Por Victoriano Martínez
Hoy hace un año que los potosinos vencieron a la propaganda reforzada con más de dos años y medio de dádivas clientelares.
Una propaganda que durante el periodo de campañas formales adoptó posturas triunfalistas con tal grado de certeza en lograr la primera reelección en el Ayuntamiento de San Luis Potosí, que en los mítines, más que promesas se presentaban anuncios de lo que harían en un segundo periodo.
Una campaña que 15 días antes de las votaciones festejó el triunfo con espectaculares por toda la ciudad con la frase ¡Ya ganamos!
Una campaña reeleccionista de más de dos años y medio que en las urnas tuvo una respuesta ciudadana contundente: si tres años antes Ricardo Gallardo Juárez hizo creer que haría las cosas diferentes en el Ayuntamiento, tras lo hecho, 41 mil 517 electores ya no le volvieron a creer.
Los 131 mil 411 votos que obtuvo en 2015, que entonces repudiaron la postura adoptada por tres ex alcaldes que se creyeron precandidatos a la gubernatura antes que presidentes municipales, quedaron reducidos a 89 mil 894 votos.
Pero ni aun si hubiese vuelto a obtener la misma votación que en 2015, Gallardo Juárez habría alcanzado los votos suficientes para lograr la reelección.
Los electores se volcaron en lo que, en ese momento, apareció como una opción que ahora sí encabezaría un gobierno diferente, pues no sólo lo proponía en su propaganda, sino que cargaba el peso de las históricas administraciones de su abuelo, que de 1958 a 1961 y de 1982 a 1985 marcaron una gran diferencia en la administración pública municipal.
Xavier Nava Palacios, el nieto del legendario Salvador Nava Martínez, obtuvo 153 mil 892 votos. Veintidós mil 481 votos más que Gallardo Juárez en 2015.
El legado de un Navismo, caracterizado por sus históricas confrontaciones contra personajes de corte caciquil, combinado con el rechazo de un personaje que se perfilaba como un intento (aún no del todo abandonado) de serlo, bien podría explicar el fracaso de una campaña tan apabullante como la de Gallardo Juárez.
Un año después, la gallardía se reagrupa y busca un nuevo cauce para reencaminar su ruta como grupo caciquil, en tanto que las señales que da Nava Palacios lo colocan más como alguien que sigue los pasos de los cuatro candidato-alcaldes previos.
Si confrontar el incipiente cacicazgo gallardista le dio resultado en la elección hace un año, la prioridad para Nava Palacios como alcalde no era solo prolongar esa confrontación, sino adoptar políticas públicas definidas por una relación abierta con la ciudadanía que lo hicieran más parecido a su abuelo, antes que escudarse en una prolongada propaganda ya anticonstitucional.
Conforme pasa su trienio, la ciudadanía dejará de compararlo con Gallardo Juárez –más aún si no hay sanciones a las trapacerías del ex alcalde– y comenzará a diferenciarlo de su abuelo.
Poco a poco, para Nava Palacios será más pesada la carga de no ser capaz de seguir los principios navistas en su administración, sobre todo si Gallardo Juárez continúa impune y pretende cubrir con actos propagandísticos su falta de acciones ancladas en un auténtico navismo.