Antonio González Vázquez
Francisco Xavier Nava Palacios la ha pasado muy mal durante las últimas semanas. Desde la noche triste del 10 de enero, su futuro en el corto plazo ha tomado un derrotero incierto, no solo en lo electoral, sino también, para su carrera política.
Hay algo que puede hacer para salir de esa espiral que le ha llevado de las nubes al suelo: atreverse a decir no a los empresarios voraces que, como buitres, van por la Sierra de San Miguelito.
Es inminente que en comisiones, el Cabildo capitalino apruebe los dictámenes de uso del suelo que le abrirán la puerta al proyecto Las Cañadas que encabezan Carlos López Medina y Alejandro Tamayo Ibarra.
Se trata de construir 200 hectáreas para una zona residencial y comercial de gran lujo, cuyo horizonte real se extendería después a 2 mil hectáreas y más adelante, ¿por qué no?, a las 20 mil.
Desde su arranque el gobierno panista-navista de la capital, los inversionistas de ese proyecto inmobiliario, han sumado acuerdos para lograr las modificaciones necesarias en los planes de desarrollo urbano y territorial.
Al ayuntamiento no le ha resultado sencillo sacar adelante el compromiso de Nava con los empresarios porque como es natural, a toda imposición autoritaria deviene una reacción.
De inmediato, surgió una oposición firme contra el proyecto, que llegó hasta palacio nacional, desde donde el presidente Andrés Manuel López Obrador ofreció impulsar la declaratoria de Área Natural Protegida.
Eso va avanzando y en unos meses estará lista para que el ejecutivo federal emita el decreto correspondiente sobre más de 109 mil hectáreas.
En tanto se llega a ese punto, el gobierno capitalino, mantiene su intención de beneficiar a los inversionistas y se proponen incluir en las modificaciones un polígono en provecho de la iniciativa privada.
Están los derechos de los comuneros de distintos núcleos agrarios, así como los de todos los potosinos y también, los del capital privado. El problema es conciliar entre ellos a favor de un objetivo común: el desarrollo sustentable en armonía con el medio ambiente.
Para la autoridad municipal no debería representar un problema irresoluble, basta con poner sobre la mesa de los regidores en comisiones y, después en la del cabildo en pleno, lo que más beneficia a los potosinos y a la ciudad.
El gobierno municipal en turno tiene los días contados, en cuestión de meses concluye su mandato; no hay razón política ni administrativa para tomar decisiones apresuradas y mucho menos, interesadas a favor de un grupo de empresarios voraces.
En efecto, a Xavier Nava no le ha ido muy bien y ha vivido momentos aciagos. Fracasó en su aventura electoral al no ser postulado como candidato del PAN a la gubernatura y su futuro pende de un hilo; se aferra a la posibilidad de ser postulado al gobierno estatal por algún partido y en última instancia, ir por la reelección, pero nada es seguro.
Su gobierno ha sido deficiente en muchos aspectos: Según el INEGI, al menos ocho de cada diez capitalinos se sienten inseguros, apenas dos de cada diez, consideran que hay una respuesta eficaz en la solución de las problemáticas de la ciudad y de sus habitantes.
En términos generales, su desempeño ha dejado mucho que desear, la enorme expectativa que despertó al inicio de la administración, Xavier Nava la fue pulverizando poco a poco.
Pese a ello, tiene algo que puede salvarlo de ser recordado como un alcalde que poco hizo por la ciudad.
Lo que puede hacer, es detener inmediatamente el proyecto de la Cañada, suspender las modificaciones al plan de desarrollo urbano y ordenamiento territorial; permitir que sea primero la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales la que concluya el proceso de consulta previo a la declaratoria y con ello, dejar un legado de su gobierno.
Preservar la Sierra de San Miguelito, le permitiría a Nava enderezar un barco que se está hundiendo.
Dar un viraje a su actitud de sometimiento a los poderosos de la construcción para favorecer el medio ambiente y el patrimonio natural de todos, lo colocaría en la historia de San Luis Potosí, como un alcalde que fue capaz de rectificar y decirle no a los especuladores del suelo.
Decirle no a los que han clavado los dientes a tierras comunales y ejidales a cambio de la fantasía de ser socios, sería un genuino acto ejemplar de gobierno. Entonces, sí podría presumir que es nieto del doctor Salvador Nava.
No todo está perdido para Xavier Nava, el actual es momento de decisiones importantes, no en camino a las elecciones del 6 de junio para las que cada vez hay menos posibilidades de que aparezca en alguna boleta.
Cerrar ese capítulo y regresar a palacio municipal es lo más congruente con la prosapia de su apellido paterno. Terminar la administración sí con dignidad y no con soberbia; sí con dignidad y no plegado a las ambiciones de López Medina, Tamayo Ibarra y todos los demás.
Eso sí que debería llevarlo a un análisis profundo y a la reflexión. El edil con licencia tiene la palabra, romper el silencio en contra de quienes en busca del beneficio de su caudal, quieren afectar una zona natural que es de todos.
A los gobernantes se les recuerda por sus actos, a muchos la gente no los puede ver y tan solo escuchar su nombre, les provoca aversión, ejemplares locales hay muchos, tal vez, desde Carlos Jonguitud, Marcelo de los Santos, Victoria Labastida, Mario García, Ricardo Gallardo Juárez y hasta llegar a Juan Manuel Carreras.
Xavier Nava puede tener mucho camino por recorrer en la política y en el servicio público, depende de él como quiere que se le recuerde.