Cae más pronto un hablador que un cojo, más si es diputado.
Quizá alguno que otro ingenuo se llegó a plantear que con el inicio de la LXI legislatura del Congreso del Estado, se iniciarían los trabajos de una legislatura ejemplar, ética y correcta, una legislatura distinta a sus antecesoras, no solo productiva y emprendedora, sino también con una nueva moral pública. Quienes pensaron eso se han equivocado de forma rotunda y no bastó más que esperar un día para despertar a nuestra cruda realidad.
El reparto del botín legislativo (que hasta hace unos años incluso incluía a la Auditoría Superior del Estado) concluyó con la entrega de cotos de poder para todos. Cargos para los amigos y los recomendados.
Como siempre, la trayectoria, la capacidad profesional e intelectual, las aptitudes y habilidades para desempeñar un puesto administrativo salen sobrando. Eso no es importante. Si necesitas un muy buen abogado, conocemos uno en el partido, si necesitas un buen contador, tenemos un buen prospecto en el partido, si necesitas un buen administrador, tenemos en el partido un buen ajonjolí para todos los moles.
Hay una tentación perenne entre los grupos “parlamentarios” que se podría decir, hasta es natural a hacer lo que les venga en gana con la institución del poder legislativo. Apenas llegan a la curul y ya están trepados en el séptimo cielo y eso los autoriza a hacer y deshacer. Se comportan como facción, como secta, como colectivo de voraces y avaros que actúan bajo el supuesto de éste para mí, ese para ti, esos para mí, aquellos para ti.
El reparto del botín “acordado” por los diputados (recuérdese la frase popular de que los políticos pueden estar en desacuerdo con todo, menos cuando se trata de distribuirse el presupuesto) es una vergüenza. El descaro que se puede alcanzar es inconcebible pero es cierto, son capaces de eso y seguramente de más.
El diputado Héctor Meraz Rivera colocó a su hijo Héctor Meraz González como Coordinador de Finanzas del Congreso. El PRI y la corriente de diputados del empresario Pablo Valladares, impuso a la ex diputada Beatriz Benavente como Oficial Mayor. Edgar Enrique Sánchez González, ex funcionario del ayuntamiento de Ciudad Valles, tiene un pasado nefasto que incluye falsificación de firmas: ahora es Contralor Interno.
Pero esto apenas está empezando, el número de plazas administrativas en el Congreso tiene a los diputados frotándose las manos. No solo tendrán posibilidad de designar secretario particular sino también influir en el ingreso de nuevos asesores y de empleados por honorarios. Siempre es así porque los políticos potosinos así son, les gusta actuar de ese modo, con prepotencia y ligereza.
Para aspirar a un cargo en el poder legislativo no hace falta una curricula profesional exitosa, tener posgrados y buenas calificaciones, experiencia en el campo de su profesión ni tampoco ser honesto. Para lograr un cargo en el Congreso, basta con lamer las botas con presteza y eficiencia, basta con ser sumiso y gustar de maniobrar como le orden el jefe. Si fue a la escuela no importa, eso no sirve, lo que es útil en el Congreso del Estado es ser un incondicional de su diputado.
Al arranque de la legislatura, los nuevos diputados ofrecieron que lo primero sería reivindicar la desgastada figura del legislador ante la opinión pública, que se esforzarían por marcar diferencia con anteriores legislaturas, pero ya hemos visto demasiado pronto que no es así y que como bien se sabe, cae más pronto un hablador que un cojo.