Frater Ignatius
Podemos decir que antes de que el anarquismo se configurara como tal, como un cuerpo moral, filosófico, político o social, hubo diferentes épocas en las que se sembraron las bases que constituyen la desobediencia a la autoridad. Con esto, queremos decir, que comienza a surgir una idea esencial. Retar a la autoridad es uno de los principios fundamentales de esta forma de sensibilidad.
Uno de los disparadores, por así decirlo, fue la Revolución Industrial. Resulta evidente que fue un gran avance tecnológico, con muchas ventajas, pero también creó un estado centralista, concentrador y con más poder, que impedía el crecimiento en todos los sentidos de las personas.
Parece que en este tiempo se comienza a formar una crítica más directa tanto al sistema capitalista como a otros ámbitos del pensamiento. Por ejemplo: la ilustración francesa inicia una andadura de una brillantez poco vista en los tiempos anteriores. Concentrándonos en pensadores y críticos excepcionales que tal vez involuntariamente fueron el motor de la anarquía. Rousseau, Voltaire y Montesquieu se erigieron como los adalides del libre pensar y sus cualidades extraordinarias para la escritura, permitieron crear una obra completa como inspiradora de las ideas libertarias.
Hubo una chispa en la Revolución Francesa que explotó metafóricamente en grandes cabezas. El mirar que unos cuantos privilegiados no producían nada en absoluto y explotaban a la mayoría y por contraparte, una inmensa población miserable que pedía a gritos aunque fuese un mendrugo de pan para comer.
Por ello el pensamiento de Montesquieu resulta fundamental. La separación de poderes. Lógicamente para un anarquista, el gobierno debería morir. El Estado para un anarquista puro, por decirlo de alguna manera, es una enfermedad que se debe suprimir. Estas entidades abstractas controladas por personajes muy concretos y con las fauces abiertas para la explotación y un maltrato feroz, han perjudicado el crecimiento del ser humano en todos los sentidos.
Ambos pilares, tanto la Revolución Industrial como La Revolución Francesa, curiosamente en la primera dando prioridad a las máquinas, como la de Watt; y en la segunda primando las ideas, fueron la semilla que de manera directa e indirecta, abrieron el capullo de la mentalidad anarquista.
Debemos puntualizar que se lucha al mismo tiempo contra un viejo régimen, ya caduco, feudal que prolongaba el sufrimiento de las personas a niveles realmente extremos. Racionaban la comida, hacían pagar impuestos. Los trabajos eran de sol a sol, extenuantes y con una paga muy baja.
En el sistema feudal, la iglesia tenía un papel realmente importante, para sus intereses. En concubinato con la monarquía, ejercía un poder extraordinario tanto en esta tierra como en los mundos ilusorios. Vendía la esperanza a cambio del sudor de los siervos y mantenía una estructura muy conveniente para los poderosos.
La Revolución Industrial promovió el que la gente emigrara del campo a la ciudad. Las fábricas contrataban mucha mano de obra para poder mover los productos que se fabricaban. Nacen la banca ya como un sistema moderno y el comercio se profesionaliza, alcanzando niveles nunca antes vistos en toda la historia de la humanidad.
Debemos aceptar que la humanidad en ese sector del planeta mejoró muchas de sus condiciones. La técnica y la ciencia hicieron lo suyo para avanzar hacia un cierto bienestar. Pero pronto se vería venir la fisura, el hueco de todo este movimiento. Las taras no se hicieron esperar: un capitalismo grosero emergía, acaparamiento desmedido, explotación. Con el comercio a gran escala, vendría una colonización sin precedentes en esa etapa tan dinámica de la tierra.