Oswaldo Ríos Medrano
Como desde hace 18 años, Andrés Manuel López Obrador aparece como protagonista insustituible de la carrera presidencial. Su persistencia rayana en tozudez; su capacidad de modificar de estrategia conforme cambian los vientos políticos; su estrechez discursiva combinada con su descarnado pragmatismo; su sectarismo rentable, electoralmente hablando; sus innumerables triquiñuelas para hacer campaña en los medios de forma constante; su proselitismo itinerante y permanente; su negativa a aprobar las llamadas “reformas estructurales”; y su distancia (hasta hace unos meses) del PRI de Peña Nieto, son desde mi punto de vista, los factores que explican el que, una vez más, se encuentre como puntero en la sucesión presidencial.
La elección de 2018 parece llegar en las mejores condiciones posibles para el tabasqueño, pero esa es justamente la principal amenaza a sus aspiraciones: el peor enemigo de Andrés Manuel López Obrador es Andrés Manuel López Obrador.
Gracias a su buen papel como jefe de gobierno y el martirologio rentable al que lo sometió Vicente Fox con el desafuero, el Peje era todo un fenómeno social. En junio de 2005 (un año antes de las votaciones), el perredista aventajaba con 18 puntos a su más cercano contrincante, Roberto Madrazo del PRI. En ese momento, se consideraba que el candidato más probable del PAN era Santiago Creel, finalmente no llegó y el “caballo negro” que fue Felipe Calderón terminaría venciendo al de Macuspana por 0.58%, con las consabidas protestas de fraude electoral. Dos decisiones que recayeron enteramente en la persona de Andrés Manuel mermaron la considerable ventaja que tenía: su intolerancia (el Chachalacagate) y su soberbia (la decisión de no acudir al primer debate presidencial por considerarlo “innecesario”). Luego de conocerse los resultados, López Obrador cerró Reforma y transfirió los costos de su derrota al electorado que con mayor fuerza lo apoyó.
En la elección de 2012, un año antes de las votaciones, Enrique Peña Nieto era quien sacaba una ventaja de aproximadamente 20 puntos al PAN y 23 puntos al PRD. La candidata del PAN Josefina Vázquez Mota nunca levantó, y sería el Peje (entonces postulado por el PRD), quien más se acercaría al priísta, superando la adversa condición de ser el candidato con imagen más negativa, pero perdiendo finalmente la contienda por una diferencia de 7%. En ese proceso, el papel de la televisión fue determinante para llevar a Peña Nieto al poder. La inequidad provocaría una reforma electoral de gran calado que ha propiciado condiciones de mayor equilibrio en el acceso de los partidos y candidatos a los medios de comunicación.
El 2000 con Fox y Labastida; el 2006 con Felipe Calderón y López Obrador; y el 2012 con Peña Nieto y López Obrador; tuvieron tendencias que permiten prefigurar el escenario que viviremos en 2018: una elección en la que a pesar de las diferencias iniciales entre candidatos, dos de ellos se escapan del pelotón y la pérdida de preferencias del resto de aspirantes se transforma en voto útil que prefiere incidir en la decisión por alguna de las dos alternativas con mayores posibilidades. Así, en 2000, el sufragio que pudo ser perredista prefirió apostar por la alternancia y dar el voto de confianza a Fox para “echar al PRI de Los Pinos”. En 2006, el voto de los priístas que vieron desplomarse a Madrazo, prefirieron la continuidad del panismo, antes que ver llegar al poder al “peligro para México”. En 2012, el electorado que habría podido votar por Josefina Vázquez Mota, al verla alejarse al tercer lugar de las preferencias, prefirió “malo por conocido”, y cerró nuevamente la llegada de la izquierda al poder.
Para 2018, es casi un hecho que el PRI se irá al tercer lugar de la competencia y que en la recta final los dos punteros sean, como en el 2006, el PAN con quien sea su candidato, contra, una vez más, López Obrador, esta vez por Morena. El Peje huele ese escenario y ello explica porque tiene un discurso tan conciliador y tan afín hacia el PRI. Algunos editorialistas llaman a esa proclividad priísta de Morena, el PRIMOR. Quiere su voto y evita su veto. La jugada parecería lógica, pero es muy peligrosa. Si algo ha encumbrado a AMLO es ser el enemigo más visible del gobierno priísta más desprestigiado de la historia. Ofrecerles amnistía anticipada a los corruptos, llenar su equipo de campaña de prominentes miembros de la “mafia del poder”, respaldar a Peña contra Trump y coquetear con las televisoras, podría ser eficaz si faltara poco para el día de la votación, pero en política 24 horas es mucho tiempo.
El autoritarismo mesiánico de López Obrador puede hacerle perder el impulso electoral que hoy parece inagotable. Cuando se fue del PRI al PRD, no tuvo reparo en recibir a priístas, muchos de ellos de dudosa reputación, y encumbrarlos en posiciones de poder. Cuando se fue del PRD a fundar Morena, dijo que los perredistas no tenían remedio, pero ha recibido con los brazos abiertos a perredistas que se le rinden, y que por cierto, no son los de mejor imagen, ni los más combativos. En 2006 y 2012 denunció la existencia de una “mafia del poder” en la que se encontraban Alfonso Romo, Esteban Moctezuma y el “jefe de jefes” Carlos Salinas, hoy los dos primeros son parte de su equipo más cercano y ha dicho que Salinas es “su amigo”.
Pareciera que el nuevo lema de AMLO es “si no puedes con la mafia del poder”, únetele. El problema, será convencer a millones de mexicanos que creían en él como proyecto de cambio. Si todo lo que se hizo era para acabar reivindicando a Salinas, hacer más rico a Slim y darle impunidad al PRI… Mejor se hubiera quedado ahí. El cáncer no es la cura.
Lapsus
- “No soy hipócrita.”
Diputado local por el PRD (sin gallardía) Sergio Desfassiux Cabello ufanándose del doble rasero con el que mide las expresiones discriminatorias y vejatorias de la vida íntima de las personas: cuando les son útiles políticamente, las condena con violencia; cuando él las realiza en contra de otras personas, las defiende de idéntica manera. El sofista griego Protágoras decía que “el hombre es la medida de todas las cosas”, para el legislador, la medida de todo, es él mismo. El hipócrita finge, Desfassiux no hace otra cosa que exhibirse. Cínico sí, hipócrita no.
- “Los espectaculares y los videos no muestran la verdad. Hay otros que tratan de subirse a un caballo, para mostrar que son muy hombres, ¡para esconder sus preferencias sexuales! Pero es momento de ponerle a las cosas por su nombre”.
Candidato a gobernador de Nayarit por MORENA Miguel Ángel Navarro Quintero cuestionando la propaganda de sus adversarios políticos, la cual considera engañosa porque “oculta sus preferencias sexuales”. Contrario a lo que dice el aspirante, en su video sí se muestra la verdad y sí es posible llamar a las cosas por su nombre: el discurso del candidato morenista es homófobo, retrógrado, arcaico y estereotipador. Solo una duda: ¿En qué parte del caballo podrán esconderse “las preferencias sexuales”?
- “Miren, los amigos de mis amigos, son mis amigos”.
Sempiterno aspirante presidencial por MORENA y nuevo socio de la “Mafia del Poder” Andrés Manuel López Obrador respondiendo al cuestionamiento: si su coordinador de Proyecto de Nación Alfonso Romo es amigo de Salinas y usted ha dicho que Salinas es el jefe de la “Mafia del Poder”, entonces: ¿usted y Salinas que son? Ante la inesperada pregunta, solo quedó el recurso de aplicar la desfassiuxiña: cinismo en estado puro. Y como para los pejistas la voz del Peje es la voz de Dios: va a ser curioso escuchar en las plazas públicas su nuevo grito de guerra: ¡Es un honor, estar con el Pelón!
- “El segundo motivo pues, es inaugurar esta planta de la industria refresquera que, es, el refresco del presidente Peña Nieto: ¡Peña-Fiel!”.
Primer cómico de la Nación Enrique Peña Nieto desafiando sus tradicionales rutinas de humor involuntario. Esta vez, tratando de hacer reír al público de forma (es un decir), consciente. Por si imaginaban que el trabajo de cuentachistes era un empleo difícil, piensen en el guardaespaldas del presidente que se tiene que fumar hilarantes chistoretes las 24 horas del día. ¡Con razón la Gaviota vuela siempre que puede!… ¡Cuántos más (chistes) Peña, cuántos más!
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