Frater Ignatius
Inglaterra es considerada por algunos historiadores como cuna del anarquismo. Resulta ilustrativo el observar la forma de pensar de los ingleses. Herederos de escuelas filosóficas que promueven la ciencia y la tecnología, rápidamente hicieron un desarrollo sin precedentes en la historia humana. Con el advenimiento de la Revolución Industrial, apareció un conglomerado de gente en forma espontánea llamado luditas, quienes eran artesanos ingleses. Estas personas, acostumbradas a trabajar evidentemente con sus manos, sintieron realmente un golpe o más bien un terremoto cuando comenzaron a observar el trabajo que se realizaba con máquinas. Estas eran una amenaza para los empleos manuales y hechos con cuidado esmerado y en tiempo largo.
Concretamente, los telares industriales y la máquina de hilar industrial, permitían a trabajadores menos capacitados y recibiendo unos emolumentos inferiores, ocuparse de esas máquinas, dejando a los artesanos tradicionales en total desventaja en muchos sentidos.
El movimiento recibió su nombre de Ned Ludd, un hombre joven que se dedicó a estropear telares en 1779 y que literalmente otorgó su apellido para que se les nombrara así a las personas que destruían este tipo de máquinas en clara protesta contra dichos artefactos que lo único que provocaban era una debacle en sus niveles de vida, extorsionando el mercado y la mano de obra en distintos frentes.
Parece que existen también antecedentes de personas que hicieron lo mismo pero con las máquinas trilladoras. Lo cierto es que en el fondo de todo este movimiento, se encuentra el trasfondo de intentar negociar mejores condiciones de trabajo. No es que temieran a las máquinas propiamente, sino que simplemente hacían este tipo de disturbios para intentar quedar mejor parados en la relación patrón-trabajador.
Muchas ciudades de Inglaterra fueron intervenidas por los luditas, quienes agitaban a otros trabajadores y los incitaban a destruir las máquinas.
En el pensamiento actual, ludita ha significado la persona que no entra fácilmente al terreno de la técnica y que incluso se niega a usarla. Existe un manifiesto promulgado en 1996 que cuestiona el consumismo excesivo y las tecnologías, a las que consideran como entes que amenazan la estabilidad del ser humano en varias facetas.
Se puede decir con cierta contundencia que estos hombres valientes son la base de los movimientos anarquistas y los precursores de los sindicatos. Los luditas posmodernos, por nombrarlos de alguna manera, son personas que rehúyen de otro tipo de tecnologías pero que paradójicamente se meten a estudiar los sistemas de cómputo, en específico la forma de vulnerar un sistema blindado. Muchos de los hackers actuales llevan la semilla de aquellos luditas que protestaban contra esas máquinas. Existen paralelismos entre estos transgresores de sistemas digitales que utilizan el lenguaje de la programación como una forma de disgusto hacia el establishment y aquellos antiguos que se levantaban ante las injusticas de la industrialización. La comparación puede parecer extraña, pero si observamos a los crackers y hackers, lógicamente en una generalización de estos personajes, vemos que la mayoría vive en condiciones muy básicas, en donde usan simplemente la tecnología como un medio para el descontento. Incluso reniegan de otro tipo de tecnologías como el uso del automóvil, la televisión u otro tipo de artilugio moderno.