Óscar G. Chávez
Las bravuconadas y fanfarronería ya no son una práctica exclusiva del titular del Ejecutivo, comienzan a hacerse extensivas a algunos integrantes de la corte palaciega; seguro pronto se generalizarán en todos los ámbitos gubernamentales. Nada como imitar al jefe buscando su aprobación y complacencia.
Este tipo de actitudes que, como ya se ha mencionado en diversas ocasiones, fueron distintivas de Ricardo Gallardo desde el primer día de gobierno, durante un buen tiempo no habían sido replicadas por ningún otro funcionario gubernamental, pero ya avanzado el primer año de gobierno afloraron como un artilugio recurrente en el golpeteo verbal, sobre todo cuando tratan de defenderse de cuestionamientos, de responder lo que consideran ataques o simplemente por el gusto de agredir a quienes pudieran considerar enemigos.
Hace unos días, por ejemplo, su secretario general de Gobierno, cargó de nueva cuenta contra la operadora carretera Coconal a la que amenazó con retirarles la concesión ante lo infructuoso de las negociaciones en el tema de las casetas de peaje en los accesos a los parques industriales Logistik; peor, todavía, utilizó como ejemplo la ocupación que gobierno federal hizo del tramo de vía concesionado a Grupo México. Sorprende que sea no sólo el responsable de la seguridad del estado sino también un abogado el que haga estas declaraciones; su bravuconería no sorprende pero sí su ignorancia, ya que en el caso concreto que refiere, a cambio del tramo férreo con el que se concluirá en ferrocarril Transístmico el gobierno prolongó otra concesión de vía a la misma empresa.
En el caso potosino, en específico, es muy poco probable que se logre concretar la amenaza, el blindaje de esas empresas es tal, que difícilmente accederían a negociar si no cuentan antes con la certeza de una jugosa indemnización. Amenazan como si fuera una realidad en puerta cuando ni siquiera pudieron, por pésimos negociadores, reconstruir el puente de Universidad argumentando que la empresa ferroviaria no les permitía utilizar el espacio para las maniobras necesarias.
Luego, el diputado José Luis Fernández Martínez, rabioso se lanzó a la yugular de la juez federal Norma Angélica Ávila Veynna por considerar que se entrometía en las facultades del Legislativo, al ordenar la ratificación de una magistrada. “Nos tratan como si fuéramos directores de Comercio clausurando un negocio de bebidas alcohólicas”. Queda claro que no lo son, pero actúan como tales, sobre todo a la hora de recibir las indicaciones del jefe, tras el embute recibido.
Más, todavía, la alcaldesa de Soledad en patética imitación de su protector, se lanzó contra el alcalde de la capital y el Interapas; la pobre mujer ya no sabe ni lo que pela y seguramente ni siquiera cómo funciona el organismo, pero la cosa es hacerle gordo el caldo al gobernador. Y ni tan bien que lo ha de hacer, lleva meses con su tarabilla y para nada cumple la amenaza; ni se para de la mesa, ni se separan como tanto lo canta.
Lamentable no sólo que de la bravuconada se haga un modelo de gobierno, sino que además los niveles de abyección alcancen dimensiones hasta ahora desconocidas por los potosinos; aunque no todo es así de catastrófico, a lo anterior se suma lo risible del eterno estado de fantasía en que vive nuestro gobernador. Ahora resulta que él iba a ser el bueno para llegar a la grande, pero se atravesó el Güerito Velasco y decidió sumarse a su proyecto, no sólo porque es su amigo y compadre, sino porque primero están los potosinos. Y éstos, tan ingratos que no le quieren reconocer sus méritos.
Nada es cosa menor por muy risible que lo percibamos, ya que demuestra las patéticas formas que nuestro gobernador y sus subordinados utilizas para el gobierno de un estado; aunque, bien a bien no se alcanza a percibir quiénes son los verdaderos responsables de toda esta problemática en la que la única afectada es la ciudadanía potosina.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.