Marcela Del Muro
Una manta con la leyenda “Aulas seguras para las mujeres. Mujeres resistiendo”, agrupó a una decena de personas que, mediante el dibujo y la escritura, reflexionaron sobre las violencias que viven en la academia, imaginaron cómo sería su lugar seguro al interior de los recintos universitarios y acuerparon la acción simbólica de Larissa y Fátima, alumnas centroamericanas de la Maestría en Derechos Humanos (MDH) de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP).
Ambas mujeres forman parte de la 11a generación de la maestría y, en el marco de la ceremonia de despedida el pasado 2 de octubre, decidieron romper el silencio: verbalizaron el acoso y las violencias que han vivido por parte de alumnos y profesores, señalando las omisiones institucionales ante sus denuncias y nombrando las consecuencias de salud mental que la inacción de la UASLP les ha provocado.
Larissa, mujer negra indígena miskita originaria de la frontera entre Honduras y Nicaragua, fue violentada por un compañero. Ella denunció ante la institución y la Defensoría de Derechos Universitarios, pero fue gracias a la presión e insistencia de la joven y su grupo de compañeras que su agresor fue separado de la maestría, sin embargo, señala que existió desatención psicosocial en salud mental, revictimización, no se aplicó un protocolo de atención y existió una desarticulación comunitaria que impidió generar un diálogo reflexivo entre estudiantes y profesores.
“Es un acto de memoria y otra forma de hacer justicia fuera de lo jurídico. Reivindicando nuestras vivencias, narrativas y sentipensares”, dijo Larissa con un megáfono en la explanada de la sede de la MDH, rodeada de mujeres que la acompañaron en su protesta y convirtieron este sitio, que para ellas se había tornado hostil y violento, en un lugar seguro para expresar sus denuncias.
La manta comenzó a llenarse de mensajes contra la violencia: “UASLP tienen todo para dejar de ser casa de agresores y empezar a escuchar a sus alumnas”, “no quiero sentirme valiente en el aula, quiero sentirme libre y segura”, “la violencia académica existe, queremos y requerimos espacios seguros”.
No fue fácil llevar a cabo esta acción de resistencia, los directivos de la maestría decidieron suspender la bienvenida de la nueva generación al enterarse de la manifestación pacífica en un intento de ocultar las denuncias y demandas de sus alumnas centroamericanas. Para ellas, la respuesta de los directivos fue un acto de intimidación que busca mantener el pacto de silencio en la MDH.
“El actuar institucional del posgrado es una incoherencia política, donde se evidencia que la MDH está ideologizada. Reconocemos su interés en diferentes luchas, pero realmente la lucha contra el patriarcado resulta profundamente incómoda”, expresaron las alumnas.
Fátima, originaria de El Salvador, explica que a lo largo de estos dos años la articulación entre compañeras de la maestría era más fuerte, no obstante, el miedo por recibir represalias, como obstaculizar sus procesos de titulación, terminó por romper la resistencia.
Dos profesoras de la maestría acompañaron a sus alumnas en el arranque de la manifestación. Una de ellas menciona que, justamente, el reconocer y nombrar las violaciones a derechos humanos, el hacer valer su voz y su derecho a la protesta es una de las muchas cosas que la maestría impulsa en sus estudiantes.
Las académicas centroamericanas buscaron ser escuchadas por los directivos de la MDH al momento de leer su comunicado, sin embargo, no hubo apertura al diálogo.
“Esta es la recuperación de nuestras voces”, dice Larissa. Las alumnas de posgrado hicieron un llamado a la escucha sobre las causas feministas al interior de la UASLP, cuestionando activamente la violencia patriarcal y simbólica que se vive en el recinto universitario.
“Principalmente, reconocerles a ustedas, compañeras, por levantar la voz, por animarse a hacer esto aún en contra de todo lo que se puede presentar”, comentó Tesa Oliva, de Casa Labrys, colectiva que está apoyando a las alumnas en su proceso terapéutico. “Por personas como ustedas, que se atreven aún con miedo, nos ayudan a las demás, ayudan a todas las que no tenemos las palabras o no sabemos cómo tomar los espacios. Estoy segura que esto no va a pasar desapercibido y va a sentar un precedente para las que están ahorita y las que vienen en camino” (sic).
Larissa, Fátima y las mujeres que las acuerparon piden que la UASLP diseñe un protocolo de atención a víctimas que permita, de forma segura, señalar las violencias y construir mecanismos de acceso a la justicia, para la no repetición y también para la protección de las víctimas.
“Queremos invitarles desde el corazón, desde la ternura, pero sin dejar la bravura a expresar las violencias en las aulas y a pensar cómo sería su espacio seguro. Aquí estamos para poder sostenernos entre todas”, nos invita Larissa y Fátima.