Centinela: Derrotados y rotos

Antonio González Vázquez

Derrotado en las urnas y dividido por las pugnas internas, el Partido Acción Nacional cumple 82 años de vida en San Luis Potosí.

No es precisamente el momento idóneo para celebrar nada, pero la efeméride del onomástico obliga.

Sin referencia alguna a la reciente desbandada de panistas, el Consejo Estatal del PAN sesionó el sábado y celebraron su aniversario.

Ninguna referencia a los resultados de las elecciones locales y federales del 6 de junio del año pasado. Silencio frente al fracaso electoral.

Más notable aún, la ausencia de una postura crítica al gobierno estatal de La Gallardía que, en su octavo mes de gestión, no ha sido tocado ni con el pétalo de una rosa albiazul.

Penosa manera de celebrar ocho décadas y dos años de vida en el estado. En tan larga existencia, solamente una vez han gobernado el estado; el gusto solo les duró un sexenio.

El día 5 de mayo es el día del aniversario, pero el Consejo Estatal ya festejó en un ambiente impropio para la fiesta.

Tan patética es la situación que el evento culminante de la celebración es un recorrido motivacional de la presidenta del partido, Verónica Rodríguez Hernández, por algunos municipios de la entidad.

Llevará la buena nueva de que el partido está de pie y que “estamos listos para luchar con valentía por la democracia”.

Y como en el PAN, al gobernador José Ricardo Gallardo Cardona no se le ponen peros, el mensaje a los consejeros se dirigió contra Andrés Manuel López Obrador y la cuarta transformación.

“El final de MORENA ya inició”, sentenció la panista en palabras que le quedan demasiado grandes y que solo concitan pena ajena.

Esa y otras frases estridentes, pero sin sustancia ni apego a la realidad política, fueron parte de un discurso plagado de lugares comunes con el que se intentó levantar el alicaído ánimo de un panismo potosino que la ha pasado muy mal durante el último año.

La alianza electoral con el PRI y PRD fue funesta. Perdieron la elección de gobernador y solo ganaron un distrito electoral federal.

Esa coalición ganó la presidencia municipal de la capital, pero en los hechos gobierna el PRI. Al PAN no le quedó otra alternativa sino la de hacer a Enrique Francisco Galindo Ceballos, miembro honorario del partido.

Previo a las elecciones, sufrieron la primer gran desbandada encabezada por Sonia Mendoza Díaz, hoy diputada federal del Partido Verde.

Luego, llegó otro éxodo con el proceso de renovación del Comité Directivo Estatal. La ex candidata Josefina Salazar Báez y el senador Marco Antonio Gama Basarte emigraron a Movimiento Ciudadano.

Lo hicieron, no sin antes poner en evidencia al partido como una institución en manos de un grupo caciquil comandado por el diputado federal, Xavier Azuara Zúñiga.

El partido vive uno de sus peores momentos en sus 82 años de vida.

A esa crisis, la dirigencia del partido le hace frente con un proceso de renovación de militantes y simpatizantes: si se van unos, llegan otros, ¿cuál es el problema?, justifican.

Pero el asunto delicado no es ese.

El problema es que la crisis interna deriva del hecho inocultable de que un solo grupo controla al partido y que esa facción es tan cerrada que no tolera rebeldía alguna.

Derrotados y rotos, esa es la realidad del partido.

Mientras tanto, el Partido Verde continúa extendiendo sus tentáculos por todo el estado; suma liderazgos, alcaldes y alcaldesas, organizaciones sociales y simpatizantes alentados por las ayudas del gobierno estatal a través de sus programas sociales.

La Gallardía no se ha detenido después del triunfo electoral, no pierden el tiempo. En el PAN, por el contrario, no tienen rumbo fijo y no han logrado sortear los efectos de sus derrotas y conflictos internos.

Invariablemente pierden presencia porque cayeron tan al fondo que tardarán años en recuperarse.

Ellos son optimistas en exceso, “nada ni nadie nos detiene”, dice con sobrada ligereza su presidenta estatal.

Puede que tenga razón, nada ni nadie los detiene en su derrumbe.

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