Por Antonio González Vázquez.
Ayer, en el Catalejo de Astrolabio apareció el gobernador Carreras dando de paletadas en un hoyo, lo cual refiere una versión satírica de las 93 fosas que con 131 cuerpos se han descubierto en San Luis Potosí en los últimos diez años.
De acuerdo con la forma más correcta del leguaje, se trata de fosas clandestinas o fosas comunes de “enterramientos clandestinos”. Los cadáveres son enterrados en fosas comunes en sitios escondidos y sin ninguna señal que denote su existencia.
Solo el que los entierra sabe dónde los enterró y quienes son a los que enterró. Esto es, por supuesto, un acto de barbarie; la fosa común es para aquel cadáver que no tiene una tumba propia.
La fosa clandestina está destinada a una víctima a la que se le pudo haber quitado la vida con alevosía y violencia. A algunos los decapitan, los destazan cual animales o simplemente los matan y luego los entierran.
El entierro clandestino es de cualquier modo, el último acto de violencia en contra de una persona porque se le sepulta sin ninguna solemnidad donde se quiera y contra su voluntad. Todos al morir tienen una voluntad acerca de donde yacer y qué tipo de ceremonia tener.
93 enterramientos de gente, 93 enterramientos sin pompa fúnebre, ni sollozos, ni oraciones ni unas últimas palabras, solo el acto violento de lanzar a un hoyo y luego tapar con tierra y piedras.
93 enterramientos clandestinos y 131 cuerpos, unos solitarios y otros en amasijo, apretados unos contra otros, todos pudriéndose para mucho después empezar a hacerse polvo.
131 cuerpos sin autopsia, casi todos ellos sin necropsia, puros ejecutados, puros desaparecidos.
Y en el gobierno y en el Congreso y en los palacios municipales y en el palacio de justicia nadie dice nada, nadie sabe nada.