Ciudad de México (17 de octubre de 2016).- El problema de la pobreza en el mundo y México se establece a partir del momento en que la relación entre ingresos es nulo o insuficiente para cubrir las necesidad básicas (alimentarias, educativas, de salud y vivienda), esto a pesar de que los gobiernos implementen políticas públicas para erradicar la situación y permitir que la población tenga acceso a programas para procurar las necesidades.
De acuerdo con los resultados de la Medición de Pobreza (2014) del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) en México hay 55.3 millones de personas en pobreza. Una de las estrategias políticas en el país es La Cruzada Nacional contra el Hambre, con la cual se pretende combatir la privación de alimentos, mismo que se implementó desde el 2013 en las entidades federativas con pobreza extrema.
Sin embargo, este programa no tuvo mención durante la comparecencia del Secretario de Desarrollo Social, Luis Enrique Miranda, ante los senadores, por lo cual se determinó que éste quedó en el olvido al igual que la población a la que ayudarían.
En este sentido, el programa de asistencia alimentaria resultó ser un fracaso que dejó bajo las mismas condiciones a la población necesitada. No obstante, por encima de los supuestos programas gubernamentales como el que implementó el presidente Enrique Peña Nieto, existen personas que no necesitan de campañas ni de un alto presupuesto para emprender proyectos, sólo se requiere de voluntad, para atacar un “problema alimenticio inherente al sistema económico mundial”.
Javier Martínez Núñez es un joven que trabaja 12 horas como ayudante general en el centro de la Ciudad de México. En la empresa donde labora no le proporcionan seguridad social, si bien, sus ingresos son bastos para cubrir algunas necesidades, no son suficientes para gastos médicos, por lo que el impacto de la pobreza también repercute en su vida diaria. “en caso de una enfermedad grave o accidente, el dinero sería insuficiente” comentó el hombre. Además, para poder solventar sus gastos, Martínez debe trasladarse en bicicleta, por lo que así ahorra casi $250 pesos mensuales en transporte público.
Él sabe muy bien las implicaciones que conlleva el fenómeno, principalmente en el ámbito alimentario, es por ello que se dio a la tarea de recolectar alimentos (principalmente vegetales) que empresas, escuelas y restaurantes consideran como deshechos antes de concluir su periodo de vida.
Tras la recolección, lava los productos y realiza platillos en grandes cantidades, los cuales se reparten en diversos puntos de la Ciudad de México, en donde habiten personas en situación de calle o bajos recursos, incluso trabajadores con ingresos minúsculos. Al respecto, Luis declaró: “Esa es sólo una de las vías que se pueden implementar [a nivel mundial] para combatir de manera real el fenómeno. El rescate de alimentos ofrece una alternativa de subsistencia”.
Se debe señalar que este hombre no pertenece a ninguna asociación o colectivo, simplemente toma la decisión de emprender acciones contundentes junto con algunas otras personas, quienes tienen la voluntad de ayudar a la población más vulnerable y dejan en entredicho programas asistenciales en donde los recursos aparentan no ser suficientes para eliminar el problema en todos los ámbitos.
Basta mencionar que en el país se desperdician el 37% de los alimentos, cantidad suficiente para alimentar a las personas pobres, informó La Jornada. Si bien la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ve como una medida necesaria el rescate de alimentos, basta con que los gobiernos implementen este tipo de trabajo que no implica demasiado presupuesto, simplemente se requiere de organización y participación.
Fuente: Letra Roja.