Cuando frente a una problemática compleja no hay liderazgo, sobreviene el caos.
En las últimas semanas ha habido una lenta pero irreversible disminución de la capacidad de refinación de hidrocarburos por la incapacidad económica de Petróleos Mexicanos; agregue que el primero de enero tiene lugar un cambio importante en la gestión comercial de Petróleos Mexicanos y que la empresa “productiva” del Estado Mexicano pretende imponer ciertas condiciones para la inevitable liberalización de la importación, transporte, almacenamiento y venta de combustibles, el abasto de gasolina fue tornándose irregular; súmele usted estas fechas, en las que parece que las personas perdemos la razón y nos volvemos muy susceptibles a todo; y concluya la ecuación con un gobierno incapaz de procesar las crisis, entonces tiene como resultado un colapso.
Nuestra infraestructura no está diseñada para que todos los consumidores requieran al mismo tiempo de todos los productos y servicios, de hecho en ninguna parte del mundo el comercio o los servicios tienen esa capacidad, mucho menos en un área del comercio que ha estado totalmente controlada, como la de los combustibles; como suele ocurrir, al sumarse todos los elementos para que ocurra la tormenta perfecta sólo un milagro puede evitarla, y esta Navidad no ocurrieron milagros en San Luis Potosí, estamos en medio de la tormenta y sin herramientas para saber su intensidad y duración.
Ciertamente el Gobernador del Estado no es el responsable de lo que está ocurriendo con las gasolinas, pero sí lo es de la forma en que se gestiona la problemática.
Juan Manuel Carreras López, como cualquier Gobernador de un estado, tiene las herramientas legales, políticas y económicas para evitar que la sociedad sea víctima de problemas que no existen o que no lo son en realidad –que al menos no deberían serlo–; la herramienta más importante que tiene a su alcance un gobernante es el liderazgo, la autoridad moral y la generación de confianza en la gente.
Pero Juan Manuel, fiel a su estilo, decidió que no tenía ganas de decidir, que no tenía ganas de meterse, y que fueran Pemex, los gasolineros y los consumidores quienes dirimieran el problema; él estaba enterado de que el abasto de combustible fue irregular durante las últimas semanas, sabía perfectamente que se detendría por completo un par de días, en razón del cierre de un ducto dañado que sería reparado, y también sabía que si los consumidores eran alentados a efectuar compras de pánico, todo el sistema colapsaría en unas cuantas horas.
Desde luego que como no tenía posibilidad alguna de regularizar el abasto o de reparar él mismo el ducto sin cerrarlo, por obvias razones, ya que él no tiene voz ni voto en Pemex, lo que sí tenía en sus manos era evitar que los consumidores se asustaran y acudieran masivamente a comprar gasolina, pero decidió volverse chiquito, pasar desapercibido, y esperar calladito a que la tormenta perfecta amainara, esa estrategia siempre le ha funcionado a las mil maravillas, ¿Por qué no iba a servir esta vez?
Hay poca gasolina en San Luis Potosí, eso no tendrá solución total en los próximos días, si acaso apenas lo suficiente para hacer frente a situaciones de emergencia, pero si miles de consumidores no tenían necesidad emergente de surtir gasolina, fuera porque tenían llenos sus tanques y depósitos, o porque iban a quedarse en sus casas en estos días de guardar, o incluso porque no hay dinero para esos gastos, ¿Qué llevó a las personas a acudir masivamente a llenar los tanques de sus autos, y luego a pretender comprar más gasolina para tenerla guardada en días normalmente “muertos” de toda actividad productiva?
Obviamente fue el miedo a no tener combustible, y la desesperación de no contar con él en días en que se multiplican las urgencias; el miedo es irracional, se genera en la parte más antigua y animal de nuestro cerebro, y no atiende explicaciones una vez que se detona.
Si el gobierno nos hubiera explicado antes de la contingencia lo que estaba ocurriendo; si el gobierno hubiera dictado algunas medidas propias de una situación de emergencia, como pedir a quien no necesitara gasolina que se abstuviera de ella un par de días, racionarla, privilegiar la dotación a vehículos de transporte público como taxis y automóviles de las plataformas privadas, así como a los de urgencias, el momento actual de caos gigantesco no hubiera ocurrido.
Sabríamos lo que estaba pasando, sabríamos cuánto duraría, sabríamos qué alternativas tomar para el caso de que la crisis se extendiera; muchos no hubieran viajado para los festejos navideños, otros hubieran reprogramado sus necesidades de movilidad, y los más que no necesitábamos ir a ningún lado nos hubiéramos quedado en casita, disfrutando de la Navidad y de la compañía de familiares y amigos, es decir guarecidos de la tormenta.
Nadie nació con auto, pero esta sociedad de nuestro tiempo vive y se organiza en torno a la movilidad, y a la información; lo que es una virtud moderna es también el peor de nuestros defectos comunitarios, puesto que las mal llamadas redes sociales publicitan lo irracional y multiplican por miles de veces las problemáticas reales.
La falta de decisión, el empequeñecimiento de nuestros líderes políticos formales, o su franca y abúlica ausencia nos metió en un tobogán que no tendrá fin en dos o tres días –que hubiera sido lo normal– sino en el doble o triple de tiempo.
No dude usted que el problema tendrá solución, y que además no tardará más allá de unos días, cinco, seis, quizás, pero si nadie nos lo dice, y la autoridad desaparece en lugar de salir a garantizar el orden y la tranquilidad con información veraz y oportuna, usted tiene toda la razón de sentirse intranquilo o abandonado a su suerte.
Usted tiene razón al estar enojado por el tema de la gasolina, porque quizás vino a San Luis Potosí de visita por Navidad y hoy tiene que estar de nuevo en el trabajo en su ciudad.
Usted tiene razón al estar furioso por verse forzado a pasar horas y horas en una fila para comprar gasolina en la Nochebuena y en el día de Navidad, en lugar de pasarlas con sus seres queridos.
Usted tiene toda la razón del mundo cuando pierde la paciencia por este tipo de sucesos que no pasan ni en una república bananera, menos en el sexto productor mundial de petróleo.
Oiga, pero ya es tiempo de que también se enoje por la ausencia de gobierno, y la escandalosa capacidad de miniaturizarse de parte del Gobernador y su séquito de aplaudidores. Nos cuestan una fortuna; son empleados que no rinden, y que además no se ponen la camiseta cuando la adversidad nos ataca.
Los gobiernos municipales de la zona metropolitana no lo hicieron mejor, el ingeniero Gilberto Villafuerte y Ricardo Gallardo hicieron mutis, sus policías sólo dan vueltas y no intervienen, y ellos fuera del escenario, cómo no, si aquí hay gente enojada y no feliz de recibir regalos como la de sus “posadas”.
Todos esos inútiles son buenos para cobrar, de hecho en este fin de año se embolsaron 90 días por concepto de aguinaldo –setenta y cinco días más que cualquier trabajador honrado de San Luis Potosí– y su quincena completa, aunque los muy cínicos dejaron de trabajar desde el día de la Virgen de Guadalupe.
¿Usted cree que en este momento algún aplaudidor del Gobernador potosino o de los alcaldes ausentes esté haciendo fila para comprar gasolina? No, ellos son listillos, tarugos los miles que están padeciéndolo, usted y yo incluidos.
No se les pide a los jefazos que hagan milagros, vaya en este tema crítico del abasto de combustible ni siquiera se les pide que procuren el restablecimiento del hidrocarburo, sólo se les pide que no se escondan, que no se agachen, que no se hagan chiquitos, sino que le entren a la bronca al lado de la gente.
Recién publiqué un artículo que titulé “Carreritas”, comparando al ínclito y siempre bien amado Juan Manuel Carreras con el personaje de “Gutierritos”, de la inolvidable telenovela del mismo nombre (Pulso Diario de San Luis, 17 de diciembre de 2016, http://pulsoslp.com.mx/opinion/carreritas-2/ en ese link puede leerlo), algunos lectores me escribieron para decirme que se me pasó la mano, que Juan Manuel era muy buena gente –lo que yo nunca he puesto en tela de juicio–, pero después del caos de esta navidad me reafirmo en lo escrito… queda claro que es muy chiquito; amable, noble, honrado, pero muy chiquito.
Temario
- Hoy no lo hice por ocuparme de la pequeñez frente al caos, le prometo que la siguiente semana le cuento sobre el presupuesto.
Leonel Serrato Sánchez
unpuebloquieto@gmail.com