Antonio González Vázquez
La unidad en el Partido Acción Nacional no se puede empezar a construir a partir de una simple reunión de la élite.
Hubo un tiempo en que el PAN si sabía de unidad, pero eso fue cuando no habían saboreado las mieles del poder público.
Apenas empezaron a ganar ciertos espacios y la unidad entró irremediablemente a un proceso de deterioro que no parece tener fin.
La unidad como valor fundamental en la derrota que había en el PAN se transformó con los triunfos en arrogancia y pedantería.
Cuando el partido empezó a crecer en votos, vio florecer una nueva burocracia partidista que se enquistó a la sombra de los triunfadores de las elecciones, pero al llegar las derrotas nunca se abrió espacio a la autocrítica sino que se enraizaron vicios aprendidos de una práctica antidemocrática.
El PAN empezó a ganar algunos estados y sus gobernadores pasaron a convertirse en propietarios del partido; lo que antes se criticaba del PRI en el sentido de que era una simple oficina más del ejecutivo en turno, fue replicado por el blanquiazul.
Del mismo modo, cuando el PAN ganó la presidencia de la república con Vicente Fox, éste se apropió del PAN y lo mismo hizo Felipe Calderón.
Igual, cuando Marcelo de los Santos ganó la gubernatura potosina, enseguida procedió a controlar al partido. Por supuesto, muchos panistas no aceptaron eso y habiendo ganado el poder, paradójicamente se debilitaron.
En el PAN de hecho ni había grupos ni organizaciones adherentes, eran militantes de clases media y alta que en lo individual hacían política.
Al sentir el poder en las manos con todo y los privilegios que ello implica, empezaron a perder el rumbo, de modo que nacieron facciones que poco a poco se tornaron beligerantes.
Ya con diputados locales y federales y senadores e incluso presidentes municipales, algunos de ellos empezaron a formar grupos a su favor y los intereses del partido como institución quedaron de lado.
Se intentó apelar, también como lo hacía el PRI, a la disciplina de partido, según la cual, habría que aceptar decisiones aunque a muchos no les gustaran.
Pero en el PAN eso de la disciplina no es algo que prenda mucho, en San Luis Potosí hay ejemplos por montones.
Cuando Marcelo de los Santos ganó la gubernatura había unidad en el partido, pero cuando concluyó el sexenio esa unidad ya se había desvanecido. Era el partido de Marcelo y no el partido de los panistas.
Perdió las elecciones y le regresó al PRI el gobierno, se lo entregó a un ex colaborador suyo, Fernando Toranzo. El priísta era su candidato y no el panista Alejandro Zapata que fue postulado en contra del deseo del gobernador.
Esa conducta se ha replicado constantemente en la elección de candidatos a cargos de elección popular o bien, a cargos directivos.
En el PAN por tanto, hablar de unidad es un engaño.
Hace unos días, siete aspirantes a la candidatura para gobernador fueron convocados a una reunión por parte del presidente del partido, Juan Francisco Aguilar Hernández. El cónclave fue en privado, así que la opinión pública conoció después de lo ocurrido por lo que quiso decir el Comité Estatal.
Y claro, el mensaje no podría ser otro que el del compromiso y la unidad en el partido, que ninguno de los aspirantes haría campañas anticipadas y más lugares comunes propios de reuniones en las que todos saben que deben ser políticamente correctos.
El PAN da por hecho de que su candidato a gobernador saldrá de los asistentes a esa reunión, a saber, Sonia Mendoza Díaz, Alejandro Lozano “Boris”, Rolando Hervert Lara, Marco Antonio Gama Basarte, Xavier Nava Palacios, Xavier Azuara Zúñiga y Octavio Pedroza Gaitán
De esa carta de aspirantes, en los hechos y en orden descendente solo el alcalde Nava, el ex senador Octavio Pedroza y el senador, Marco Antonio Gama tienen con que ganar un proceso interno, del cual, en este momento no se sabe cómo será. Los demás están de relleno.
Se mantiene lo que queda del Círculo Azul con Sonia Mendoza y el Zapatismo con Octavio Pedroza y además impulsaría al alcalde Xavier Nava. Los dos grupos que se han peleado el control del partido desde hace al menos una década no conocen de unidad.
Pero no se trata solo de si hay o no unidad, eso solamente debilita o fortalece las posibilidades de triunfo en la elección del 21, pues habría que ver si Nava, Pedroza y Gama tienen un perfil absolutamente triunfador.
Sus alcances se podrían conocer una vez que los otros partidos tengan a sus candidatos, será entonces cuando tal vez se pueda constatar que en el PAN no hay un candidato fuerte que pueda ir a la contienda con certeza de victoria.
También está el hecho de que el PAN no tiene muchas opciones para encontrarse con alianzas viables con partidos que comulguen con su ideario. Como partido conservador a la derecha, no tiene en el espectro partidista opciones que se le parezcan.
Se aliarían con el PRD porque ya hay un antecedente, pero ese partido está en franca ruina; Movimiento Ciudadano por estrategia nacional no irá con el PAN y ese partido en San Luis es una minucia. Ni modo que hagan alianza con Felipe Calderón.
El PAN es además, para mal, un partido de oposición de papel pues en los últimos años sus acciones políticas no van más allá de pilas y pilas de boletines de prensa del Comité Estatal, de los municipales, de los diputados locales y federales y de hasta regidores. Se creen que eso es hacer trabajo de partido opositor.
Y lo peor, critican todo lo que se ponga enfrente, las más de las veces, sin datos ni argumentos.
No es solo las unidad lo que hace falta para ganar; si es uno de los valores más importantes a tener en un proceso electoral, pero en el PAN es el más difícil de alcanzar, tanto, como lo es la elección constitucional.
En ese sentido, cabe decir, para el PAN hay dos buenas noticias, una buena y una mala: la buena, es que el gobierno de Juan Manuel Carreras López ha sido tan malo y errático que el partido del gobernador no luce como potencia electoral y, la mala, es que Morena encabeza encuestas en 13 de 15 estados donde se elegirá gobernador y entre ellas, está la de San Luis Potosí.
Lograr una verdadera unidad en el PAN es tan complicado como ganar abrumadoramente la gubernatura, es algo casi imposible, tanto como salir a la calle y alzar la mano para tocar el cielo con la punta de los dedos.