El desamparo de las viudas de policías, una vileza del Estado

Antonio González Vázquez

La creciente ola de violencia desde hace ya un par de lustros ha dejado una estela de muerte y dolor en todo el estado. Muchos ciudadanos han muerto; delincuentes o no, han caído como resultado de la guerra contra el crimen organizado que inició Felipe Calderón y que mantuvo Enrique Peña Nieto.

Pero también han sido muchos los policías que han muerto. De las filas de todas las corporaciones policíacas y de las fuerzas armadas también ha habido víctimas mortales al por mayor.

En efecto, la inseguridad es altísima y los ciudadanos sienten temor. Los agentes de las instituciones de seguridad de los tres niveles de gobierno indudablemente también deben tener temor, no solo por ellos sino también por sus familias.

En México los policías son mal pagados. En la burocracia hay quienes, sin hacer nada, ganan mucho y los que arriesgan la vida ganan menos. En San Luis Potosí el promedio salarial va de los once a los 15 mil pesos, pero en los municipios no va más allá de los seis mil al mes.

Es en todo caso, una afrenta a quienes ponen en riesgo su vida. Se juegan mucho y reciben poco.

De ahí que sea del todo penoso el hecho de que un grupo de viudas de policías caídos en cumplimiento de su deber, no reciban la atención que merecen de parte de las autoridades locales.

Negarles los apoyos a que se hacen merecedoras toda vez que perdieron a sus esposos, es algo inexplicable. Sobre todo, si existen compromisos de altos mandos de instancias de seguridad y de funcionarios de primer nivel.

No darles la asistencia económica por medio de seguros y pensiones a las viudas, es algo tan injusto como deshonesto y desleal.

Con el respaldo del Sindicato Independiente de Trabajadores y Trabajadoras de Gobierno del Estado, un grupo de viudas hicieron pública su protesta y su gran decepción ante la falta de apoyo por parte de la Secretaría de Seguridad Pública.

Es de esperarse que en los once casos planteados ayer se corrija y se les entregue a las viudas y a sus hijos lo que les corresponde.

No hacerlo es vil y reprobable.

Tan solo en lo que va del año suman doce agentes de distintas corporaciones que han muerto.

No es suficiente con rendirles honores y hacer guardia de honor ante los ataúdes y profesar sendos discursos.

Hay que apoyarlos. El Estado debe cumplir su obligación con quienes protegiendo a la sociedad pierden la vida.

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