Anarquismo y cultura. Parte 4

Antes de iniciar con la historia propiamente dicha del movimiento anarquista, sobre todo como una expresión política, disertaremos acerca del anarquismo en el sentido de sensibilidad del sujeto.

El individuo es en el fondo de la subjetividad, el único ente existente como tal. Con todas las contradicciones que se puedan tener, el concepto de persona tiene supremacía sobre gran parte de las idealizaciones e incluso de las utopías construidas.

La realidad cuando se piensa en un “pueblo” o en una colectividad en general, se construye a partir de las individualidades, las cuales actúan como un todo armónico –en medio de todas las fisuras, huecos o contradicciones dadas- que interactúa con el mundo y tiene su poder de influencia sobre sí mismo y sobre las demás personas.

El individuo se va gestando en el mismo espejo de otros individuos que hacen un proceso de colectivización, hasta llegar al concepto de pueblo, raza, país, nación.

Empero, por encima de las generalizaciones, impera el individuo, quien es capaz de aislarse por un tiempo y de pensar esa misma individualidad dentro de su propio estar en el mundo. Un universo conformado por él y que sin su presencia como persona o espécimen, generalizar es imposible. Precisamente, la generalización o el tasar a una suma de cabezas como un todo, es el principio de las aberraciones del poder y del concepto de Estado, ese monstruo amenazante que engulle al individuo en una suma informe y aberrante.

Para desarrollar un pensamiento creativo y libre, se requiere una sensibilidad hacia una posición existencial del anarquismo. Precisamente, las mentes más rabiosamente individuales, son las que han hecho avanzar o darle al mundo un matiz más rico en vivencias profundas. En el fondo, desarrollan a toda costa un pensamiento anarquista en el sentido de no obedecer a ningún amo, provenga de donde provenga. Se afirma así, una fuerza concentrada, impulsada por un particular, un ente único pletórico de poder creativo. Se desarrolla una aristocracia del espíritu puramente humano. Para ello, deben existir condiciones de libertad y de tranquilidad, acompañadas de un ambiente propicio para la expresión plena de una mentalidad independiente y fuerte en varias facetas.

Precisamente, los sujetos así descritos, permiten una libertad tanto en sí mismos como en los otros, que fluye para permitir el advenimiento de la creatividad y del vivir felices, tanto en una manera aislada o semiaislada o en comunidad, respetando los rasgos de estas cabezas singulares.

El presente esbozo del anarquismo lleva como objetivo la descripción, efectivamente, de un movimiento histórico de carácter político, pero también una perspectiva de subjetividad. Una sensibilidad que puede ser desarrollada pero que evidentemente ya viene dentro de individuos diferentes a la llamada masa y que pugnan por construir un mundo más diáfano, más libre, más plural. Y esa pluralidad se da precisamente en la diferenciación entre personas con intelectos poderosamente creativos, propositivos.

La sensibilidad anarquista como postura existencial, abre las puertas de una libertad posible. Su carácter crítico da paso a una forma de vida que estimula el desarrollo de muchas de las potencialidades del individuo. Uno va haciéndose consciente todo el tiempo de las inmensas posibilidades del hombre como individuo en primer lugar y como comunidad en segundo sitio.

Frater Ignatius

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