Tanto si eres de los que nunca dice groserías, las reservas para ocasiones especiales o eres de los que no pueden articular más de dos frases sin soltar alguna, seguro te has preguntado alguna vez por qué tenemos necesidad de decirlas.
Te resultará increíble, pero estudios han demostrado que maldecir de vez en cuando puede ser beneficioso para la salud, sin embargo, hoy te vamos a explicar por qué las decimos tan a menudo.
Las groserías tienen la especial función de servir para liberar nuestros sentimientos, como si al pronunciarlas pudiéramos descargar todo el peso de las emociones, ya sea la ira, el dolor o el miedo.
Liberación de sentimientos.
Así lo demostró un grupo de investigadores de la Universidad de Keele en el Reino Unido, quienes realizaron un experimento muy especial, hundiendo las manos de unos voluntarios en un cubo con una elevada cantidad de hielos durante todo el tiempo que pudieran soportarlo.
Cuando los voluntarios estaban a punto de rendirse, los investigadores los alentaron a que gritaran todo tipo de groserías. Posteriormente, volvieron a llevar a cabo el mismo proceso, pero sin que pudieran decir nada.
El estudio puso en evidencia que cuando los participantes decían groserías eran capaces de aguantar la mano debajo del agua helada 40 segundos más que cuando no lo hacían.
Incluso, los voluntarios afirmaban que sentían menos dolor cuando decían groserías, debido a que al pronunciarlas, nuestro cuerpo libera endorfinas, lo que contribuye a que nos sintamos más tranquilos, relajados y seguros.
Por este motivo, cuando nos damos un golpe (más si es en el dedo chiquito del pie), no podemos evitar pronunciarlas, porque nos tranquilizan.
Sentimiento de pertenencia.
Sin embargo, esta no es la única razón por la que solemos decir groserías, también está el hecho de que nos ayudan a sentirnos parte de un grupo.
En una comunidad o un grupo de amigos, maldecir puede incrementar el sentimiento de pertenencia al emplear palabras que forman parte del argot popular.
Llamar la atención.
Por otra parte, en cualquier discurso, las groserías tienen el poder de llamar la atención e incluso, de convertir una situación normal en una cómica, por lo que son muy empleadas a nivel cotidiano para darle más vida a cualquier anécdota, llenándola de malas palabras que hacen reír al que las escucha.
De una u otra forma, las groserías forman parte de nuestra sociedad, independientemente de los motivos por los cuales las pronunciemos.