Lo sucedido ayer en la sesión de pleno del Congreso del Estado retrata fielmente la pobreza política de los diputados. Con el prestigio por los suelos, los diputados persisten en coleccionar absurdos: unos fanfarronean y se comportan como bravucones de cantina y otros guardan sepulcral silencio, haciéndose cómplices del ya frecuente maltrato a la institución.
En lugar de Muro de Honor, en el salón de plenos debería erigirse el Muro de la Ignominia y que ahí, los diputados, coloquen lo más selecto de su verbo arrabalero y lo más granado de su lenguaje procaz.
De dar lástima la diputación en pleno. No hubo en la sesión una voz que se levantara para poner a los diputados Desfassiux y Bautista en su lugar. Ninguno de los diputados, quizá sabedor de su escasa calidad moral, se atrevió a exigir respeto para uno de los tres poderes del Estado.
Cuanto oprobio son capaces de provocar un grupo de políticos con un comportamiento propio de lenguaraces. Al ver lo que sucedía entre los diputados Sergio Desfassiux del PRD y Oscar Bautista del PRI, daban ganas de llorar. Nuestra endeble democracia produce políticos ignorantes y montaraces, no servidores públicos comprometidos con la sociedad.
Pero que más se puede esperar de la clase política potosina cuando un priísta es capaz de decirle “pendejo” a su candidato a gobernador sin que nadie diga nada.
Es decir, que Desfassiux le diga a Oscar Bautista “cabrón” es lo normal en esta entidad donde no se conoce ni la dignidad ni el honor de representar a la gente en una curul.
No es posible saber hasta donde será capaz de llegar el diputado Desfassiux que en unos cuantos meses pasó de buscar pleito con el arzobispo Cabrero hasta llegar al rector Manuel Villar, pasando por directivos de medios.
Lo peor de todo, es que en los seis meses que lleva la legislatura solo ha habido espacio para el escándalo. El debate político ha brillado por su ausencia, no existe, lo que hay son discusiones propias de políticos de medio pelo.
El asunto es tan patético que resulta del todo cuestionable que los partidos políticos a los que pertenecen los diputados no muevan un dedo para exigirle que dejen de hacer el ridículo.
Imagine amable lector, apenas llevan seis meses, les faltan dos años y medio todavía en el cargo, tiempo suficiente para seguir ensuciando su presunta representación social. Ya en seis meses han pisoteado a la institución que pertenecen, han vomitado sobre ella y no satisfechos con ello, se burlan de la sociedad y de los electores que votaron por ellos, sin merecerlo.