Aprovechamiento politiquero del espíritu navideño

Por Victoriano Martínez

Hoy es 24 de diciembre, día de la cena navideña y víspera de Navidad. Temporada para enfocarse en buenos deseos y dejar a un lado diferencias de opinión y convicción; de repartir bendiciones –en lo que se han especializado ciertos políticos– y expresiones en la misma línea, siempre aparejadas a lo políticamente –y para el caso hasta religiosamente– correcto.

Se expresan lugares comunes para desear felices fiestas, los aguinaldos abren el espacio para intercambios de regalos y hasta decir que este espíritu que prevalece en el ambiente decembrino debería extenderse al resto del año se vuelve uno más de esos lugares comunes que, por serlo, resultan huecos.

Habrá espacios, especialmente en ámbitos privados y familiares, donde todas esas expresiones tienen un carácter ritual que, revestido de autenticidad en las expresiones, cohesiona y fortalece esos lazos grupales.

En el espacio público en general, un espíritu navideño demasiado contaminado por la comercialización se desvirtúa hasta donde la autenticidad de las emociones y buenos deseos se dejan invadir –y condicionar– por un marketing y una mercadería manipuladores.

En el espacio de la administración pública y la acción gubernamental, plenamente contaminado por la mercadotecnia política, el espíritu navideño se vuelve instrumento de manipulación que no se duda en utilizar para mantener y ganar adeptos, al pasar de una discreta presencia en los festejos a convertirlos en grandes espectáculos de pan y circo.

Hace 26 días, por ejemplo, que las instalaciones de la Feria Nacional Potosina se convirtieron en sede el Festival Navideño más largo de la historia y seguramente único en el mundo con tal duración, del 29 de noviembre al 6 de enero. A la par, el gobierno estatal realizó posadas por los municipios y las colonias de la ciudad, amenizadas por grupos musicales, y con el reparto de todo tipo de regalos.

De acuerdo con un comunicado del gobierno estatal del pasado jueves, en 23 días el Festival Navideño alcanzó un millón de visitantes. Si es un éxito o no, no hay parámetro para determinarlo. Como evento a comparar está la propia FENAPO 2022, que en sus 24 días logró, oficialmente, una asistencia de 4 millones y medio de personas.

Pero el efecto pan y circo y de manipulación de la población con festejos navideños no se limita a una Villa Navideña fenapera porque lo que más movilizó a la población fueron las posadas ambulantes por todo el Estado, con su proyección de un gobierno benefactor, que es la idea que más se trata de colocar en la mente de la población.

Tan es así, que en el mensaje navideño del gobernador Ricardo Gallardo Cardona privilegia la pretensión de destacarse como diferente a sus antecesores, anunciar que continuará sus recorridos por los 58 ayuntamientos “para poder llevar vida y esperanza a todos”, y afirmar que ya enterró a los políticos corruptos.

“Cada vez que una familia recibe una beca alimentaria, que recibe dinero en efectivo, que va a un concierto gratuito, que recibe un juguete o un balón de futbol, cada vez que recibe algo del gobierno, la maldita herencia se retuerce porque es dinero que les llega ahora a todos ustedes.

“Y no importa que se enojen, no importa que pataleen, nosotros seguiremos repartiéndoles el dinero del gobierno a todos ustedes”, dijo como si frente a él hubiera una oposición que lo llenara de críticas públicas cuando prácticamente todos los actores políticos se le han sometido, incluidos aquellos que por estructura política y legal deberían ser contrapeso.

Más que un mensaje navideño, Gallardo Cardona dio continuidad a su machacona auto proclamación como gran benefactor y justiciero, cuando los apoyos sociales no alcanzan a cumplir con la reforma constitucional que él mismo impulsó, y el ajusticiamiento de los de la herencia maldita están muy lejos de corresponder a ese concepto.

Pero es temporada para enfocarse en buenos deseos, ajustar mensajes navideños a lo políticamente correcto, así sea a plana completa en algunos diarios con cargo al erario, y –sobre todo– desde la máxima expresión de la politiquería, aprovecharlo al máximo para mantener adeptos… y tratar de ganar más.

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