Por Antonio González Vázquez
Hay un cuerpo ensangrentado en un sitio inmundo. Cohabita con otros también masacrados; en el ambiente, una angustia infinita. No sabes lo que oculta la oscuridad.
Algunos caen gritando de miedo en la penumbra, de súbito el grito se apaga y se apodera de todo el silencio. En el lapso de un instante, el silencio lo cubre todo, incluso aquel disparo que ensordecía, ese estruendo final que alcanzó a escuchar ese cuerpo que luego yace sin vida. Es la breve crónica del vigésimo quinto mes de la administración Carreras, relato en rojo sangre, propio de la nota policíaca mutada ya en historia de ejecutados.
José Alberto tenía 30 años de edad cuando lo ejecutaron. Su cuerpo arrumbado entre los hierbajos de la colonia Rafael Curiel en el municipio de Ciudad Valles, presentaba signos de tortura, estaba maniatado de pies y manos con cinta y había recibido tres disparos de arma de fuego. El cuerpo fue localizado en punto de las siete de la mañana del 26 de septiembre. Los tres disparos de una calibre .9 milímetros fueron en la cabeza y en el rostro que fueron destrozados.
Doña Carmen ya tenía 65 años de edad y unos quince minutos antes de las diez de la noche la mataron a balazos. Había salido de su casa a eso de las nueve de la noche y pasó por el andador de Paseo la Cigüeña y al entrar a la calle de Los Jilgueros en la colonia Hogares Populares, un sujeto armado se le acercó y le disparó. Era la noche del 27 de septiembre en el peligrosísimo municipio de Soledad de Graciano Sánchez donde asesinaron a Doña Carmen.
En un sendero perdido en un lodazal y cubierto por la maleza, a unos metros de la carretera El Naranjo-Ciudad Valles, fue ubicado el cuerpo en estado de putrefacción de un hombre. La policía estatal con sede operativa en Ciudad Valles recibió una llamada telefónica a las ocho de la mañana del 28 de septiembre. Les reportaron que los restos de un hombre estaban tirados junto a la carretera. Las primeras indagatorias concluyeron que el cuerpo presentaba cuatro heridas de disparos de arma de fuego y que dado el estado fétido y putrefacto del cuerpo, éste tendría ya de menos una semana en ese lugar.
José Antonio fue abatido con disparo de arma de fuego en la cabeza durante la madrugada del 30 de septiembre. Estaba esposado con las manos a la espalda cuando lo mataron. Su cuerpo fue abandonado en un paraje de la comunidad de Pozas de Santa Ana, cerca de la carretera San Luis-Matehuala a la altura del municipio de Guadalcázar. Tenía 36 años de edad, no se supo quién o quiénes lo ejecutaron.
Entre los hierbajos que materialmente cubren el camino que lleva de Matehuala a la comunidad de El Sacramento, fue localizado el cuerpo atado, de pies y manos y amordazado de un joven de aproximadamente 19 años de edad. Su cuerpo mostraba huellas de tortura y un par de disparos en la cabeza. Gente que pasaba cerca del lugar como a las 8 de la mañana del 5 de octubre, vieron a lo lejos el fulgor de una camiseta blanca y al acercarse, se dieron cuenta de que era un hombre. Avisaron de inmediato a la policía porque junto a los restos, los criminales dejaron un mensaje escrito en una cartulina blanca.
El día seis de octubre a las ocho de la mañana fue localizado el cuerpo de Edgar Daniel,. Fotógrafo de prensa que había sido secuestrado de su domicilio 24 horas antes. Aproximadamente a las 8:30 horas del jueves, un grupo de hombres armados ingresaron por la fuerza al domicilio de Esqueda Castro; lo golpearon, lo maniataron y luego lo sacaron para subirlo a un vehículo. Unos 30 minutos después, los presuntos asesinos regresaron a la vivienda y entraron a la habitación de Daniel y empezaron a buscar algo; encontraron unos teléfonos celulares, los tomaron y huyeron. Doce horas después, el viernes por la mañana, fue localizado el cuerpo de Daniel sobre el tendido de vías de ferrocarril, cerca del aeropuerto internacional Ponciano Arriaga en el municipio de Soledad de Graciano Sánchez. Se trató de una ejecución ya que presentaba disparos de arma de fuego en la cabeza.
A media tarde del siete de octubre, en la colonia Julián Carrillo, Salvador de 27 años y de oficio policía fue acribillado. Era policía de palacio de gobierno y quienes lo mataron, dejaron un rastro de doce casquillos percutidos de arma de fuego en la escena del crimen. En la calle Teresa de Mier, frente al 445, Salvador recibió la lluvia de balas y murió cuando tras huir sus asesinos, algunas almas buenas intentaron trasladarlo a la Cruz Roja. Cuando llegaron al hospital ya estaba muerto.
Jacobo y Noé se trasnocharon y la madrugada del domingo 8 de octubre los sorprendió en la vía pública. Caminaban por la calle Emiliano Zapata, vieron a la distancia una camioneta que se acercaba a sus espaldas y se detuvieron. Al mismo tiempo, un sujeto armado descendió de la camioneta, se les acercó y al tenerlos en la mira les disparó, matándolos inmediatamente. Los hechos violentos ocurrieron en el municipio de Ríoverde, donde la policía al llegar al lugar de los hechos no supo más sino que los asesinos habían huido con rumbo desconocido.
A las ocho de la mañana con quince del 12 de octubre, automovilistas que circulaban por el Río Santiago vieron el cuerpo tirado de un hombre en uno de los prados del acotamiento del puente Carlo Magno. Llegó la policía y elementos del ejército solo para confirmar que un sujeto desconocido presentaba tres disparos de arma de fuego en el cuerpo.
Corría la madrugada del día 12 de octubre en una comunidad conocida como la Salitrera en el municipio de Zaragoza. En un camino que lleva a la cabecera municipal, fue localizado el cuerpo de un hombre que había sido abatido a balazos. El cadáver quedó arrumbado cerca del estacionamiento de una empresa minera del lugar. La policía reportó que la víctima no portaba identificación alguna.
En el claro de un solar en despoblado de la delegación municipal de Villa de Pozos, fue localizado el cuerpo de un hombre de unos 30 años de edad: presentaba un solo disparo de arma de fuego, pero en la nuca. Daban las ocho de la mañana del día 15 de octubre cuando unos campesinos se encontraron con el cuerpo, así que dieron aviso a la policía que al llegar al lugar encontraron que el cuerpo estaba rodeado de una enorme mancha seca de sangre sobre la tierra. El cadáver pasó como el de un desconocido.
A las ocho menos diez de la mañana del 19 de octubre la policía recibió reporte de que en la colonia Bosques de Oriente del municipio de Soledad de Graciano Sánchez, había un hombre herido y junto a él, una camioneta de color marfil con placas de la ciudad de México con rastros de sangre en la parte trasera. En efecto, en la calle de Bosques de Castilla se encontró a un herido que fue trasladado al hospital, mientras que en la cajuela del vehículo estaban los restos de un hombre muerto. Lo habían ejecutado con tres tiros de arma de fuego en la cabeza.
Dos hombres fueron ejecutados en el transcurso de la madrugada del 21 de octubre en la violenta zona metropolitana de la capital y Soledad de Graciano Sánchez. Los cuerpos quedaron inclinados sobre la barra de una cantina denominada La Chula en la colonia 21 de marzo. No se supo con precisión a qué hora los mataron, lo que sí se confirmó es que les dispararon en la cabeza. Ya no se terminaron sus tragos o bien, se pudieron echar la última de su vida. Según la policía, a las 11:30 horas del 21 de octubre recibieron la llamada telefónica del dueño de la cantina que reportó que al abrir el negocio para empezar la limpieza, se encontró con los dos muertos.
La noche del 22 de octubre llegaba a su fin cuando unos hombres armados arribaron a una gasolinera en la zona hotelera de la ciudad. Le exigieron a uno de los despachadores de la estación la entrega inmediata de la venta de gasolina. El despachador se negó, en respuesta lo atacaron a golpes y le insistieron que entregara el dinero. Se resistió y los delincuentes enseguida lo abatieron con un extenso corte de puñal en el cuello. Murió desangrado en el lugar. Inútil fue el crimen, los delincuentes se llevaron el dinero que andaban buscando.
Muy de mañana, unos campesinos que se dirigían a la parcela se sorprendieron al ver a cierta distancia lo que parecía ser un cuerpo humano. Casi llegaban al camino que lleva de Villa de Ramos a Santo Domingo; eran las siete horas menos diez del 23 de octubre. A la vera del camino vieron el cuerpo de un hombre atado de pies y manos, con la cabeza cubierta con un trapo y un charco de sangre. Le avisaron a la policía municipal y ésta hizo lo propio y solicitó la intervención de la Policía Ministerial. Se confirmó una ejecución con disparo de arma de fuego en la cabeza y tortura; la víctima no fue identificada.