Por: Antonio González Vázquez.
Alejandra tiene solo tres años y almuerza en el suelo, muy lejos de su casa. Come tortilla y huevos, jugo y atole, de hecho, no está acostumbrada a esos manjares porque en El Tecolote, municipio de Salinas, no siempre hay para los frijoles. Sentada sobre la grava y la tierra, observa un mundo desconocido. Sus zapatitos tan menudos como ella, tan linda e inocente, la cara sucia de tierra, las manos con costras luego del juego; una tortilla en mano y la mirada sorprendida como preguntándose: a dónde nos trajo mi mami. Junto a ella, sus hermanos, ven el paso de la gente y los autos a los que ven como si fueran nada. Alejandra forma parte de un grupo de productores de frijol de Salinas y Santo Domingo que llegaron a la Secretaría de Agricultura para exigir la entrega de semilla para sembrar. Es simple: si no hay semilla no hay cosecha y luego entonces, tampoco nada para comer. Pero en la SAGARPA no les han querido entregar nada y por eso están ahí, en plantón. Y como para esas luchas se necesita del apoyo de todos, es que también se trajeron a Alejandra para ver si con el impulso divino de un alma buena logran una respuesta de la burocracia federal. Se levantó temprano y jugó un rato en el andador de la calle Jesús Goytortua, porque cuando se es niño es suficiente la imaginación para divertirse y soñar con aviones o con muñecas Barbie o con un plato más de huevos revueltos. Sus papás son campesinos del altiplano y aunque ya empezó a llover, no pueden sembrar el frijol. No lo quieren para vender, lo quieren para comer, pero en la Secretaría de Agricultura eso no tiene mucho sentido. Alejandra viene de El Tecolote, donde cada año por estos días se estremecen de hambre y de incertidumbre sobre su futuro. En tanto, en el gobierno, como bien se sabe, no entienden que no entienden. Por eso llevaron a Alejandra al plantón, para que desde chiquita sepa que esos del gobierno, son los que roban a la nación, los que desprecian a los pobres, los que se solazan en el dolor y el hambre de los demás. Alejandrita ya lo sabe.