El 5 de febrero de 1917 fue promulgada la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que fue la síntesis plasmada en ley fundamental de los reclamos que dieron lugar a la guerra civil de 1910.
Un bando más o menos ganador creyó que poner todas las reivindicaciones en la ley máxima de la república sería el eje ordenador para que no volvieran a ocurrir las injusticias que originaron la Revolución Mexicana, y para proclamar los principios de un Estado moderno, incluyente, democrático y social.
La Revolución, en tanto que movimiento armado, no concluyó ese 5 de febrero, ni siquiera unos meses después, sino varios años más tarde; el país siguió bajo fuego, en medio de una carnicería entre los diversos bandos que se disputaban crudamente por la fuerza el poder y la hegemonía nacionales.
Fue hasta que el último caudillo murió asesinado que los milicianos tomaron plena conciencia de que lo primero era pacificar al país, y luego resarcirlo de las enormes y muy profundas heridas infringidas por más de un siglo de depredación religiosa, política, militar y económica.
El instrumento para pacificar al país no fue la Constitución de 1917, sino la fundación del Partido Nacional Revolucionario, el abuelo del actual Partido Revolucionario Institucional PRI.
Tenía 12 años en vigencia la Carta Magna que hicieron los constituyentes de Querétaro inspirados en el Plan de San Luis, 12 años en los que no se movieron un ápice los indicadores de la paz y el desarrollo; paradójicamente la herramienta que vino a poner en vigor la dicha constitución fue la suscripción de una agencia para acceder ordenadamente al poder político, y ese fue el actual PRI.
Por eso en el ADN mexicano no está la Constitución, sino el PRI, todos los mexicanos llevamos uno dentro, todo lo liberal y revulsivo que se pueda ser, y todo lo conservador y mocho que se permita.
La Constitución Mexicana en vigor ha recibido cientos de cambios, varios de ellos tan profundos que la hacen irreconocible, por lo radicalmente opuestos, en relación al texto original.
Los cambios no han obedecido a la dinámica social, lo que los tornaría sanos y necesarios; los cambios han tenido lugar conforme se ha modificado la estructura del poder al interior del grupo gobernante, y según una facción u otra tomaba el poder político.
Antes del año 2000 el grupo gobernante mexicano sólo se encontraba en el PRI, pero después también pasó a integrarse en el Partido Acción Nacional PAN.
En todo este siglo, el PRI y los gobiernos que salieron de sus delicados equilibrios internos imprimieron un sello distintivo dentro del marco general de la ley constitucional, por eso el país creció, se desarrolló y alcanzó cotas de modernidad y bienestar muy encima del resto de los países latinoamericanos.
Cuando el grupo gobernante rompió las reglas internas, esos delicados equilibrios al interior del PRI, el país se ralentizó y finalmente se paralizó; es digno de estudio el explicarnos por qué sucesos tan brutalmente infames para la vida nacional no lograron parar al país, como el asesinato a mansalva de estudiantes, trabajadores y amas de casa en 1968, o la despiadada Guerra Sucia de los años setenta, pero sí lo logró el sismo de 1985, tras el cual desapareció el gobierno, la ley y el orden en varios puntos del país, pero acusadamente en la Ciudad de México.
La falta de gobierno en 1985 le demostró a la sociedad mexicana que el grupo gobernante había fracasado y que el modelo de distribución del poder estaba agotado, y en efecto, eso se confirmó en las elecciones de 1988 tras las que desapareció la simulación del estado democrático y se impuso la “gran familia revolucionaria” con un gigantesco fraude electoral.
Ahí se quebró el PRI y se desmanteló en definitiva el modelo legal, político, económico y social que preconizaba la Constitución de 1917; las reformas y modificaciones al texto constitucional se sucedieron en cascada, para dar lugar a un modelo neoliberal y de capitalismo crudo, ya sin simulaciones revolucionarias.
El grupo gobernante mexicano, el que sirve de esqueleto a nuestro sistema político y de poder, diversificó su actuar, y además del PRI usa ahora al PAN, y a algunas expresiones menores que actúan como partidos políticos.
La Constitución nunca sirvió al país sino como referente, lo que sí sirvió al país –hasta que se agotó– fue el PRI y el régimen de distribución del poder que se construyó y que funcionó bien hasta el fraude electoral de 1988; ese régimen emanado del PRI y sus partidos accesorios sí era el marco de referencia en todo el país.
Hoy vemos una nación dividida, doblada y fracturada en muchos lugares de la geografía mexicana; una sociedad bajo la metralla de la violencia criminal organizada y sitiada por instituciones del Estado que no funcionan, que nunca funcionaron.
El México amenazado por nuestro vecino del norte es resultado de nuestra tremenda debilidad interna, institucional, jurídica y de principios.
Desde el año 2006 los factores reales del poder están agitados, enfrentados unos con otros, y debilitados por esas confrontaciones; pero llegó la amenaza externa que les ha puesto en alerta, como una campanada o una trompeta que llama a la carga.
Se pondrán de acuerdo nuevamente, como hace un siglo, y entonces el cadáver putrefacto del Estado Revolucionario Mexicano podrá ser enterrado junto con su texto fundamental.
Quizás sea bajo el liderazgo de un nuevo caudillo en la persona de Andrés Manuel López Obrador, quizás el modelo ya no incluya protohombres; como sea, en breve asistiremos al Parto de los montes, que Dios quiera no den a luz a otro ratón.
Temario
- La Asamblea de Vagos estrenará los 27 automóviles que se compraron, y operarán la suma millonaria que se asignaron para dádivas.
- A Juan Manuel Carreras le ha dado ahora por ser un promotor industrial, ya que no le gusta tanto eso de gobernar, pero no ha explicado ni media palabra del proceso de compra de los terrenos que iban a ser para la Ford.
- Póngale cuidado al PRI en la capital del Estado, parece que viene por ahí la declaración de guerra a eso que llaman “gallardía”.
Leonel Serrato Sánchez
unpuebloquieto@gmail.com