Por Antonio González Vázquez
Pintando sin broncas es un programa orientado a pintar de amarillo perredista toda la ciudad. El propósito de ese programa no es dignificar las fachadas de condominios y viviendas sino que se trata de pintar de amarillo gallardista toda la ciudad.
Al mismo tiempo que en Soledad de Graciano Sánchez, en la capital se desarrolla el oscuro negocio de la pintada: ellos pintan y ellos cobran so pretexto de que generan empleos temporales y sacan del umbral de la delincuencia a los jóvenes de las colonias populares.
Todo se pinta de amarillo sin que ninguna fuerza política ni autoridad electoral posible hagan o digan algo; como si pintar de amarillo fuera un noble programa para combatir la pobreza o la hambre colectiva.
“Vamos a dar empleo a 50 chavos banda que van a pintar 50 mil metros cuadrados en un par de meses con un beneficio colectivo de 10 mil personas”, que vivirán del todo agradecidas, por no decir extasiadas, por deslumbrarse todos los días con el color amarillo de sus bardas.
En la colonia Los Arbolitos, el alcalde arrancó el programa y para sorpresa de todos no fue vestido de amarillo sino de azul cielo. Les dijo que “somos una administración cercana a la gente y los problemas que ustedes tengan también son nuestros”.
Sin duda, lo anteriores podría traducir así: “nuestro color es el de ustedes y el amarillo nuestro es el de sus casas”.
Este mismo programa de Pintando sin Broncas, se realizó en el último trimestre del año pasado y tuvo una inversión de un millón 200 mil pesos. Aquella vez arrancó en la colonia Infonavit-Morales, se pintaron 21 edificios y 27 mil metros cuadrados. Ahora casi será el doble.
Pintar de amarillo las viviendas y condominios es una estrategia gallardista orientada a fijar en el subconsciente de la gente ese color como sinónimo de progreso. La idea no es del todo descabellada, hacen negocio y ganan lealtades de la gente.
Pintando sin broncas no nos hace una mejor ciudad ni una mejor sociedad, lo único que se logra es crear un remedo de bastión para un partido y una elite política que ya se sienten dueños de la ciudad.