Óscar G. Chávez
Parece ser que en el ámbito municipal ya comienza a bocetarse la posibilidad de que el alcalde Enrique Galindo se convierta de nueva cuenta en candidato de la alianza Pan-Pri; no es por el momento algo definitivo, pero ya se nota. De la misma manera se menciona el que Xavier Azuara vaya como candidato al senado.
Estas decisiones y acomodos luego resultan extraños y hasta incomprensibles; así, pareciera que a Acción Nacional le parece mucho más importante el Senado que la alcaldía de la capital, o más bien, el propio Azuara confía más en su capacidad (y amarres estratégicos) para obtener el triunfo, que en los resultados que mediante el proceso electoral pudiera obtener Galindo.
Sin embargo, en estos tiempos y dadas las condiciones por las que transita la oposición en el estado, en medio de un juego anémico y perverso del que Azuara ha decidido ser parte, es poco probable que el gobernador Ricardo Gallardo acepte sacrificar alguna posición, llámese alcaldía, diputación o senaduría. Lo único cierto es que va por todo.
Algo debe explicar la manera en que se desvían, retienen y atesoran los dineros del estado, y quizá la explicación más sencilla (aunque no necesariamente comprobable) es el hecho de contar con los suficientes recursos para inyectarlos al proceso electoral. Nadie duda, desde luego, que los suspirantes del Pri y del Pan puedan tener padrinos, pero si Gallardo le avienta toda la carne al asador grande, en algo se ha de ver beneficiado y aquellos padrinazgos serán caricaturas.
No sólo es eso, olvidémonos de la senaduría (que tampoco es tan trascendente) por la que suspira Azuara, y centremos atención en la posibilidad de reelección en la alcaldía. La realidad es que la popularidad del alcalde, con todo y que le invierta en encuestas que lo sitúen en buenas posiciones y hasta lo presenten como el más inteligente, guapo y mejor vestido de los alcaldes de México, no está en su mejor momento.
La guerra abierta aún no comienza, pero en ese momento las buenas relaciones con el gobernador concluirán, y si bien, Galindo puede seguir conduciéndose con elemental cortesía, lo cierto es que el gobernador hará hasta lo imposible porque no llegue. Artimañas habrá muchas, que lo mismo pueden ir desde el incremento de la inseguridad y la falla de cualquier servicio municipal, hasta el colapso y disolución del Interapas.
Aunque en el ámbito de lo municipal, con todo y lo que se pueda o quiera pensar, no es Gallardo quien neutralizará al alcalde, es él mismo al no querer observar los errores en los que incurre de manera casi recurrente, destinando más recursos y atención a la promoción de su imagen que a los problemas de la propia ciudad.
Una realidad es, aunque habrá quienes consideren desproporcionada la comparación, que para este momento Galindo carga con una impopularidad similar a la que Xavier Nava llevaba al término de su segundo año de gobierno.
Por otro lado, no ha querido entender que la verdadera proyección en el cargo, no está fuera de San Luis, ni en la presidencia, vicepresidencia, secretariado, o lo que usted guste, de cuantos membretes le ofrezcan, sino en la ciudad que gobierna. Es decir, aunque el considere y le digan los que lo rodean que allí está su crecimiento, al común de la ciudadanía no le interesa que le otorguen la escoba de plata, el trapeador de cobre o el recogedor de hojalata, cuando la ciudad atraviesa un colapso en diversos servicios que proporciona el Ayuntamiento y, de la misma forma, se encuentra sin infraestructura que le permita soportar otros problemas, como la reparación simultanea de diversas vialidades que no hacen otra cosa que evidenciar la problemática vial de la ciudad.
Tampoco importa que presida una hermandad de centros históricos, cuando el propio de San Luis Potosí (aunque en general es toda la ciudad) es caótico y asqueroso; no se ve al día de hoy un interés real en seguridad, control de giros negros, alumbrado, e incluso suministro de agua. Hay que reconocer eso sí, la recolección de basura y la limpieza del primer cuadro (un poco más lejos no, porque ya se notan los muladares).
Quizá la faena le podría resultar mejor al alcalde, si en vez de andar de farolón y turisteando, se dedicara a atender más la ciudad, y no con pantomimas como sus domingos de pilas, sino con una cobertura real de la problemática por la que atraviesa la ciudad y en donde se le quiere ver trabajando en realidad, no tirando rostro en espectaculares, redes sociales y periódicos, donde más que alcalde pareciera que busca nominarse para ser la flor más bella del ejido.
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