Antonio González Vázquez
Podría ser palabrería, podría ser demagogia, podría ser labia inagotable, podría ser verborrea o podría ser mensaje, discurso, palabra y sentimiento. Es lo que es: un mensaje presidencial.
Así como hay quienes lo reprueban por farsante así como hay quienes lo aprueban como líder genuino; hay quienes le critican ferozmente y otros que lo adoran abiertamente, es Andrés Manuel López Obrador.
Es el gran comunicador de la actualidad, no necesita tener una plaza atestada o un escenario desolado. Sabe que alguien lo escucha y sabe que eso es muy importante, así que toma la palabra y habla.
A eso vino a San Luis Potosí: a hablar a nombre de la cuarta transformación de México y del modelo de país que está construyendo.
Eso no les gusta a los que perdieron las elecciones de 2018, pero es el presidente y ahora le toca hablar a él desde la investidura más alta del gobierno.
En el Colorado, comunidad del municipio de Moctezuma, el campesino Juan López, le mostró al presidente Andrés Manuel López Obrador, lo que es posible arrancar a una tierra árida como la del altiplano, donde el agua es el bien más preciado. El presidente le dijo que es un sabio.
Es su estilo, es su forma de ser presidente; dirigirse a quienes llama “los de abajo” y los vuelve más importantes que “los de arriba”.
La visita presidencial no fue espectacular, fue sencilla y aunque no hubo concentración de gente, el mensaje fue para la gente.
El sábado por la noche, en YouTube, el evento en Moctezuma sumaba 124 mil visualizaciones y al término de la ceremonia de inauguración de las instalaciones de la Guardia Nacional, en Soledad de Graciano Sánchez, tenía 56 mil.
En ambos eventos, López Obrador le habló a la gente ausente por motivo del protocolo sanitario que impera por la pandemia. Su mensaje fue para el pueblo.
Su presencia en Moctezuma y Soledad de Graciano Sánchez, forma parte de su natural forma de gobernar, pero también es la sostenida campaña a favor de la cuarta transformación.
Llegó de nuevo a San Luis a hablarle a la gente con un discurso emotivo dirigido, a levantar el ánimo tan menguado por la desgracia: la epidemia y la inseguridad, de los que partió para tocar otros temas notables como la economía, la corrupción, la educación, el empleo y el medio ambiente.
“La pandemia nos ha pegado muy fuerte, duele mucho, se han perdido vidas de muchos mexicanos pero tenemos que ir hacia delante; ya hay una lucecita que indica que podemos salir del túnel en el que nos encontramos, esa luz es la vacuna”, dijo.
Llamó a “no perder la fe, no perder las esperanzas, no perder el optimismo”. Para finales de marzo, estarán ya vacunados todos los adultos mayores del país, lo que permitirá reducir la mortalidad en 80 por ciento, prometió.
Animar a la gente, de eso se trató.
Igual, en el tema de la inseguridad pública, al hacer ver que no se podrá vencer a la delincuencia sin atender las necesidades de los que menos tienen.
“Si hay bienestar y paz hay tranquilidad; la paz y la tranquilidad son fruto de la justicia”…no hay forma de pacificar al país, “tendríamos que tener a un soldado, a un policía en cada esquina y no resolveríamos el problema. Se trata de dar acceso a la población a las oportunidades”.
Dejó de lado aquello de los “abrazos sí, balazos no” para dar paso a su noción de que la paz se logra también si desde el hogar se educa y se siembran los valores morales en los miembros de la familia.
En ese aspecto profundizó la secretaria de Seguridad Pública y Participación Ciudadana, Rosa Isela Rodríguez, quien pidió a padres de familia y maestros que den consejos a sus hijos y alumnos, que les hablen de lo perjudicial que es el consumo de las drogas.
“Hay que decirles hasta el cansancio lo perjudicial que son las drogas, que su consumo daña el cuerpo, daña a la familia, daña a la comunidad, daña a México”, aconsejó.
Emocionar a la gente, hacerla sentir que el presidente está cerca, en su tierra, hablarle de sus problemas y dar ánimo, sembrar confianza, en cuyo caso, el presidente es más hábil que cualquier político y/o gobernante.
Por eso citó, como siempre lo ha hecho desde hace muchos años, su respeto y admiración por el doctor Salvador Nava Martínez a quien colocó a la altura de héroes como Ponciano Arriaga, Juan Sarabia y Graciano Sánchez.
Sin embargo, en el caso del doctor, no se extendió sobre su lucha y sobre la trascendencia histórica que tuvo en San Luis Potosí, como si lo hizo con los otros tres personajes.
López Obrador sabe tocar las fibras más sensibles de la gente o de su gente, de ahí el notable compromiso de convertir la Sierra de San Miguelito en área natural protegida; de esto, dijo, pronto habrá noticias. Pero antes, resaltó la importancia de esa zona y advirtió que no debe heredarse un desastre a las nuevas generaciones.
No son buenas noticias para unos cuantos, para el ayuntamiento panista que impulsa el uso comercial de parte de la sierra ni tampoco para el alcalde con licencia, Xavier Nava quien había comprometido con los empresarios autorizaciones indeseables. A muchos poderosos y otros aspirantes a poderosos, no les habrá gustado lo que dijo el presidente, pues está por caerse el negocio.
Por lo pronto son palabras, es un compromiso, pero López Obrador sabe que es una promesa que no se puede dejar de cumplir.
Una visita presidencial en pleno proceso electoral y no hubo atisbo a temas electorales, de manera especial, por la crisis en que se encuentra Morena en el marco de la elección de su candidata a la gubernatura.
Algo ha de haber hecho en privado para intentar poner en orden las cosas. Mañana Morena designa a su candidata en un entorno de incertidumbre; Paloma Aguilar y Mónica Rangel, consideradas como las de mayores posibilidades, en cuyo caso, el presidente debe estar ausente.
Del discurso emotivo a la cortesía política: en respuesta a la petición del gobernador Carreras de que regrese a San Luis antes de que termine su mandato, el presidente ofreció que regresará por allá de agosto. El mandatario potosino le había venir luego de las elecciones.
