Por Antonio González Vázquez
El 23 de septiembre es el Primer Informe de Gobierno del Gobernador Juan Manuel Carreras López. Hace un año, ofreció prosperidad lo que es igual a progresar, avanzar, mejorar, triunfar. Se comprometió a lograr la prosperidad de los ciudadanos y de la entidad toda, pero sus logros han sido tan precarios que el resultado es más que decepcionante y se acerca más al fracaso que al éxito.
Pero da el caso de que el gobernador debe tener su propio concepto de prosperidad y eso lo conoceremos el próximo viernes cuando ofrezca un mensaje a la sociedad a manera de Informe en el Centro de Convenciones. En el mismo lugar y salón donde hace un año tomó posesión como gobernador.
Será entonces cuando conozcamos su concepto de prosperidad. Es por demás adelantar que el verbo lo va a conjugar de tantas maneras posibles, que ofrecerá casos de prosperidad hasta debajo de las piedras.
No hay que pensárselo mucho acerca de lo que Carreras entiende por prosperidad: repetir los mismos esquemas, acciones, programas y recursos del gobierno federal y presentarlos como logros propios.
Muestra de esa manía de los gobernadores de apropiarse lo que ni es idea ni trabajo de ellos es, por ejemplo, presumir como un logró la inscripción al Seguro Popular y la inversión que ahí se ejerce.
Luego, el ejecutivo, además de apropiarse de programas con mayoría de recursos públicos federales, hace lo propio con los logros individuales de potosinos brillantes, como es el caso del spot en el que se presenta a un estudiante que logró el segundo lugar nacional en la Olimpiada del Conocimiento. Ese, por supuesto, no es un logro del gobierno pero se presenta como tal.
Da lo mismo. El presupuesto 2016 superior a los 41 mil millones de pesos tiene un componente federal abrumador, pues la autoridad local apenas aporta el siete por ciento de ese total dado que su política recaudatoria es casi inexistente.
La dependencia de la federación es abrumadora, pero a la hora de cortar listones es el gobernador el que se levanta el cuello y presume lo que no le toca.
El San Luis Próspero no está a la vista a un año de la asunción de Carreras y del PRI al poder público lo que supone entonces que lo que hay es un sonado fracaso.
Hace un año, Carreras logró reunir a toda la clase política potosina en torno a su toma del poder, todos los empresarios, todos los sindicatos, todos los inversionistas, todos esperaban un cambio tras el fallido sexenio de Fernando Toranzo.
Es decir, Carreras arrancó su ejercicio gubernamental con un bono democrático envidiable: ganó en cerrada contienda pero sin exabruptos, rompimientos o crisis de gobernabilidad. Luego, a su ceremonia de toma de protesta, fueron los principales de la oposición: Marcelo de los Santos, Alejandro Zapata, Ricardo Gallardo. Todo era perfecto para empezar a trabajar a fondo, de lleno, con entusiasmo y empeño permanentes.
No fue así. El bono en favor de Carreras había experimentado el primer golpe cuando dio a conocer su gabinete de colaboradores, un grupo variopinto, sin traza, sin cualidades salvo la de ser los recomendados de alguien a quien el gobernador tenía pensado invitar a un cargo.
Así, nació el gabinete tipo Frankenstein: hecho a retazos con las piezas de las cabezas de los principales grupúsculos de poder del PRI.
Un año después no ha funcionado y tan no ha funcionado que la administración pública es algo semejante a un club de Tobi cuyo hobby es cobrar cada quincena y hacer negocios con el cargo.
Es decir, los funcionarios públicos desde el primero al quinto nivel son los que sí prosperan a costa del erario.
El viernes es el Informe y su narrativa tomará el perfil de la persona del gobernador: aburrido a más no poder, gris al extremo y minúsculo como sus logros.