De venta de tierras…vicios y muerte en Laguna de San Vicente: Párroco

Eduardo Delgado

La venta de tierras dividió familias y generó violencia entre pobladores de Laguna de San Vicente, comunidad de Villa de Reyes. En complicidad con autoridades compradores engañan a ejidatarios y los “despojan” de predios. Con el dinero de la ventas lugareños compraron pistolas, cerveza y drogas, lo que combinado genera enfrentamientos violentos, explica el presbítero Miguel Ángel Carbajal Morales, quien desde hace diez años es el responsable de la parroquia de San Rafael Guizar y Valencia en aquel municipio de la zona centro del Estado.

El sacerdote sostiene, en entrevista con Astrolabio Diario Digital, que la gente de Laguna de San Vicente “es buena y trabajadora”, pero embriagados “se convierten en animales”.

“Desgraciadamente les han promovido mucho el alcoholismo, como en todo el municipio”, deplora. Todas las comunidades en Villa de Reyes, remarca, “están igual, con alcoholismo y violencia”.

Además: “A todos nos da miedo hablar de que tenemos venta de droga en cada esquina, por miedo a las venganzas, a las represalias, a las ejecuciones”, justifica.

Remata el diagnóstico: “La gente está pobre no porque no sepa trabajar…está pobre porque le han enseñado a tomar…aquí encuentras niños de 8 o 10 años tomados… en Rodrigo, Socavón, Pardo, Gogorrón, La Ventilla. Es una situación grave”.

En Laguna de San Vicente, apunta, la venta de tierras confrontó familias y generó la violencia, que ha cegado vidas como la de Jair, a quien hace tres años una bala perdida le produjo la muerte.

El domingo 24 de marzo de 2015, después de oficiar la misa de las nueve de la noche en honor de la patrona del lugar “María Auxiliadora”, el cura se retiró de Laguna de San Vicente.

“Cuando iba llegando a la casa me hablaron: “Padre hubo balazos y le pegaron a un joven”, le informaron aquel día al recibir la llamada telefónica de un lugareño.

Para el párroco Jair “era bueno, asistía a misa, participaba en la eucaristía con su familia y no tenía rivalidades”.

El deceso del joven de apenas 16 años, dijo, marcó a la comunidad “con mucho dolor e impotencia, pero eso ha ayudado a reflexionar que divididos no podemos caminar y eso ha unido un poquito más a la comunidad”.

Admite que la política también divide a los habitantes, pero no los confronta como la venta de tierras.

Explica que autoridades negocian con compradores y de estos “muchos tienen mucha amistad” con ejidatarios y los “asesoran” y ellos mismos las adquieren.

Antes de la expansión de la zona industrial de la capital hacia aquella zona, recuerda, los pobladores subsistían de sus tierras.

“Tenían animales, pastoreaban, producían papa silvestre y mucha gente vivía de esa papa; había tuna, nopales…era tierra muy próspera y hacían ladrillos que vendían en San Luis. Eran autosuficientes”, resume.

Luego las fábricas “traen supuestamente el progreso, pero no les dejan un área para que tengan sus casas…es un despojo, aunque les están pagando, entre comillas, porque los están reduciendo a nada… ¿de qué van a vivir?”.

Se responde: “Van a decir que trabajando en las fábricas, pero ¿todos?,… ¿dónde van a vivir sino hay tierras para que hagan sus casas? ¿En los palomares que tienen en Arbolitos para los obreros?…mientras los que tienen dinero encumbrados y los demás en la miseria”, plantea.

Carbajal Morales asegura que esas condiciones influyeron “bastante” en el crimen de Jair, porque con el dinero de la venta de las tierras los habitantes “se compraron pistola y cerveza, y la pistola y la cerveza origina violencia”, agrega.

Dice que en misa del jueves pasado pidió por autoridades que prevengan los delitos, porque “desgraciadamente” a estas los rebasa la población y los acontecimientos.

Insiste: “Hay demasiado alcoholismo y quienes tienen que aplicar las leyes no deberían dar permisos para establecimientos de la venta de cerveza”.

A su juicio, la solución de los problemas radica en aplicar las leyes, “porque estas son buenas pero no se aplican, porque tal vez tenemos compromisos políticos o económicos”, agrega.

Advierte: “Deja un poquito más dinero los impuestos que pagan las cervecerías que lo poquillo que puede pagar la gente”.

Por esa razón, cada fin de semana “es una cantina todo el municipio y las autoridades municipales se ven limitadas”.

Las grandes beneficiadas son las compañías cerveceras, porque es mínima la ganancia que obtienen quienes las venden en tienditas, opina.

Apunta que lamentablemente los lugareños padecen alcoholismo, “una enfermedad como la gripe y de la que si te enfermas no se te quita fácil”.

“El alcoholismo es más grave porque el enfermo nada más con olerla cae; mucha gente lucha, lucha, me consta, pero no pueden salir porque no hay los medios”, añade.

El consumo de drogas, añade, es otro de los grandes problemas, pues estima que “la mitad” de los bebedores “han probado drogas; sino es que más y eso es triste, pero es la realidad”.

Acerca de la venta de estupefacientes sostiene que el problema es que nadie denuncia por el temor a represalias de los vendedores.

Ante esa circunstancia, sostiene, “todos tenemos que hacer algo; les digo a la gente: “También nosotros somos culpables porque por no meterme en problemas me quedo callado”.

El presbítero señala que a las autoridades municipales se les he pedido vigilancia, “pero uno comprende que es demasiado grande el municipio y no hay medios, pero sí hay posibilidades de que esto cambie”.

Para lo cual, juzga, se necesita que la gente “vaya empoderándose de su ser de ciudadanos, que no teman, porque muchas veces pensamos: “No puedo decir nada”, “no tengo voz”, “no soy nadie”…pero son algo, son muchos, son ciudadanos y pueden hacer mucho”, finaliza.

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