Caridad, frivolidad

Óscar G. Chávez

Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. (Mateo 6:1-4) Caridad y discreción, virtudes incompatibles en nuestros días.

El perverso divide y vencerás iniciado a encomienda del gobernador por la secretaria de Cultura casi logra su cometido; en algún momento se pensó que la Procesión del silencio (el magno evento de la Semana Santa) corría el riesgo de no realizarse. La suma de agravios abonados a la confrontación entre Tradiciones potosinas (asociación encargada de la organización procesional por más de cincuenta años) y la referida secretaría alcanzó su culmen cuando aquella entidad decidió suspender su participación y condicionó el préstamo de los grupos escultóricos de su propiedad a algunas cofradías, a la firma de un compromiso de devolución que en algún momento se pretendió vincular a pagarés respaldados por escrituras de propiedades. Pleitos quintopatieros.

Frente al latente riesgo de que las esculturas no fueran devueltas se determinó asegurarlas; decisión no sólo inteligente sino además necesaria en cualquier circunstancia a la que se encuentre vinculada una obra de arte, ya sea por un simple traslado o por préstamo interinstitucional para montaje de exposiciones en las que una obra será presentada al público. Sobra decir que en situaciones de riesgo por manejo como puede ser el movimiento constante como en el caso de una procesión, sería indispensable. Sin embargo, salvo la virgen de la Soledad, antigua escultura de propiedad federal, resguardada en el templo del Carmen, ninguna otra se aseguraba.

Sin embargo, como ya se ha señalado por diversos autores y en diversos espacios, la asociación Tradiciones potosinas no genera los recursos que le permitan sufragar el pago del aseguramiento de doce grupos escultóricos y diversos accesorios que se utilizan para la procesión, por lo que solicitó a la secretaria de Cultura que apoyaran en el pago de los seguros; costo mínimo si se considera que sólo cubriría dos o tres días. Pero de nuevo la miseria y la ruindad, como distintivos de la administración, se manifestaron; la dependencia dijo no contar con el recurso solicitado.

Es obvio, de no realizarse la Procesión del silencio toda la responsabilidad recaería sobre Tradiciones potosinas que sería señalada por su mezquindad y por anteponer sus intereses a los generales de la devoción y la cultura del estado.

El pedimento de recursos para el pago de seguros no sólo se hizo a la secretaría sino a diversas agrupaciones entre ellas los hoteleros, cuyo representante por lo visto también es un miserable que dijo (supongo que en representación de los hoteleros asociados) no contar con los recursos para un pago de esas magnitudes. Aquí se debe considerar que es gracias a la Procesión y no a algún otro acontecimiento, incluidas las vacaciones, que los hoteles potosinos tienen un lleno total; es decir los ingresos de esta temporada los deben a este evento.

Fue finalmente el alcalde de la capital Enrique Galindo quien vino a destrabar la situación apoyando con el pago de los seguros; acción por demás encomiable y pletórica de caridad cristiana (siempre y cuando se hubiera llevado con discreción y humildad). Así que el reconocimiento que se le debiera de conceder acaba en un simple y burdo acto de político desesperado por incrementar su popularidad que va a la baja, difundido en lo bajo y en lo alto por su aparato de propaganda. Mucho de frivolidad y poco de caridad.

Como sea, lo hizo y finalmente hay que reconocerlo, aunque resulta exagerado decir que gracias a él se realiza la procesión, sin embargo (y seguramente calculó el riesgo) es previsible que el mecenazgo no se le tomará a bien ni en jardín Guerrero número seis, ni en jardín Hidalgo número 11, menos con el éxito que el Ayuntamiento y su dirección de Cultura (la única a la que hasta ahora no se le ha visto un desacierto) han tenido con el festival San Luis en Primavera. Se descansa de los tamborazos.  

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

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