De Vicegobernador todopoderoso a uno más del montón.
De Vicegobernador a diputado federal. Vaya bajón. No es lo mismo mandar sobre una entidad que ser uno más en la fracción de un partido donde la burbuja que gobierna los actos de los legisladores es tan reducida como selecta. Bajón en el sentido de ejercer el poder, opuesto que en la cámara, para aspirar a hablar en la tribuna de San Lázaro o para presentar una iniciativa, primero tendrá que pedir permiso. Hablamos de Cándido Ocho Rojas quien por cierto, en San Luis Potosí no le pedía permiso a nadie sino todo lo contrario.
Este día, publicamos una entrevista con el legislador federal por el Partido Verde Ecologista de México, organismo esquirol del Partido Revolucionario Institucional, ex procurador de justicia del estado, ex secretario general de gobierno y ex representante de Fernando Toranzo en el Consejo Estatal Electoral cuando el galeno era candidato a gobernador allá por 2009. Desde entonces, Fernando Toranzo le obedecía en todo y lo más importante, le permitía hacer lo que deseara en nombre del ejecutivo estatal.
Todo mundo sabía de eso y Ochoa Rojas alardeaba de su poder y de su influencia sobre el mandatario a grado tal que se ganó a pulso, el apelativo de Vicegobernador.
Aunque la opinión pública así lo reconocía, no fue sino hasta que Martín Toranzo Fernández, hermano del gobernador del estado lo designó como tal, que tal denominación se convirtió en su sello de distinción.
Aseguró que quien realmente ejercía el poder era el señor Ochoa Rojas y no su hermano, lamentó públicamente Martín Toranzo quien incluso presentó denuncia en contra de Ochoa y otros funcionarios ante la Procuraduría General de Justicia por presunta extorsión.
Eran los días del todopoderoso Vicegobernador que ordenaba a su gusto en el Congreso del Estado para designar a comisionados de transparencia o magistrados, para congelar juicios políticos o para lo que fuera.
Era tan poderoso, que logró que uno de sus subalternos sin trayectoria judicial, fuese nombrado magistrado del Supremo Tribunal de Justicia. Armando Rafael Oviedo Ábrego es magistrado sin mayor merito que ser carga maletín de Cándido Ochoa. A ese nivel rebajó el ahora diputado al poder judicial.
La deteriorada imagen de Fernando Toranzo a unos días de dejar de ser gobernador, se lo debe precisamente a Ochoa Rojas quien aprovechó al máximo el débil carácter del doctor, quien como se sabe, prefería irse a pescar que trabajar en los asuntos del estado. Eso se lo dejaba a Cándido, de ahí el mote de Vicegobernador Constitucional de San Luis Potosí.
Ochoa Rojas, quien ilusamente pretende corregir y mejorar la Constitución bajo el argumento de que “soy abogado”, considera que todo lo que se dice y se sabe de él es 99 por ciento falso. Quizá tan falso como su dicho de que en San Luis Potosí “nuestros hijos ya pueden salir a las calles” porque “ya podemos disfrutar de una escenario diferente”.
En el sentido político, Cándido Ochoa logró sobrevivir al sexenio y a diferencia de su ex jefe que no tiene más que dedicarse a la “filantropía”, podrá emprender una carrera política basada en lo que logró construir como secretario General de Gobierno, es decir, gracias a que fue Vicegobernador. Su proyecto sería, en 2018, “brincar” de San Lázaro al Senado de la República, para colocarse en condiciones de aspirar a la candidatura a la gubernatura en 2021.
Que tenga éxito o no, ya no solo depende de él, en la cámara no es más que uno más de los que reciben órdenes de levantar el dedo. Si Ochoa Rojas quiere ser alguien, deberá superar escollos que antes no estaba acostumbrado a salvar. Por lo pronto, ni cerca de la burbuja del entorno de Camacho Quiroz, lo que supone que en efecto, de momento no es más que otro más del montón.