CAJA NEGRA

El que se mueve de más…no sale en la foto.

En todos los procesos electorales, gente de partido, simpatizantes y militantes, así como ciudadanos a los que les gusta la política y a quienes les interesa la política como parte de sus negocios, hobbies o intereses de toda índole, toman sus decisiones y se casan con algún partido o candidato; se convierten en aliados, en financiadores solidarios y hasta en consejeros.

Entonces un candidato se convierte en una inversión, el que apoya desde el sector privado sabe que tiene que invertir para luego ganar.

Como en los negocios, hay proyecto de ganar-ganar, es decir, al tratarse de proyectos potentes, sólidos, atractivos y hasta prominentes, el inversionista sabe que los riesgos disminuyen.

Pero también hay otros negocios que surgen de buenas ideas pero que no se convierten en piso firme, que aunque parecen muy atractivos, no dejan su acento de debilidad; hay quienes se arriesgan en ese tipo de proyectos pues como pocos confían en ellos, en caso de ganar, los beneficios se multiplican hasta por seis años de progreso y felicidad.

Eso precisamente es lo que ocurrió a empresarios politizados que en tiempos electorales arriesgan ciertos capitales en apoyo a un candidato y a las propuestas que éste les hace acerca de un futuro promisorio.

No se crea que se invierte en un candidato o candidata por su linda cara o porque cuenta buenos chistes o porque parece alguien comprometido con la sociedad: se invierte para tener un aliado en el gobierno que facilite a quienes lo apoyaron a hacer negocios en grande.

Aunque también hay quienes gustan de apoyar a un candidato simple y llanamente porque algún amigo aún más poderoso (como puede ser un ex gobernador) con la oferta generosa que nadie puede negar: regresar a trabajar al gobierno o con el gobierno.

En las pasadas elecciones de junio, en los equipos de campaña y entre los seguidores no necesariamente visibles de los candidatos, había muchos de esos personajes que parecieran ser patrocinadores desinteresados de alguno de los proyectos políticos y de sus abanderados; no es una sorpresa, así sucede siempre en las campañas.

Puede tratarse de potentados, de ex funcionarios de influencia, de presuntos líderes de sector y tal, así los hay. En el PRI muchos regresaron y otros se fueron, lo mismo en el PAN y hasta en el PRD. Cuando está de frente una elección de gobernador no hay quien no intente quedar bien con el futuro gobernador.

Se sabe que un próspero empresario-político como Jacobo Payán se jugó todas las canicas con Sonia Mendoza Díaz y que el empresario y ex secretario de Desarrollo Económico, Fernando López Palau también se aventuró en apoyo a la panista, pero son dos de muchos que desde el sector privado pensaron que con Sonia Mendoza como gobernadora se podrían hacer buenos negocios.

Quienes desde una determinada posición ven perder a su candidato y a su proyecto, tendrían que hacerse a un lado y entender que el ganador y los suyos llevan mano en el gobierno.

Con Juan Manuel Carreras López se sumaron empresarios que crearon al vapor un grupo de apoyo ideado por los Valladares y armaron un equipo de trabajo porque como se sabe, cada quien hace lo que puede para ver qué se puede lograr en el sexenio.

Seguramente los empresarios priístas que ganaron y ayudaron a su candidato a triunfar en la elección no verían con agrado que quienes invirtieron y apoyaron a otro candidato, ahora quieran gozar de algún cargo o que puedan ser merecedores de una nominación.

Ahora que se acerca la edición 2015 de la Feria Nacional Potosina, surgió la especie de que Jacobo Payán podría ser un buen prospecto para la presidencia del Patronato de la FENAPO. Se extendió el rumor de que el gobernador electo estaría sorprendido con el perfil exitoso y emprendedor de quien fue una vez candidato perdedor del PAN en las elecciones a la presidencia municipal de San Luis Potosí.

Se ha propagado la idea de que sería una buena idea nombrar a Payán como presidente del patronato porque su capacidad para gestionar recursos y llevar a cabo proyectos que de primera vista parecen imposibles.

Lo mismo ocurre en el caso de López Palau a quien se califica como el mejor secretario de Desarrollo Económico que ha tenido la entidad y que a él se debe el despunte industrial y comercial iniciado hace una década.

Puede ser que se trata de dos potosinos de valía, de dos emprendedores esforzados, de dos personas con ideas y ganas por servir a San Luis Potosí, pero en los hechos, la política castiga al que no sale en la foto. Si le invirtieron a una candidata y a un proyecto perdedores, no tendrán cabida en el proyecto ganador. Esa es la norma no escrita, pero norma al fin.

El gobernador electo sabe quienes le apoyaron y quienes operaron en su contra, eso es algo que siempre se tiene presente. Para algunos es una fortuna y para otros, como no podría ser de otro modo, es una desgracia.

Ya hay decisiones que el gobernador saliente no alcanzará a tomar o que no debe ni puede tomar porque le corresponden a su sucesor. El caso del patronato de la FENAPO pasa por esa vía. El gobernador electo debe tener al alcance de la mano suficientes perfiles de personas para seleccionar.

No puede ser de otro modo, lo que se considera es el perfil, el compromiso, la honestidad y también la empatía y compromiso que se tuvo cuando el gobernador electo era apenas candidato. Seguramente para todos los cargos en el servicio público, Carreras apostará por quienes antes apostaron por él y su partido.

En las filas de los partidos derrotados podrá haber personal con muchas ganas de trabajar en el gobierno, pero todo hace indicar que deberán esperar otros seis años.

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