Anti festejos: cuando la celebración se convierte en protesta

Desiree Madrid

En los últimos meses ha emergido con fuerza una forma de protesta tan ingeniosa como elocuente: los llamados “anti festejos”. Lejos de conmemorar logros o celebrar acontecimientos felices, estas acciones transforman los símbolos de una festividad en poderosos vehículos de denuncia ciudadana.

Se trata de una forma creativa de visibilizar la frustración colectiva ante la ineficiencia gubernamental, las obras inconclusas y la falta de respuestas ante problemáticas que afectan directamente a la vida cotidiana.

La dinámica es sencilla, pero cargada de simbolismo: pasteles, música, globos, pancartas y hasta piñatas se resignifican en escenarios de crítica y exigencia. En lugar de alegría, estos actos transmiten un mensaje claro de hartazgo, urgencia y reclamo. Lo festivo se convierte en ironía; la celebración, en resistencia.

En San Luis Potosí, esta modalidad ha ganado terreno en diversos sectores sociales. En agosto de 2024, los vecinos del tradicional Barrio de San Miguelito protagonizaron un anti festejo para conmemorar —con una mezcla de sarcasmo y enojo— un año de obras paralizadas.

Rodeados de escombros y polvo, compartieron un pastel en medio del abandono para visibilizar el impacto que la inacción tenía en su entorno y calidad de vida. La protesta no solo evidenció la frustración vecinal, sino también la necesidad urgente de reactivar los trabajos de rehabilitación de las calles con responsabilidad y compromiso.

En marzo de este año, colectivos ciudadanos a favor de la movilidad realizaron una anti celebración frente al Congreso del Estado en el Jardín Hidalgo. El motivo: el estancamiento en la aprobación de la Ley Santi, una propuesta legislativa que busca mejorar la infraestructura y normativas en materia de movilidad urbana.

Mediante una acción creativa y directa, los manifestantes apelaron a la atención pública, con el dominio del espacio público y juegos recreativos presionaron a los legisladores para que dejaran de postergar una demanda social ampliamente respaldada.

El más reciente de estos actos ocurrió el pasado 12 de abril. En esa fecha, estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) organizaron una anticelebración para denunciar las obras inconclusas al interior de su institución.

Con elementos festivos, señalaron cómo la falta de inversión y la lentitud en la ejecución de proyectos afectan su formación académica, además de visibilizar el retraso.

En los tres se destaca la presencia de un pastel y velas que adornan el sentimiento de protesta.

Así, los anti festejos se consolidan como una herramienta poderosa de protesta social. Al subvertir el sentido de la celebración, la ciudadanía logra captar la atención de los medios, sacudir a la opinión pública y ejercer presión sobre las autoridades. Más que simples actos simbólicos, son expresiones contundentes de una población que no se conforma con promesas ni con excusas.

Esta nueva forma de manifestación pone en evidencia la creatividad, la inteligencia colectiva y la determinación de la sociedad civil en San Luis Potosí. En un contexto donde la indiferencia institucional suele normalizarse, los anti festejos rompen la inercia y recuerdan que exigir lo justo también puede hacerse con ingenio, ironía y fuerza comunitaria haciendo que la celebración se convierta en protesta.

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