Frater Ignatius
El anarquismo ante todo es una sensibilidad. Es decir, es una predisposición de individuos que no se conforman con el estado actual de las cosas e intentan hacer valer tanto su individualidad como la importancia de vivir en una sociedad justa, equitativa y libre, en la medida en que la libertad no trastoque o lesione la libertad y los intereses de otros. Hemos sostenido a través de estas breves entregas, que el pensamiento anarquista es fundamental para poder desarrollar el pensamiento y tener un grado de libertad que nos permita vivir en paz y tranquilos, haciendo actividades que nos nutran y nos plazcan.
Es bueno mencionar a Henry Thoreau (1817-1862). Aunque se distanció del anarquismo diciendo que él pugnaba por un gobierno mejor, su mensaje respecto a una sensibilidad independiente que busca abolir a la autoridad por medio de su obra Sobre el deber de la desobediencia civil (1849) señala el camino de la resistencia pasiva a la autoridad. Defendió conductas y postulados ácratas. Y definitivamente fue uno de los más grandes anarquistas. Además este gran hombre fue un poeta naturalista y uno de los padres de la literatura de los Estados Unidos. Poeta y anarquista, una combinación extraordinaria que permite adentrarse por los senderos de un bosque con una brújula y salir nuevamente a los paisajes de libertad y creatividad. El poeta vivió aislado en una cabaña que él mismo había construido, comía frugalmente y desarrollaba un carácter espartano a toda prueba. Sostenía que los excesos eran un mal e impedían el total desarrollo de la persona. En ese sentido, afirmaba un individualismo ligado a las fuerzas de la naturaleza.
Entrando ya a la cuestión filosófica y teórica del anarquismo, podemos afirmar que el máximo representante del anarquismo individualista fue el alemán Max Stirner (1806-1856), seudónimo de Johann Schmidt, quien estudió a Hegel a profundidad y rebatió varias de sus tesis. Su vida era en cierto sentido como la de Kant, algo plana. Solamente se juntaba para filosofar con el teólogo Bruno Bauer y su agrupación de jóvenes que pugnaban un por un extremismo y radicalidad no ajenos a la época. Fue docente en una escuela de señoritas en Berlín. Por aquella época escribe un folleto, El falso principio de la educación (1841) en el que defiende la fuerza de la persona, de la individualidad como algo substancial al proceso educativo: “La cultura proporciona superioridad y hace del que la posee un señor”. Aunque jamás hizo uso de la palabra “anarquista”, su libro insignia El único y su propiedad (1843) es un tratado de defensa a ultranza del individuo por encima de las imposiciones de la colectividad y por tanto, del Estado, el cual tiene como objetivo la limitación de las posibilidades de la persona, imponiendo sus leyes despóticas y coartando la plena soberanía de los seres humanos. Un órgano que privilegia a algunos y que a otros los lastima, los hiere, los rebaja casi al grado de animales. Al final de todo, un instrumento de poder casi imposible de quebrar. Se vive y se piensa desde el yo, desde su libertad y todo lo demás, todas las abstracciones no son más que quimeras. Para Stirner Dios, Estado, Dinero, Capital, son auténticas aberraciones que impiden la realización plena del individuo. Henry Mackay, otro personaje ilustre que pugnó por las libertades de los homosexuales y que rescató a varios pensadores del olvido, en su obra Los anarquistas (1891) habla sobre Stirner y le devuelve parte del crédito que merece. Entre sus virtudes, podemos afirmar que es un precursor en el pensamiento de Nietzsche. Su constitución axial: “Cada uno es único y de esto parte todo lo demás”.