Ciudad de México (24 de mayo de 2016).- Aquí la vida no vale, y no es un fragmento de la canción de José Alfredo Jiménez. Es el estado de Morelos, donde los trataron como a basura. Los colocaron en una bolsa y los sepultaron bajo tierra. Las autoridades hicieron desechables a más de 116 cuerpos catalogados como personas “desaparecidas” o “víctimas de la violencia” que no fueron reclamados por un familiar, por lo que fueron sepultados de manera irregular en una fosa en el municipio de Cuautla Morelos
El desprecio y desdén de las autoridades se exhibió desde el principio de la jornada. Antes de las 6 de la mañana no había un solo elemento de la Policía Estatal en las cercanías del panteón Las Cruces en la comunidad de Tetelcingo, municipio de Cuautla, parecía la primera parte de un guión que con la consigna de la indiferencia, de dilatar las diligencias de exhumación, retrasar como si el dolor de la ausencia de un ser querido fuera una caramelo que se disfruta en los labios.
Los 116 cuerpos estuvieron desparecidos, nadie sabía de ellos, los hizo visibles la lucha de María Hernández, una madre que buscaba a su hijo Oliver Wenseslao y que la fiscalía enterró en la fosa común irregular de Tetelcingo. De no ser por la insistencia, los 116 seguirían desaparecidos de los registros oficiales, aunque hoy son un número, mañana tal vez les regrese su identidad como persona y la familia que los ama.
El gobierno estatal llegó con un libreto, cada uno de sus funcionarios de camisa de manga larga repitió “hoy queremos darle dignificación a los cuerpos sepultados en la fosa”, a esos mismos que ignoraron y maltrataron meses atrás al arrojarlos, cual desecho, a una fosa común irregular.
Sin embargo, las organizaciones de desaparecidos ya no piden dignificación, exigen “identificación” y que cada cuerpo sea entregado a su familia.
Esquivando policías estatales y tumbas de un panteón sin bardas en medio de un terrero árido, polvoriento y caluroso, fueron llegando familiares de personas desaparecidas con esperanza y miedo de encontrar y de no encontrar al ser querido. Hallarlo daría certeza de muerte, y no hallarlo representaría una posibilidad de que siga vivo a cambio de mantener el dolor mientras dure la ausencia.
El discurso de dignificación de las autoridades llevó a los primeros roces al no respetar las áreas establecidas para los trabajos, querían un mayor perímetro, lo que provocó los brotes de diferencias entre autoridades y organizaciones de desaparecidos.
El segundo encontronazo vino cuando peritos de la fiscalía pretendieron colocar una lona alrededor de la fosa común para evitar que los medios de comunicación y los familiares de los desaparecidos pudieran tener un registro gráfico o pudieran observar los trabajos que se realizaban, el argumento de la autoridad fue la dignidad de las víctimas.
En el lugar estaban listos cuatro sepultureros traídos de otro panteón de Cuautla. Ellos eran los responsables de excavar hasta 3 metros para llegar a los cuerpos enterrados en la fosa.
La fiscalía no cumplió el acuerdo de llevar la maquinaria necesaria para realizar la excavación, pretendió corregir arrimando una retroexcavadora, la cual podía alterar algún cuerpo al momento de introducir los su brazo metálico en la tierra.
La indiferencia de las autoridades quedó exhibida. El equipamiento en el panteón sólo acordonaron la zona y llevaron los peritos. Las carpas, baños, equipo de logística, servicio médico, agua, pipas, módulos de atención psicológica y atención a víctimas los llevó la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). La significación a los cuerpos parecía parte de un libreto, simular para limpiar la mala reputación y los errores cometidos en la inhumación de los cuerpos en una fosa irregular, de la que no tenían los permisos.
El rector de la UAEM, Alejandro vera, llamó por teléfono al fiscal de Morelos, le expuso que su equipo de trabajo pretendía extraer la tierra con maquinaria rudimentaria, como si fueran piedras en lugar de personas, y colocar una lona que se asemejaba a un horno de barbacoa de pueblo para cubrir el perímetro.
Los peritos de la universidad expresaban su rechazo a realizar los trabajos con la maquinaria llevada por las autoridades, ya que se podía dañar a los cuerpos durante la excavación, lo que dificultaría la identificación y sería una falta de respeto al cuerpo de una persona.
Ante la negativa de las autoridades a iniciar la exhumación, una voz femenina silenció los murmullos: “ya no sangra el corazón, ahora que no sangren las manos por desenterrar a nuestros hijos”, lo que provocó un suspiro esperanzador, y dejó una segunda frase cargada de amor: “lo vamos a hacer con mucho cariño y mucho respeto”.
Los trabajos tomaron una pausa. Alrededor del mediodía, el fiscal general de Morelos, Javier Pérez Durón, arribó al panteón de Tetelcingo para dialogar, con humildad ofreció una disculpa a los familiares de los desparecidos y pidió avanzar.
Con el acuerdo con las organizaciones, el fiscal general tomó una pala y extrajo un poco de tierra de la fosa, como si se tratara del inició de una obra pública para para la cual hay que estar para tomarse la fotografía.
Los sepultureros retiraron los excedentes de tierra y después entró la retroexcavadora para comenzar a escarbar en el área delimitada
Durante tres horas la retroexcavadora sacó tierra en el lugar señalado por la fiscalía, cada movimiento anticipaba en el ánimo que el hallazgo de los cuerpos estaba cerca.
La noticia comenzó a correr, la fiscalía se había equivocado, indicó un lugar erróneo como el de la fosa, se tuvo que extender uno de los círculos de seguridad y el perímetro delimitado de la fosa para hacer una nueva excavación.
El secretario general de gobierno de Morelos, Matías Quiroz Medina, arribó al panteón de Tetelcingo, evadió las preguntas de los reporteros sobre las responsabilidades de la procuraduría.
El error de la fiscalía llenaba de dolor a los familiares, Javier Sicilia, Fundador del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad ironizó sobre las pifias de la fiscalía, “sí Franz Kafka, el maestro del horror y lo absurdo, fuera mexicano en sería costumbrista, los errores de la fiscalía se van sumando uno tras otro en este caso hasta el absurdo de no saber el lugar de la fosa y la profundidad en los que sepultó a las personas”.
La amenaza de lluvia provocó que se pronosticara que no continuarían los trabajos. El viento disipó las nubes y se retomó la exhumación.
Una hora y media después de la excavación, alrededor de las 5 de la tarde, se hizo el primer hallazgo de un cuerpo en ese momento, el fiscal de Morelos informó que no habría trabajos más en el área debido a que el acuerdo era terminar las 6 de la tarde, que se dejaría preparado el sitio para iniciar los trabajos de embalaje el día siguiente. Los cuerpos quedarían cubiertos por una capa de tierra de aproximadamente 30 centímetros de tierra, y policías estatales se quedaron a resguardar la fosa.
“Fue un claro error de la fiscalía sobre el lugar y la profundidad de la fosa” aseguró Alejandro Olvera, rector de la UAEM.
La falta de coordinación del gobierno de Morelos en los trabajos de exhumación, reveló que para las autoridades los cuerpos en las fosas son desechables, algo que ya fue, que no sirve y no se quiere ver nunca más.
Fuente: La Silla Rota. (Por Paris Alejandro Salazar y Estrella Pedroza)