Frater Ignatius
Hablar de Flora Tristán como de muchos de los socialistas utópicos es realmente apasionante. Son vidas capaces de iluminar una existencia entera. Son ejemplos a seguir, estrellas en el cielo de la libertad. Es triste no conocer algo de la vida de esta mujer extraordinaria. Al igual que Mary Wallstonecraft, que hemos visto en una entrega anterior, Flora se acerca a los ideales anarquistas por varios frentes. Era una mujer cuyo pensamiento se adelantó a toda una época. Tenía ascendencia peruana. Fue una de las grandes fundadoras del feminismo. Abuela del famoso pintor Paul Gauguin. Tuvo mucho dinero. Hija de un aristócrata que no la reconoció y eso le atrajo muchos problemas. Quedó huérfana a los cinco años. La pobreza la espoleó a realizar distintas tareas y a desarrollar un pensamiento importante en la acción. Dicen que Simón Bolívar fue su verdadero padre, ya que frecuentaba su casa. La madre quedaba sola largas temporadas y tal vez el libertador de América dejó su semilla para concebir a un ser único.
Vive en un barrio pobre de París en condiciones realmente bajas. Comienza a trabajar muy chica. Se casa a los 17 años con un hombre cruel. Concibe tres hijos. Uno muere. Los dos sobrevivientes –Ernest y Aline- quedan separados, en la custodia de cada uno de sus progenitores. A los 22 años huye del matrimonio llevándose a sus dos hijos. Imaginen el cuadro: Hija natural, desheredada y maltratada por el esposo, prófuga de alguna manera de una vida aparentemente “normal”. Esto le da una condición de “paria”, como a ella misma gustaba autonombrarse. Chazal, el vil esposo, celoso y artero, le persigue por doquier e incluso le mete un balazo en el pecho. Se va de Francia y llega a Perú, en donde su acaudalado tío no le quiere dar algo de la herencia que le corresponde pero recibe una mensualidad que le permite sobrevivir a medias.
Corría el año de 1834 cuando decide embarcarse e irse a Liverpool. Flora escribió un libro de viajes acerca de las experiencias que vivió en Perú. La obra se tituló Peregrinaciones de una paria.
En 1840, ya separada definitivamente de ese hombre enfermo, escribe un libro con el nombre de La Unión Obrera, en donde clama por la necesidad de los trabajadores de organizarse. Pero, sobre todo, clama por la igualdad total de la mujer con el hombre que la oprime y la usa como si fuese un objeto.
Existe una anécdota sobre Karl Marx. El filósofo la admiraba mucho y tenía sus libros en su biblioteca personal. Aunque no le dio el crédito que merecía. Un acto definitivamente machista en el gran pensador.
En su viaje a Londres escribe un libro, Paseos en Londres, en donde hace una crítica demoledora a las condiciones de trabajo de los obreros ingleses. Ahí se comienza a vislumbrar el capitalismo sin alma ni corazón. Un capitalismo degenerado que solamente quiere perpetuarse a sí mismo, como la voluntad de vivir de Schopenhauer.
Otra obra importante es La emancipación de la mujer (1845) donde se manifiesta contra la inferioridad matrimonial del sexo femenino. Ensayo anticipatorio del moderno pensamiento feminista.
Mujer valiente, inteligente, bienintencionada, admiradora de todos los socialistas utópicos a quienes conoció en persona, sobre todo a Fourier. Defensora de una educación igualitaria.
Mario Vargas Llosa en su obra El paraíso en la otra esquina, describe los avatares y travesías de Flora y de su nieto Paul Gauguin.
Pensamiento toral de Flora: “Todos los seres humanos nacen libres, iguales y con los mismos derechos”.
André Breton dijo de ella: “Acaso no haya destino femenino que deje, en el firmamento del espíritu, una semilla tan larga y luminosa”.
Al final de su vida, dejó una biografía realmente conmovedora, digna de estudiarse e incluso de leerse en francés. Su doble condición de hija no reconocida y de esposa por conveniencia, le hace vivir en primera persona todo el peso de la injusticia y de la opresión por parte del hombre hacia la mujer.
Muere a los 41 años, víctima de tifus, mientras se hallaba en plena gira en el interior de su país, promoviendo sus ideales libertarios. Se apagaba una exquisita luz, digna de la mejor novela o la mejor película.