Por Octavio César Mendoza Gómez
“López Obrador va a ganar la Presidencia de la República –dijo con tono serio-, si es que el Frente Ciudadano por México termina por disolverse o va con un candidato débil, así sea ciudadano, lo que muchos dentro y fuera del mismo desean. La aspiración de Meade es mera ensoñación priísta, pues hicieron mal su trabajo y lo saben. Marichuy es como un sueño que no se puede hacer realidad ni siquiera como Candidata.”
Del otro lado de la mesa, entre risas, alguien le dijo que los extranjeros no pueden opinar acerca de política en México, pues el Presidente les puede aplicar ipso facto el Artículo 33, a lo que él respondió: “Yo sólo vine a recibir un reconocimiento, y en una semana estaré de vuelta en mi país; pero aquí y allá opinaré de la política mexicana, porque la conozco, porque me da mi chingada gana, y porque soy un hombre libre en todas partes”.
Cierto: para aplicar la expulsión de un extranjero de México por opinar acerca de política mexicana, debe presentarse una denuncia de hechos, y esta columna no será tal. Me basta con decir que sorprende que un intelectual de esa talla conozca tan bien lo que ocurre en nuestro País, y que su presencia entre aspirantes a poetas, periodistas en formación y admiradores de su obra literaria, sea una cátedra constante.
Sin embargo hubo un momento en que mencionó: “A los mexicanos no les debería preocupar tanto quién ganará la Presidencia de la República, ni deshacerse las vestiduras por apoyar y defenestrar a los candidatos a la misma: su preocupación fundamental debe ser saber quiénes serán los gobernantes y legisladores de sus Estados y Municipios. Esa es la base de la democracia en el Occidente moderno”.
Eso es cierto. El gobernante que los ciudadanos sentimos más cercano, a tiro de piedra y crítica, es el Presidente Municipal. Le siguen, en orden de frustraciones y mentadas de madre, el Diputado Local. De ahí la distancia se alarga entre Gobernador y Diputado Federal, y en el cinturón exterior gravitacional del sistema político, flotan los distinguidos Senadores de la República: habitantes del limbo de la crème politique.
¿Y quién no quisiera ser Senador de la República no sólo seis, sino doce e incluso dieciocho años? A los que hoy son “representantes populares” de ese onomatopéyico nivel, no les toca jugar esa partida, por lo que nadie mejor que ellos sabe lo que es la relatividad del tiempo cuando seis años de viajes internacionales, gastos exorbitantes en asesores, lujos privados e influencias en todas las estructuras de poder, se desvanecen.
Imaginemos el tamaño de un poder que se puede extender casi por una generación, guiado a control remoto desde la Cámara Alta. Cuántos déspotas no cobijaría esa posibilidad. Por desgracia, la reelección en México provocó una Revolución que no solucionó sino que ahondó las diferencias sociales en este México del alma, y la ambición de algunos suele ser tan brutal que da miedo pensar en Caciques forjados por la fatigosa Democracia.
En San Luis Potosí, la mesa del Senado de la República es un “té para tres” –Cerati dixit- que podría llevar, por primera vez, a tres representantes de tres fuerzas políticas diferentes al Palacio Blanco de Reforma, de concretarse el Frente Ciudadano por México, que otorgaría la Primera Fórmula para el caballero que eventualmente resulte designado por el CEN del PAN, y cedería la Segunda Fórmula a la dama que proponga el PRD.
En el caso del PRI, la carta le pertenece al Gobernador del Estado y, si no estoy equivocado, tendría que elegir, por el principio de equidad de género, a una dama. Eso significa que San Luis Potosí tendría dos Senadoras –una del PRD y una del PRI- y un Senador del PAN. Pero claro que los ciudadanos queremos saber los nombres de los posibles afortunados; pero mi esfera de cristal no da para tanto.
Lo que sí sé, es que en el PAN hay dos contendientes que, distantes en edad, son cercanos en posibilidades: uno está más allá del bien y del mal y sabe que si no gana, tampoco pierde, pues nadie en San Luis Potosí ha llegado tan lejos como él. Desde luego que sería un aspirante temible pero respetable, un paraguas idóneo para captar una buena cantidad de votos a favor del Candidato del PAN o del Frente Ciudadano.
El otro ha pasado, desde que llegó a ocupar la segunda base de la política federal, trabajando para llegar al home, estando cerca de los militantes blanquiazules, promoviendo su imagen y su aspiración; pero sobre todo hablando de frente –y de lado, que es como más conviene- a los personajes definitorios del CEN panista. El primero ha manifestado no estar buscando la designación; el segundo, lo ha dejado en claro en todas partes.
Por el lado del PRD, curiosamente, hay un clan familiar que puede extender su poderío si decide impulsar a una de las suyas, y que ha estado re-negociando sus compromisos políticos para escapar del fuego mediático al que ha estado expuesto, pero que requiere defenderse con liderazgos mayores a sus tradicionales voceros y pica-pleitos, para poder operar, al más alto nivel, su aspiración expansionista (asesoría de cortesía).
Y por el lado del PRI he dicho que será el Doctor Carreras quien decida a quién mandar al escaño senatorial. Imaginemos, entonces, lo que ocurriría en el 2021, si dicha mesa de póker se consolida: el PAN volvería a presentar como Candidato a la Gubernatura a su Senador de mayoría –en caso de que no haya sido Gobernador hace doce años, claro-, el PRD tendría tres cartas de la misma marca, y el PRI sería abanderado por una mujer.
Por qué. Porque si no ganan, regresan a su cómodo asiento de lujo, y nada sería mejor que una campaña a la Gubernatura para asegundar y así regresar por los votos necesarios para una reelección como Senador, y volver a jugar en la siguiente campaña a la Gubernatura del Estado. El juego pone en suerte, incluso, a quien ocupe cierta suplencia, en un escenario donde bastan tres años para cerrar con broche de oro una brillante trayectoria.
Faltan quince días para empezar a desentramar el desenlace de esta novela política, por lo que le prometo muchas emociones. Y si Usted aspira a ser parte de los equipos que tendrán en sus manos el futuro de San Luis Potosí por un buen rato, le sugiero no cambiar de camiseta, ni desdeñar colaboradores, ni decir que apoyará a candidatos independientes o de otro partido, así se le parta el corazón.
Mucho menos se le ocurra dejar de leer la columna de un servidor en Astrolabio cada dos semanas, y las de mis compañeros de este medio que se ha consolidado como el más crítico, independiente y certero en sus análisis y juicios, pues no dude que Astrolabio y sus autores serán los primeros en cuestionar los proyectos de cada uno de los candidatos, que tendrán qué debatir, sí o sí, por esta indirecta vía del periodismo libre.