Por: Antonio González Vázquez.
El panorama sombrío que mostró el Catalejo del domingo para hacer referencia a lo que nos depara 2017 no es un supuesto sino una certeza.
El panorama es lóbrego porque así de oscuro es el presente. No es que seamos pesimistas hasta el extremo sino que simplemente somos realistas.
El horizonte no se alcanza a ver porque la profundidad de lo negro no lo permite, de manera tal que los buenos deseos resultan insuficientes para atenuar los presagios de malas nuevas que nos trajo 2016 para 2017.
La oscuridad es densa sobre el camino y las dificultades en el andar serán mayores porque no se trata solo de una senda escabrosa, sino también porque quienes nos representan en el gobierno e instituciones públicas, a menudo se convierten en una piedra más en el camino.
Los ciudadanos estamos acostumbrados a enfrentar problemas y a solventarlos con esfuerzo, tesón, sacrificio y sobre todo mucho trabajo. A los ciudadanos nadie nos regala nada, lo poco que tenemos es porque lo ganamos con el impulso y motivación de nuestras familias.
Sin duda este año que inicia nos traerá muchos problemas y dificultades mayores, pero éstos a la vez implican retos. No es el primer gasolinazo que enfrentamos, no es la primera devaluación simulada del peso que en su deslizamiento ya superó los 21 pesos y contando desde el cierre del año.
No es la primera vez que escuchamos a cínicos como Enrique Ochoa Reza, líder del PRI y por tanto, empleado del presidente Peña, decir que “apoyamos profundamente” el aumento al precio de la gasolina.
No es la primera vez que desde el gobierno de la república y los partidos y grupos aliados al presidente, abrazan con fervor medidas que son nocivas e impopulares, como es el caso del mensaje del Partido Verde, que dice que con el aumento al precio de la gasolina “vamos a combatir el cambio climático”.
Todos los presidentes de México le han dejado al país un montón de problemas y se van sin haber resuelto materialmente nada. O dejan una crisis económica o dejan más pobreza; dejan el peso devaluado a cientos de miles de muertos; dejan montañas de corrupción o mares de impunidad.
Se van y dejan por lo general a un país en bancarrota y a una sociedad sumida en la desilusión y en la desesperanza.
Los presidentes siempre dejan algo y ese algo, salvo casos excepcionales, dejan desprecio y rencor hacia ellos.
Enrique Peña todavía no se va y ya le ha hincado el diente a la nación y a los ciudadanos: empieza 2017 y se concretan aumentos en tarifas de energía eléctrica, gas LP, gasolina y diesel.
Todo hace indicar que Peña quiere que le guarden desprecio y rencor antes de dejar la presidencia y debe reconocer que lo ha logrado. En muchos puntos del país las primeras manifestaciones de protesta, plantones, bloqueos a carreteras y avenidas de éste 2017 fueron en su contra.
Con esos incrementos que son de ordenanza presidencial habrá que esperar incrementos en cascada y en el caso de San Luis Potosí, el primero que lastimará a todos llegará el 15 de enero cuando se conozca el incremento a la tarifa del transporte urbano.
No se olvide que el aumento a los combustibles también considera el diesel. Si los permisionarios son voraces en tiempos normales, habrá que imaginarlos con gasolinazo de por medio.
En fin, el año empieza oscuro, muy negro. Como ha sido en otros momentos, los tiempos difíciles son para la sociedad, no para los gobernantes y funcionarios públicos de todos los niveles, esos no conocen los problemas de la gente. Ganan tanto y tienen tantos privilegios que crisis como la que se viene, les da risa.
Y como en los momentos de crisis lo que saca adelante al país es su gente, es por eso que hay que ponerse a trabajar a conciencia y empeño incansable, ya vendrán luego las elecciones y será el tiempo de pasarles factura a varios partidos políticos que se empeñan en engañarnos una y otra vez.