar cualquier valiosa información que estuvieran ocultando. Sin embargo, de acuerdo con Carle, esta teoría es errónea.

“La información obtenida bajo coacción es sospechosa y está contaminada desde el inicio, además de ser difícil de verificar,” afirma.

Su opinión ha sido confirmada por el Comité Selecto del Senado sobre Inteligencia, que llegó a la conclusión, en el resumen ejecutivo de su estudio de 6000 páginas sobre el programa de la CIA, publicado en diciembre de 2014, que los duros métodos de ese organismo no lograron obtener ninguna información que no pudiera haberse obtenido mediante tácticas menos severas. Sin embargo, la CIA ha puesto en tela de juicio los hallazgos del Senado, y el candidato presidencial republicano Donald Trump ha jurado reinstaurar la tortura si resulta electo. Trump ha mostrado en una forma particularmente estridente su postura a favor los interrogatorios brutales, instando a que Salah Abdeslam, capturado como sospechoso de los ataques de noviembre de 2015 en París, sea sometido al waterboardung.

La desorientación perjudica la memoria.

Mientras tanto, están surgiendo pruebas científicas muy convincentes de que la tortura y la coerción son, en el mejor de los casos, medios ineficaces para información. Peor aún, como señala Shane O’Mara, catedrático de investigación cerebral experimentar de la Universidad de Trinity en Dublín, en su reciente libro Why Torture Doesn’t Work: The Neuroscience of Interrogation (Por qué la tortura no funciona: La neurociencia de los interrogatorios), la tortura puede generar información falsa al dañar las áreas del cerebro asociadas con la memoria. O’Mara menciona una gran cantidad de publicaciones científicas para demostrar su afirmación. En un importante experimento realizado en 2006, el psiquiatra Charles Morgan y sus colegas sometieron a un grupo de soldados de operaciones especiales a condiciones semejantes a las de los prisioneros de guerra (entre ellas, privación de alimentos y de sueño y temperaturas extremas).

Estos soldados estaban bien entrenados y eran físicamente aptos, y, a diferencia de la mayoría de los detenidos, estaban motivados para cooperar. Sin embargo, incluso ellos mostraron un notable deterioro de la memoria como resultado de estas condiciones tan estresantes. De acuerdo con Carle, las técnicas mejoradas de interrogación tienen efectos similares. “Es evidente que la privación del sueño y las temperaturas extremas desorientan al detenido, ya que han sido diseñadas precisamente para eso”, afirma.

“Si una persona está desorientada, su memoria resultará perjudicada casi por definición. Simplemente es escandaloso que alguien pueda ser tan estúpido como para afirmar lo contrario.”

El waterboarding era la técnica de interrogatorio más famosa de la CIA. En este procedimiento, el prisionero es atado a una mesa, con el rostro cubierto con un trapo. Poco a poco, se va vertiendo agua sobre el trapo hasta que llena la boca y las cavidades nasales del prisionero, impidiéndole respirar. Al sofocarse, siente pánico y terror, y se supone que el prisionero “hablara” y dirá la verdad con tal de que se le permita respirar.

Al igual que otras técnicas mejoradas, el waterboarding no puede ser probado en un laboratorio por razones éticas, pero existe una cantidad considerable de publicaciones científicas relevantes acerca de este método. Como lo demuestra O’Mara en su libro, diversos estudios sobre el “reflejo de buceo” (un conjunto de respuestas fisiológicas que se presentan cuando los mamíferos, entre ellos los seres humanos, se sumergen en el agua) han demostrado que la inmersión en agua fría traslada la actividad cerebral lejos de las áreas que apoyan la memoria hacia aquellas que “se ocupan principalmente de la supervivencia”, como el tallo cerebral y la amígdala, que regulan el miedo, el dolor y el estrés. Al obstruir las vías aéreas, el waterboarding priva de aire a las personas, y existen “muchas publicaciones científicas” que demuestran que la falta de oxígeno (hipoxia) perjudica a la cognición, declaró O’Mara a Newsweek. Este investigador destaca un estudio reciente, en el que se encontró que la hipoxia “perjudica seriamente” las capacidades cognitivas de las personas. Además, el waterboarding provoca una acumulación de dióxido de carbono en el cuerpo (hipercapnia), lo que genera miedo y pánico. En esta situación, la capacidad de pensar y recordar información “se reducirá notablemente”, afirma.

A pesar de la gran cantidad de pruebas relacionadas con la tortura, O’Mara es el primer neurólogo en escribir un libro de esta naturaleza. “Realmente me sorprende ese silencio,” dice. O’Mara y sus colegas de la Universidad de Trinity en Dublin llevan a cabo un proyecto de investigación en el que se examinan los efectos de la inmersión en agua y de retener la respiración sobre la memoria. Se pide a los participantes que se acuesten boca arriba con un trapo mojado sobre el rostro y que retengan la respiración mientras se monitorean sus procesos fisiológicos, y después se les pide que recuerden partes de una información que aprendieron previamente. El estudio se encuentra en su tercera ronda de experimentos y debe ser sometido a la revisión por pares, pero los resultados obtenidos hasta ahora indican que dicho proceso perjudica la memoria.

De hecho, la escuela de Supervivencia, Evasión, Resistencia y Escape de la Infantería de Marina solía someter a los soldados estadounidenses al waterboarding como parte de su entrenamiento de resistencia (dejó de hacerlo en 2007), y el ex instructor Malcolm Nance afirma que el procedimiento no permite obtener información confiable. En lugar de ello, genera confesiones falsas. “El prisionero dirá absolutamente cualquier cosa y estará de acuerdo en lo que sea con tal de que la tortura termine,” señala Nance. Afirma que la mayoría de las personas sometidas a waterboarding confiesan como resultado del procedimiento, y que su angustia es tan intensa que ni siquiera recuerdan haber confesado. En un reciente documental presentado por la BBC y en el que Nance actuó como consultor, un voluntario se sometió al waterboarding y confesó “haber nacido siendo un conejito.” Posteriormente, no consiguió recordar haber hecho tal afirmación.

Tampoco es probable que privar del sueño a los detenidos resulte útil para quienes desean obtener información. En un estudio publicado a principios de este año en Proceedings of the National Academy of Sciences (Actas de la Academia Nacional de Ciencias) se examinaron los efectos de la privación del sueño en las confesiones falsas. Se pidió a más de 80 estudiantes voluntarios que realizarán varias tareas desde su computadora. Previamente, se les dijo que si presionaban la tecla “escape” de sus computadoras, dañarían los datos esenciales. Tras haber realizado las tareas, los voluntarios fueron divididos en dos grupos: a uno de ellos se le permitió dormir toda la noche, mientras que el otro debía permanecer despierto. Al día siguiente se pidió a los estudiantes de ambos grupos que firmarán una declaración en la que admitían haber presionado la tecla “escape” al realizar sus tareas. Las personas a las que se había privado del sueño tenían 4.5 más probabilidades de firmar la falsa confesión.

“Es un incremento muy notable”, afirma Elizabeth Loftus, catedrática de Ciencias Cognitivas y Derecho de la Universidad de California en Irvine, y una de las autoras del estudio. “Esto debería alertar a las personas acerca de la posibilidad de obtener confesiones falsas” en los casos de privación del sueño. Esto es especialmente pertinente para el sistema de justicia penal de Estados Unidos, señala Loftus, en el que la privación de sueño es común y las confesiones falsas han generado un inquietante número de condenas erróneas.

La diferencia, dice Kimberly Fenn, que dirige el Laboratorio de Sueño y Aprendizaje de la Universidad Estatal de Michigan y fue uno de los coautores del estudio de Loftus, es que en el estudio no se pide a los participantes que confiesen un crimen verdadero, por lo que los índices de confesiones falsas relacionadas con la privación de sueño podrían ser menores en el mundo real. Aun así, este trabajo se suma a un creciente volumen de publicaciones científicas en las que se indica que la privación del sueño no es una técnica de interrogación eficaz. “El desempeño en una amplia gama de funciones cognitivas, entre ellas la capacidad de recuperar información de la memoria a largo plazo, resulta dañada en condiciones de privación del sueño”, afirma Fenn.

En un proyecto anterior realizado por el mismo equipo se encontró que la pérdida del sueño incluso podría llevar a la formación de recuerdos falsos. La falta de sueño también puede producir psicosis: por ejemplo, en el informe del Senado se describe a un detenido que fue privado del sueño y que experimentó intensas alucinaciones. Tony Camerino, ex interrogador de alto rango de un equipo de operaciones especiales, veía frecuentemente a prisioneros privados del sueño durante su estancia en Irak en 2006. La privación del sueño “definitivamente” perjudica la memoria, afirma, y “produce información inexacta.”

El presidente Barack Obama canceló oficialmente las técnicas de interrogatorio de la CIA mediante un decreto emitido en 2009, aunque, de hecho, el programa ya había concluido previamente. Y en una nueva ley promulgada el año pasado se exige que todos los interrogatorios cumplan con estándares establecidos por el Manual de Campo del Ejército, el cual prohíbe el waterboarding, la privación prolongada del sueño y otras técnicas mejoradas de interrogatorio. En una declaración enviada por correo electrónico, Dean Boyd, vocero de la CIA, dijo a Newsweek, “La firme intención de [John] Brennan, director de la CIA, es garantizar que los funcionarios del organismo se adhieran escrupulosamente a estos lineamientos, los cuales son apoyadas plenamente por el Director.” Esta postura inusualmente firme se produjo varias semanas después de que John Brennan hubo declarado a la NBC que no obedecería órdenes de usar de nuevo el waterboarding y señala un nuevo y desafiante rechazo de la tortura por parte de ese organismo.

Sin embargo, aunque las técnicas mejoradas de interrogación ahora están prohibidas, algunos métodos coercitivos aún están disponibles. El manual contiene un controvertido apéndice, que podría permitir el uso de ciertas tácticas coercitivas, como el aislamiento o la privación parcial del sueño y sensorial. Por ejemplo, permite que los interrogadores limiten a cuatro el número de horas de sueño de los detenidos cada 24 horas durante un periodo indefinido. Asimismo, de acuerdo con Fenn y O’Mara, las investigaciones indican que una privación parcial del sueño como la que se menciona podría ser tan dañina como la pérdida completa de sueño. Sin embargo, el apéndice podría ser rescindido, ya que la nueva ley ordena realizar una revisión completa del manual, la cual se encuentra ahora en proceso y se espera que se termine en unos cuantos años. El departamento de defensa no respondió a la solicitud de comentarios hecha por Newsweek.

Alternativas viables.

Aunque la tortura está siendo extirpada en forma lenta pero segura de la política estadounidense, nuevas investigaciones científicas sugieren técnicas de interrogatorio más eficaces. El Grupo de Interrogación de Detenidos de Alto Valor (HIG, High-Value Detainee Interrogation Group) fue establecido por Obama en 2009 para realizar interrogatorios de sospechosos de terrorismo de alto perfil y para patrocinar investigaciones sobre técnicas eficaces de interrogatorio, por lo que ha respaldado un número considerable de importantes nuevos estudios.

“La buena noticia es que existe un buen número de investigaciones sobre alternativas viables que no se basan en la coerción, sino en establecer una buena relación de comunicación,” afirma Maria Hartwig, catedrática de psicología de la Facultad John Jay College de Justicia Penal de la Universidad de Nueva York, que ha colaborado en varios proyectos financiados por el HIG. Las nuevas leyes exigen que el HIG genere un informe en el que se detallan “las mejores prácticas de interrogación”, el cual se espera que se haga público pronto.

Una de las áreas de investigación apoyadas por el HIG se centra en los métodos utilizados por Hanns Scharff, un interrogador alemán de la Segunda Guerra Mundial que adoptó un enfoque amistoso y sutil del interrogatorio, conocido como “estimulación de información”. En lugar de plantear preguntas directas y presionar para obtener detalles, Scharff fingía que ya lo sabía todo. De esa forma, presuntamente, el detenido consideraría inútil retener información. Scharff dejaba escapar detalles en una plática informal, los cuales eran confirmados o negados por el detenido, sin saber que estaba proporcionando información fresca.

Investigaciones recientes han apoyado la eficacia de la técnica de Scharff. De acuerdo con Pär-Anders Granhag, catedrático de psicología de la Universidad de Gothenburg, Suecia, estas tácticas han sido probadas con éxito con policías noruegos que manejan informantes. (Actualmente, el estudio está en revisión y no ha sido publicado aún.) Granhag afirma que él y sus colegas reciben “cada vez más” solicitudes de entrenar practicantes del método de Scharff. “Hasta ahora, hemos entrenado a unidades policiacas de Suecia y Noruega, así como al Departamento de Policía de Los Ángeles y al FBI.”

Fuente: Nw Noticias. (Por Rupert Stone)

 

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