Michoacán, México (20 de junio de 2016).- Margarita tiene cuatro hijos, vive en La Angostura, una comunidad rural ubicada a 25 kilómetros de Morelia. Su hija mayor estudia en la Normal de Educación Física. Otras dos pequeñas y un niño cursan la primaria en esta cabecera municipal.
Esta ama de casa tiene, entre otras tareas, la de llevar todos los días a dos niñas y un niño hasta la Escuela Primaria Vicente Riva Palacio. Todos los días camina, junto con sus pequeños, para llegar al plantel educativo. No puede ser de otra manera mas que a pie, porque no cuenta con dinero para pagar el transporte público, “subir a la combi me costaría 56 pesos de lunes a viernes, ni en sueños puedo tener ese dinero”, comenta.
La joven señora dice que vale la pena andar 11 mil metros durante cinco días a la semana, para educar a sus hijos. Ella ni siquiera terminó la primaria y no quiere ver a sus descendientes correr con la misma suerte.
A sus casi 40 años, Margarita asegura estar dispuesta a continuar con el camino a la escuela de sus hijos. No reniega “porque vale la pena”. La meta en familia es culminar con los estudios profesionales. “La (hija) más grande ya está en la escuela para maestros de Educación Física. Todos los días va hasta Morelia. También camina mucho para tomar el camión que lleva a Morelia”.
El marido de Margarita es jornalero, gana menos de cien pesos diarios. Ella hace que el dinero rinda, y comenta que a veces se limitan en la comida, pero la escuela es su prioridad. “Todos los días me voy con mis chiquillos a la primaria de Acuitzio, nunca hemos llegado tarde. Entran a las 8 de la mañana y siempre llegamos unos 10 minutos antes”, comenta orgullosa la madre de familia que, por necesidad, se queda cerca del centro educativo hasta las 12:30 horas que salen sus hijos de la escuela.
“Me espero a que salgan porque no puedo ir y venir a mi rancho, se pierde mucho tiempo, y mejor me quedo para hacer algún mandado en el pueblo donde ya me conoce mucha gente”, platica.
En la entidad existen, según información proporcionada por la Secretaría de Educación en el Estado (SEE), 163 planteles de educación preescolar rurales que atienden a cuatro mil 250 alumnos en comunidades de todos los municipios, incluso en la capital michoacana donde existen poblaciones enclavadas en la zona boscosa, distante de Morelia, hasta por dos o más horas de distancia.
Son sólo 99 profesores, quienes en algunas escuelas sólo hay un docente para atender a todos sus alumnos y hacer tareas administrativas. Conafe comparte el trabajo con la SEE para atender a los menores en las comunidades. Según el documento, en preescolar son siete mil 793 menores atendidos por 931 docentes con este sistema en mil 134 planteles en todo el estado.
Transitan entre jaguares y faisanes; nunca han faltado.
Oaxaca, México.- De lunes a viernes, los hermanos Cruz Hernández, de seis, nueve y diez años caminan durante una hora por la zona húmeda y selvática chinanteca para llegar a su salón de clases en la Escuela Primaria Valentín Gómez Farías, ubicada en esta población de la región de la Cuenca de Papaloapan.
Antonio, Mateo y José, alumnos de primero, tercero y cuatro grado recorren diario cerca de tres kilómetros de la comunidad de San Antonio del Barrio a Santa Cruz Tepetotutla y otros tres más a su regreso.
Por la mañana y la tarde, los hermanos recorren a pie la geografía agreste donde se refugian jaguares, faisanes y pumas, entre otras especies endémicas de la selva de la zona Chinanteca, del municipio de San Felipe Usila.
“En su comunidad funciona sólo un aula y sólo cuentan con un profesor, por lo que los chicos de educación básica están hacinados, ésa es la causa que llevó a la familia Cruz a que sus hijos recorran diario seis kilómetros. Ellos demandan lo mejor”, comentó el director del plantel escolar, Abisail Fuentes.
El también profesor de tercer grado dijo que los tres hermanos llegan y se van de la escuela solos, debido a que los papás son campesinos y no pueden dejar sus tareas de labranza. “Ellos salen de su casa a las 5:00 horas para llegar puntuales a la escuela, a las 8:00; se retiran después de las 14:00 horas”.
Aseguró que ninguno ha faltado en el presente ciclo escolar, lo que, sin duda, —resaltó— es una lección para el resto de la comunidad.
El director informó que la única ruta del transporte colectivo que comunica de San Antonio de Barrio a Tepetotutla es un servicio irregular, inseguro y conlleva un gasto económico difícil de sobrellevar para la familia.
En la primaria Valentín Gómez Farías trabajan cuatro profesores con 45 alumnos; es un plantel multigrado, es decir, cada docente imparte dos grados en un aula.
Sin embargo, cuando el director requiere desplazarse a la ciudad de Oaxaca a realizar trámites administrativos, sus compañeros profesores se quedan a cargo de su grupo de tercer grado, donde es alumno uno de los niños Cruz Hernández.
Caminan 4 kilómetros al aula.
Margarita e Ignacio, de 12 y siete años, respectivamente, caminan cuatro horas diariamente entre barrancas y planicies, bajo la lluvia, nieve o el inclemente sol para llegar a su escuela en la comunidad tarahumara de Huahuacherare, municipio serrano de Carichí.
Para no caminar todos los días, ellos, al igual que más de dos mil niños indígenas en Chihuahua, duermen en un albergue especial —Casa del Niño Indígena—, habilitado por la CDI (Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas), con comodidades que no tienen en su casa, como alimentos tres veces al día, agua, baños, camas, pisos de cemento y energía eléctrica.
Dentro de la angustia del trajinar diario de estos indígenas para recibir educación y alimento, está el caso de un adolescente.
Se trata de Luis Ever González Aguirre de 13 años de edad, quien ha sido diagnosticado con leucemia, y será trasladado a la Ciudad de México para trasplante de medula ósea. Actualmente vive en la localidad de Turuséachi, municipio de Guachochi.
Tan sólo en el municipio de Carichí hay siete albergues similares con 800 menores asistidos, construidos para evitar esas largas y peligrosas caminatas de niños que desean estudiar la primaria, pero también comer todos los días y dormir en una cama.
En total son 102 casas del Niño Indígena, dos comedores y 35 centros comunitarios que operan en la zona de la Sierra Tarahumara de Chihuahua, todas bajo el mismo esquema, en los municipios de Guachochi, Guadalupe y Calvo, Urique, Guazaparez, Bocoyna, Carichí, Nonoava, Temósachi, Ocampo, Uruachi, y Guerrero.
En estos albergues se proporciona alimentación y techo a jóvenes y niños que, en su mayoría, cursan la educación básica, señaló el profesor Antonio Bautista, jefe del Departamento de Educación Indígena de los Servicios Educativos del Estado de Chihuahua.
En Guachochi se encuentra el albergue Luis Torres Ordóñez y aloja a 113 niños indígenas con edades de entre cuatro y 13 años.
Aquí estudian niños como Yulisa, de 11 años, quien quiere ser maestra de matemáticas; Víctor, de seis, desea construir su propia casa; Pedro Manuel, de cuatro, quiere ser soldado.
Fuente: Excélsior.